Nacional

El caso Michelini- Gutiérrez Ruiz

Nota publicada en la edición del 08/10/2006 de ElObservador
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11 de abril de 2011 a las 19:03

Por Lincoln R. Maiztegui Casas

Los jóvenes tienen natural curiosidad sobre lo que pasó en aquellos años de oscurantismo y sangre, y todo aquello que contribuya a mejorar su conocimiento debe ser bienvenido. Por ello, es conveniente aunque de ninguna manera agradable- evocar aquellos hechos, que nunca debieron haber sucedido. Llegan muy ralitas . Zelmar Michelini, senador del Frente Amplio, viajó a Buenos Aires el 27 de junio de 1973, después de los decretos liberticidas que instauraron el régimen de facto.

Entre el 3 de octubre de 1974 y el 11 de marzo de 1975 había vivido en Perú, aconsejado por algunos compatriotas. En su exilio porteño, los tres mantenían contactos con figuras de la oposición uruguaya, e incluso con algún integrante del equipo de gobierno, como el ministro de Economía Alejandro Vegh Villegas, en busca de una salida política.

El 7 de mayo el Canciller uruguayo Juan Carlos Blanco viajó a Argentina y se reunió con su similar César Augusto Guzzetti, en un barco sobre el delta del Paraná; lo que hablaron se mantiene en secreto. Los exiliados orientales eran conscientes de que la instalación de la dictadura ponía en riesgo su seguridad. Empero, no parece que tuvieran aún conciencia de la barbarie que se había instalado en Argentina. Juan Raúl Ferreira, en su libro Con la patria en la valija , afirma que Gutiérrez Ruiz, con el cual se entrevistó pocas horas antes de su secuestro, le había manifestado que antes de fin de mes estamos todos en Montevideo.

El 18 de mayo de 1976, cerca de medianoche, un grupo de personas irrumpió violentamente en la casa de Gutiérrez Ruiz. La viuda de éste, Matilde Rodríguez Larreta, narraba así, a César di Candia, aquellos momentos de terror: Haría una hora y media que dormíamos cuando sentimos golpes en la puerta, absolutamente brutales (...). Entraron cinco o seis tipos armados. (...) Había uno enorme que después fue identificado como el famoso Paqui (Forese). Fue el que volteó la puerta. (...) Le preguntaron al Toba cómo se llamaba, si era el dueño de casa (...). Era muy notorio que no sabían de quién se trataba. Lo anularon enseguida porque lo encapucharon y lo ataron a una silla allí mismo, en el living. (...) Eran muy violentos, gritaban todo el tiempo. (...) Rompieron los cables del teléfono, entraron al cuarto de los chicos, prendieron las luces (...) y empezaron a saquear la casa (...). Llenaron siete valijas con cosas, todas de valor, y los documentos. (...) A cierta altura empezaron a vestir a Toba, bueno en realidad le pusieron una gabardina sobre el pijama. Pedí que me permitieran ponerle zapatos porque estaba descalzo. Cuando me agaché para calzarlo y ponerle las medias, me habló. Empezó a repetir nombres de gente argentina y uruguaya, a la que recurrir (...). Cuando nombró a Zelmar, ellos, que no paraban de gritar, de revolver, de romper, (...) dijeron: A ese Michelini, a ese tupamaro, a ese comunista, también lo vamos a llevar . (...) Tuve un diálogo con el hombre que parecía más pulido (...) . Me dijo que era policía federal y que no hiciera esto o aquello porque si no, iban a matar a mi marido; entonces le dije: Así que la policía mata? Sí, la policía mata contestó. Eran todos argentinos?- Daban esa impresión. Vieron el cuadro de Aparicio Saravia y dijeron: Ah, éste será el abuelo! No les sonaba ningún nombre uruguayo, ni siquiera el de Wilson .

Escribe César di Candia: Lo que se transcribe a continuación es el relato hecho a Claudio Trobo para el libro Asesinato de Estado (...) por Luis Pedro Michelini Dellepiane, quien había viajado a Buenos Aires para estar con su padre el día del cumpleaños de éste, que era el 20 de mayo. Cuando ellos irrumpen estábamos los tres durmiendo. (el tercero en cuestión era Zelmar, apodado Chicho , su hermano) Ni recuerdo la hora. Sé que fue de madrugada. Abrieron con una llave común que se la dio una persona del hotel o abrió ella. Entraron varias personas. Me han preguntado varias veces si yo podría distinguirlas y he dicho que no. Yo lo único que me acuerdo es de una cara cuadrada con un bigote muy espeso, un tipo fortachón que fue el que irrumpió de campera azul. Lo habré visto tres segundos porque después me obligaron a taparme con una frazada. Dijeron Zelmar, llegó tu hora . Y barrieron con todo lo de valor que había en la pieza. Buscaban armas por todos lados, decían Dónde están las armas? Dónde? No había ninguna, por supuesto. (...) El viejo pidió para ir al baño. Pidió para llevar los medicamentos y esos hechos nos dieron las únicas esperanzas que tuvimos realmente. Porque se supone que si vas a matar a una persona para qué miércoles querés dejarlo llevar medicinas. (...) Qué se podía hacer? Uno desarmado contra ese montón de tipos . Wilson. Ferreira Aldunate tenía

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