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Deuda de gratitud con Azzini

El exministro de Hacienda durante el primer gobierno blanco falleció esta semana a la edad de 98 años
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06 de diciembre de 2015 a las 05:00

Por Ignacio de Posadas*

Se nos fue. Pasó de un sueño al otro. Sin duda feliz de ir al reencuentro de su mujer, compañera de toda una vida.

Don Juan Eduardo Azzini fue un hombre singular. Por su vocación de servicio, por su hombría de bien, por su admirable y envidiable juventud de espíritu e inquietud intelectual, cualidades que explican por qué este hombre fue tan moderno, tan de avanzada.

Creo que se puede decir con justicia que fue el primero de los ministros de economía modernos y, probablemente, el más moderno de los modernos.

Juan Eduardo Azzini fue llamado a servir en el Ministerio de Hacienda en una época muy difícil. Fines de los '50. Maracaná era todavía un recuerdo fresco y las bonanzas producidas por las guerras, Corea incluida, tampoco estaban tan lejanas.

Pero de la tacita del Plata iba quedando cada vez menos: estancamiento, inflación; agotamiento de los recursos (UTE no podía pagar las cuentas de la construcción de Baygorria, la contaduría general). De la nación arrastraba pasivos, algunos con más de 42 años de atraso; el MTOP había dejado de hacer obras en 1952; y el 1º de marzo del 59 no había fondos para pagar, ni los sueldos de febrero, ni los intereses de la deuda pública.

El Uruguay, fiel a las políticas en boga, era una isla, autoaislada comercialmente. A tal punto de absurdo, que no solo había fronteras comerciales internacionales, sino también internas. A Montevideo no se podía traer carne, por ejemplo.

Ante esa realidad, este hombre joven, que había aceptado el hierro candente del ministerio por vocación de servicio, tuvo la audacia de proponerle al Uruguay que se adaptara al mundo. No era sólo un tema de arriesgar prestigio personal. Los cambios que Azzini planteaba implicaban pisar muchos callos y voltear muchos ídolos, culturales e ideológicos.

No voy a comentar toda la propuesta económica del gobierno del '59: me referiré sólo a uno de sus ingredientes, el más trascendente (entonces y ahora): la apertura comercial y económica.

Azzini tuvo la lucidez y el coraje de decirle a la gente que un país del tamaño del nuestro no puede vivir cerrado en sí mismo. O, mejor dicho, sí puede, pero entonces se irá encogiendo, secándose poco a poco. Su productividad caerá, el mundo lo pasará por el costado. Otros países ocuparán los espacios que aquél antes ocupaba y su gente, en vez de dirigir sus energías y su imaginación a innovar, competir y producir, a generar riquezas, las dirigirá a tironear de la frazada corta, cada vez más corta. A presionar por protección y privilegios, a mirar para el costado y de costado, en vez de hacia delante, con ambición e ilusiones. ¿Suena familiar?

En 1959 el Partido Nacional y su ministro de Hacienda (que así se llamaba entonces) fueron muy claros con el país: "la economía nacional", decía el mensaje del Ejecutivo que acompañaba la famosa reforma cambiaria y monetaria, está "enferma por un dirigismo exagerado y equivocado". Y más adelante: "nuestro país es un vivo ejemplo del fracaso de los sistemas adoptados que importaron la consagración de una formidable estructura dirigista".

"Así, en el ámbito de las exportaciones, la pluralidad de los cambios ha quebrantado toda nuestra estructura económica sin que se incentivara en forma racional y científica, el incremento de la producción". Y concluía: "el Poder Ejecutivo insiste en destacar los beneficios inestimables de la competencia (...)".

El Uruguay tiene una deuda de gratitud con Juan Eduardo Azzini, por no haberlo escuchado y por no haberlo apreciado debidamente. Pero entre sus cualidades estaba también una gran bondad y sencillez que le hizo comprender y perdonar, alcanzando una vida de profunda paz que, al decir del lema de los Zorrilla: viva queda en la muerte.

*Ignacio de Posadas es abogado, socio del estudio Posadas, Posadas & Vecino. Fue ministro de Economía y Finanzas desde 1992 a febrero de 1995 durante el gobierno blanco de Luis Alberto Lacalle (1990-1995).

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