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Duhalde encendió la alarma: Argentina discute sobre estallido social y hasta de golpe de Estado

El ex presidente vaticinó que el año próximo no se podrán realizar las elecciones legislativas y dijo que por la crisis económica el país se encamina a una situación de vacío de poder y de “guerra civil”

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29 de agosto de 2020 a las 05:00

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Eduardo Duhalde dejó a los argentinos en estado de shock: invitado a un programa periodístico, dijo que no se celebrarían las elecciones legislativas del año próximo, que el país se encaminaba a un “estado de anarquía” y que hasta existía el riesgo de un golpe de Estado.

Tratándose de un ex presidente –y además, a quien se asigna un rol protagónico en la caída del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001– todo el mundo tomó nota de las advertencias. Y de inmediato se generó un debate entre analistas políticos, dirigentes empresariales y polemistas de redes sociales: ¿qué había querido decir exactamente Duhalde? ¿Estaba en conocimiento de peligro concreto de conspiración o solamente exageraba su temor a los efectos sociales de la crisis económica?

Es una respuesta que sigue poco clara. Lo cierto es que Duhalde les comunicó sus temores al propio Alberto Fernández y a Cristina Fernández, quienes no parecen haber tomado en serio el riesgo de un levantamiento militar.

RONALDO SCHEMIDT / AFP

Y es que, en realidad, nadie ve esa alternativa como algo posible: los golpes tradicionales con asalto al poder, un uniformado en la Casa Rosada y proclamas de nuevo orden son un anacronismo que no parece viable a esta altura del siglo 21.

Han dado pruebas de no tener vocación intervencionista, por ejemplo en la crisis social que le costó el cargo a De la Rúa. Aun así, se generó una inquietud en la clase política, con profusión de declaraciones, desde todos los costados del arco ideológico, en defensa de las instituciones y en rechazo a posibles rupturas del orden institucional.

Por lo pronto, en la Cámara de Diputados ya hubo propuestas para citar urgente al ex mandatario, de manera de que explique exactamente el alcance de su pronóstico respecto de que no habrá elecciones el año próximo.

“El Congreso no puede permanecer impasible frente a la grave afirmación de que se encuentra en peligro la subsistencia del orden constitucional”, sostuvo el diputado radical Martín Berhongaray, que lideró el pedido de convocatoria.

Finalmente, el propio Duhalde se encargó de bajar el tono respecto de una conspiración militar.

Sin embargo, quedaron flotando las otras advertencias del ex presidente, que —a diferencia de la ocurrencia de un golpe— sí fueron consideradas factibles y tomadas en serio.

La crisis y los viejos fantasmas

“Cuando hay anarquía, hay olor a sangre. Vamos a una crisis grave, un estado de pre anarquía donde te van a matar por un bizcocho”, dijo Duhalde, en alusión a la profundización de la crisis social.

ESTEBAN COLLAZO / ARGENTINIAN PRESIDENCY / EFE

Y por cierto que no es un tema que nadie se atreva a desmentir. Los pronósticos de los economistas apuntan a una caída del Producto Bruto Interno del orden del 12 por ciento. Y, en consecuencia, prevén que el índice de pobreza, que en su última medición —previa a la pandemia— había dado 35,5 por ciento, se encamina al 50 por ciento. Es decir, unos 22 millones de argentinos con dificultad para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vestimenta, vivienda y servicios públicos.

Para peor, las proyecciones apuntan a un agravamiento de la inflación, que viene de una breve tregua de tres meses con niveles inferiores a 2 por ciento, pero que a partir de agosto ya se estacionaría en un nivel superior al 3 por ciento anual.

Algunos de los más escépticos, como Economía & Regiones, habla de lo inevitable de turbulenciacon el dólar y los precios: “La producción de dinero vuela, mientras la producción de bienes y servicios se desploma. Esta asimetría entre el comportamiento de la cantidad de dinero en términos reales la producción de la economía real sólo muestra que el sistema de precios todavía no empezó a hacer el trabajo que indefectiblemente terminará haciendo”, es la lacónica advertencia.

Y, para colmo, todo esto ocurre cuando se verifica un agravamiento en la propagación de la pandemia de covid-19: los contagios ya se encuentran en el nivel de 10.000 nuevos casos diarios. Es decir, un registro que pone a Argentina entre los países más afectados del mundo, y que nunca se había creído posible, al punto que las medidas de flexibilización de la cuarentena se produjeron cuando la estadística marcaba 3.000 casos diarios, un punto que las autoridades creían sería cercano al “pico” de la curva.

La misma gravedad sanitaria pone un límite a la velocidad de reactivación de la economía, a pesar de algunos “brotes verdes” que pueden percibirse en la industria. En ese marco, el gobierno es consciente de que no puede cortar la asistencia a los sectores en crisis.

Por eso, luego de haber hecho un intento por restringir la cantidad de beneficiarios del ingreso familiar de emergencia —unos nueve millones de personas—debió confirmar su continuidad, a pedido de los gobernadores provinciales.

¿Un nuevo “que se vayan todos”?

Duhalde puso en términos crudos lo que muchos pensaban y no se animaban a decir en voz alta: “lo que viene es un escenario evidentemente peor que el 2001, ya que puede terminar en una especie de guerra civil".

Y esa es la parte de la advertencia de Duhalde que sí se está tomando en serio. El ex presidente puso como ejemplo la tendencia a la vuelta de gobiernos autoritarios, con un tono diferente al tradicional, y señaló específicamente el caso del brasileño de Jair Bolsonaro como ““un gobierno democrático cívico-militar”. 

Es decir, la posibilidad no de un golpe de Estado propiamente dicho, sino del surgimiento de un liderazgo autoritario y “mesiánico” que tome al ejército como base de apoyo político.

Una alternativa que por ahora se ve lejana pero no imposible, y algunos ya empiezan a ver en figuras como Sergio Berni  —el controvertido ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires— la posibilidad de ese nuevo tipo de caudillismo.

AFP

El diagnóstico de Duhalde es que en la medida en que no haya una perspectiva de salida a la crisis, puede haber una erosión de la cohesión social, un vacío de poder y una crisis de representación política. En definitiva, un regreso del viejo eslogan “que se vayan todos” en un clima de violencia.

Y todos recordaron que durante el gobierno de Cristina Fernández, aun con cifras récord de consumo, se habían producido saqueos de comercios y conflictos violentos en cada diciembre.

Paradójicamente, la ex presidente siempre denunciaba que esos incidentes no eran espontáneos sino organizados por una conspiración, e insinuaba que el cerebro que estaba detrás de esos hechos no era otro que Duhalde, que ahora la previene a ella por el riesgo de un estallido social.

Reclamo de unidad

Pero la advertencia de Duhalde no terminó en la observación sobre la posibilidad de caos social, sino que también tuvo su costado político: una condena a la política de la confrontación y un llamado a la unidad nacional. Fue un mensaje directo para Alberto Fernández, que en las últimas semanas se fue alejando de su promesa de moderación y de terminar con la “grieta” política.

Luego de la manifestación opositora del 17 de agosto, donde se criticaron iniciativas como el proyecto de reforma judicial, el presidente redobló la apuesta y se acercó a posturas del kirchnerismo duro. “No nos van a doblegar; los que gritan no suelen tener razón”, fue la desafiante frase del presidente tras esa jornada.

Luego, polemizó con Mauricio Macri, primero con una comparación de indicadores, para demostrar que la economía y el empleo habían tenido una caída más pronunciada con el macrismo que durante la pandemia. Y después dijo que Macri le había sugerido no hacer cuarentena y “dejar que se mueran los que se tengan que morir”. Una frase que fue desmentida por el ex presidente.

A continuación, tomó una controversial medida, al declarar “servicio esencial” a la telefonía, la TV cable y la provisión de internet, en un gesto que se interpretó como una ruptura de relaciones con el multimedios Clarín.

Duhalde apuntó a ese clima enrarecido, de creciente conflictividad, como una antesala de ruptura institucional. Algunos lo acusaron de exagerar, pero muchos lo tomaron en serio, sobre todo porque el ex presidente es un conocedor profundo de la interna peronista.

En definitiva, una idea quedó instalada: en el imaginario social argentino, el peronismo es el partido que ofrece, como su principal activo político, la gobernabilidad y capacidad de contención social, aun en los momentos de crisis. Y es ahí donde está apuntando Duhalde: cuando el peronismo no pueda cumplir con esas premisas, lo que viene por delante es incierto.

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