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El chavismo resiste ¿por qué no Evo Morales?: las diferencias del caso boliviano

Al menos cuatro factores lo explican

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13 de noviembre de 2019 a las 05:00

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Bolivia y Venezuela comparten desde 2006 —apogeo de Hugo Chávez, reelecto en las presidenciales de ese año con una diferencia de más de tres millones de votos, y asunción de Evo Morales por primera vez— el ideario de la tradicional izquierda latinoamericana enfrentada "patria o muerte" al imperialismo yanqui, con la promesa de encabezar una revolución contra el capitalismo explotador que condena a la miseria "a nuestros pueblos", como pregona ese difuso Socialismo del Siglo XXI de tan rancio olor..

Ambos líderes dotaron a sus países muy pronto de nuevos textos constitucionales, en una suerte de refundación de sus naciones, y desarrollaron una aversión a la alternancia política que los obligó, también muy pronto, a modificar ese articulito que ponía límites a su perpetuación en el poder. 

Y fueron derrotados en un primer intento: Chávez en 2007 (su única y notable claudicación en las urnas: "una victoria de mierda", espetó entonces a la prensa) y Morales en 2016, presagio muy probable de su caída final.

En 2019, los resultados de una y otra ejecutoria política son drásticamente distintos. El lánguido chavismo que representa Nicolás Maduro ha sorteado mil veces su muerte anunciada en un país en harapos; en cambio una Bolivia asentada sobre un crecimiento sostenido, sin éxodo humanitario; ni torturas, ni ejecuciones, acaba en 21 días tumultuosos con 14 años de mandato de Morales.

Este martes la senadora Jeanine Añez anunció que asumirá como presidenta interina de Bolivia. Su proclamación ocurrió en una sesión que no contaba con el quórum de reglamento en ninguna de las cámaras. 

¿Que pasó? ¿Cuáles aparecen como diferencias notorias entre uno y otro proceso?

Uno. La cuestión militar

El régimen encabezado por el teniente coronel Hugo Chávez se definió como el de una unión "cívico-militar", recuperando una noción del frustrado golpe de estado de 1992 aún cuando su mandato sería producto de las elecciones presidenciales de 1998.

La periodista venezolana Cristina Marcano, coautora junto con Alberto Barrera Tyzska de la biografía más completa sobre el líder bolivariano ("Chávez sin uniforme") en un artículo para el diario El País de Madrid de febrero de este año recuerda que al asumir Chávez la presidencia en 1999 hay una migración continua de mandos castrenses hacia la administración pública.

"Las botas inundaron ministerios, instituciones y empresas. Los nuevos burócratas comenzaron a manejar presupuestos millonarios, con poca o ninguna transparencia, al frente de áreas clave: la Tesorería Nacional, la recaudación tributaria, la administración de las divisas, las importaciones estatales, la banca pública, la construcción de obras, el transporte, los puertos y aeropuertos, el servicio de energía eléctrica y el sector alimentación".

AIZAR RALDES / AFP

Los militares, afirma Marcano, no son un apoyo al régimen, son un "factor fundamental". Tanto que en el que se atribuye como último mensaje desde de Cuba de Chávez a las fuerzas armadas, leído por el entonces vicepresidente Maduro, el líder remarca que "en el país hay una revolución militar en marcha, que debe ser permanente". Marcano llama la atención sobre la desaparición del término cívico.

El verdadero partido de gobierno en Venezuela fue y es el partido militar. Chávez lo sintió en carne propia, luego de la sublevación de importantes mandos militares en 2002 que lo separó del poder por 72 horas. Los consejos de Fidel Castro en aquel momento sombrío fueron decisivos para superar el trance y trazar las medidas y controles para evitar su repetición.

Evo Morales, que llegó a la política desde las luchas sindicales tradicionalmente anticastrenses, atendió, sin embargo, el asunto militar tanto en términos de ideologización como de ofrecer prebendas. "Se involucraron en el manejo de áreas completas de la Administración, como la aeronáutica, recibieron apoyo gubernamental para crear empresas propias y, junto con el resto de los efectivos militares, se beneficiaron de una serie de ventajas salariales y laborales, como pensiones iguales al 100% de sus salarios como militares activos", destacó Fernando Molina, periodista y escritor boliviano, en un texto de este martes también en El País.

Un modelo parecido al venezolano pero sin llegar a solaparse en la estructura del gobierno y con una autonomía que Molina subraya y que queda evidenciada en la "sugerencia" de renuncia que el domingo le transmite a Morales el comandante en jefe Williams Kaliman Romero.

En conversación con El Observador, Molina precisó que Morales siempre apostó a su carisma y a la fuerza de su liderazgo como principal sostén político. En Venezuela, desparecido Chávez, Nicolás Maduro, carente de liderazgo popular, otorgó aún más poder económico y político a los mandos militares.

Dos. La presencia cubana

Recibido con honores de mandatario por Fidel Castro en su visita a Cuba poco después de su salida de la cárcel —en la que purgaba la derrotada intentona militar de 1992— Chávez trazó una alianza con el líder al que tanto admiraba desde sus días en los cuarteles. 

Una oportunidad histórica que Castro no desaprovechó y que le permitió saldar una vieja cuenta pendiente. El revolucionario cubano fue a Caracas en 1959 después de su llegada triunfal al poder en Cuba, vitoreado por multitudes no logró sin embargo convencer al presidente venezolano Rómulo Betancourt de obtener a ayuda petrolera a precios especiales. Castro apoyaría con hombres y recursos durante la década del 60 a las guerrillas venezolanas.

Chávez ungido presidente le abrió la puerta a contingentes de cubanos que llegaron a Venezuela en principio para sumarse a los programas de alfabetización, deporte y de salud, éstos últimos de gran éxito inicial al instalar médicos en las populosas barriadas de las principales ciudades del país. 

OLIVIER DOULIERY / AFP

De los barrios, gimnasios y escuelas, la asesoría cubana in situ se trasladó a áreas sensibles de los servicios de identificación, tramitación y emisión de cédulas, las notarías públicas donde se registran las propiedades, inteligencia y fuerzas armadas, en particular después del golpe contra Chávez en 2002. A cambio, el gobierno cubano recibió diariamente más de 100 mil barriles de petróleo, junto con inversiones directas y la intermediación de importaciones venezolanas de alimentos, bienes y equipos a terceros países.

Marcano, en un texto de 2014, da un dato revelador: "La firma cubana Albet, SA, de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), que maneja los sistemas del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (SAIME), tiene tanto poder que no permite el acceso de venezolanos al último piso de la sede central del servicio en Caracas".

No hay evidencias de nada semejante en el panorama boliviano, a pesar de las simpatías de Evo Morales con el régimen castrista.

Tres. La corrupción 

En Venezuela desapareció el control de la gestión pública, porque los órganos llamados a cumplir esas tareas, la Contraloría y la Fiscalía General de la República, son extensiones del Poder Ejecutivo, al igual el Poder Judicial y el órgano electoral. Y la Asamblea Nacional ha sido un escenario mediatizado, bien porque la oposición fue minoría o porque despareció al abstenerse de participar, y cuando fue mayoría se dio la coexistencia paralela de dos instancias legislativas.

Durante la mayor parte de los gobiernos de Hugo Chávez Venezuela recibió ingresos nunca vistos en su historia producto de la venta de petróleo a precios que alcanzaron cotizaciones récord en los mercados internacionales. A la par surgieron las denuncias nacionales e internacionales que evidencian más que un entramado de corrupción, un modus vivendi que funciona como pegamento de los diversos intereses dentro del chavomadurismo: los de sectores civiles y militares por igual.

Ese trasiego de recursos ha permeado todas las estructuras de los poderes públicos, hasta pervertir la cotidianeidad de los venezolanos para realización de cualquier trámite o la atención del alimento diario.

Cuatro. El control electoral

La crisis boliviana se desata luego de la intempestiva suspensión del conteo de la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) que apuntaba hacia la segunda vuelta electoral, porque Morales no tendría los 10 puntos necesarios para evitarlo. Inmediatamente tanto la oposición como la Misión de Observación Electoral de la OEA lanzaron sospechas sobre la pulcritud del proceso, confirmadas cuando en la reanudación el presidente había estirado su ventaja y no había duda de que sería declarado ganador.

Comentaristas políticos bolivianos advierten una seria desatención de Morales hacia la configuración del Tribunal Supremo Electoral, ocupado con personajes de "segundo nivel", sin carácter y fuerza para imponer lo que los números estaban señalando. De alguna forma, más que un fraude "planificado" habría ocurrido un "fraude sobre la marcha", sin que se haya dilucidado de donde provino la orden. 

Resulta extraño que ante un panorama como ese el gobierno boliviano haya acordado la auditoría posterior con la OEA y la invitación a sus opositores a participar en la revisión. "No tengo nada que ocultar", declaró Morales. ¿Prepotencia? 

Se desconoce, también, el peso del informe auditor sobre el desenlace de la crisis. Cuando Morales convocó a nuevas elecciones luego de las irregularidades detectadas fue demasiado tarde.

En Venezuela, el gobierno de Nicolás Maduro ha impedido la observación electoral de cualquier institución en la que se sospeche de independencia. La última misión a ese efecto fue de Unasur, un ente ya sin vigencia creado durante el período de expansión internacional del chavismo.

 

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