Leonardo Carreño

El debate presidencial (formas y contenidos)

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13 de noviembre de 2019 a las 05:00

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Se viene el segundo debate entre Daniel Martínez y Luis Lacalle Pou. A menos de dos semanas del balotaje los dos vienen pisando el acelerador. El candidato oficialista y su equipo intentan corregir el rumbo. El Movimiento de Participación Popular, a través de Yamandú Orsi, adquirió mayor influencia en la estrategia política de Martínez. Acaso haya que poner en ese contexto el sorpresivo regreso al primer plano de Danilo Astori y José Mujica, designados respectivamente como Canciller el primero, y Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, el segundo. Lacalle Pou, en cambio, sigue desplegando, sin prisa pero sin pausa, una estrategia bien pensada. El fin de semana pasada dio una nueva prueba de su capacidad de articulación al reunir a los líderes de la “coalición multicolor” en un acto político.

La campaña del Frente Amplio, después del 27 de octubre, apuesta al “mano a mano” con los electores para poner una cuña entre ellos y las decisiones de los líderes de oposición. La campaña de la “coalición multicolor” avanza dando señales cada vez más contundentes de coordinación política y de convergencia en el plano de las propuestas de gobierno. El Frente Amplio, de la mano del PIT-CNT, invita a “pensar” en todo lo que los trabajadores podrían perder en caso de ganar la oposición. La coalición alternativa mientras tanto invita a la ciudadanía a encarar los problemas que el partido de gobierno no ha podido resolver en quince años (seguridad y educación) y los que treparon hasta la cima en la agenda de desafíos más recientemente (por ejemplo, ambiente de negocios y personas en situación de calle).

Se viene otro debate. El primero estuvo por debajo de mis expectativas. Es cierto, se discutieron temas importantes, desde seguridad a medio ambiente, pasando por educación y déficit fiscal. Pero el tono fue desafortunado. Hubo menos amabilidad y respeto mutuo entre los líderes de ambos bloques del que tienen, desde mi perspectiva, la enorme responsabilidad de demostrar. Los dirigentes políticos son los actores más importantes de nuestra comunidad de práctica democrática. De ellos depende la evolución de la temperatura ambiente. Pueden y deben discrepar con toda claridad y, al mismo tiempo, demostrarse mutuamente el respeto más genuino. Remito nuevamente al ejemplo de la discusión entre Ernesto Talvi y Óscar Andrade durante la campaña de las primarias.

Tengo la esperanza de que este segundo debate sea mejor en contenido y forma. En cuanto al contenido, es fundamental, desde la perspectiva ciudadana, que los candidatos sean lo más precisos posibles en sus propuestas. La principal responsabilidad, en este sentido y dada su condición de amplio favorito, recae sobre los hombros de Lacalle Pou. Durante el primer debate, por diferentes motivos, quedó flotando la sensación de que había sido mucho más contundente en la crítica que en la propuesta. Tiene, ahora, una inmejorable oportunidad de levantar ese cuestionamiento y de explicarle a la ciudadanía la hoja de ruta del gobierno que aspira a liderar. Confieso que, al leer la plataforma electoral de la “coalición multicolor” no pude evitar preguntarme si la agenda que se propone llevar adelante no es más ambiciosa de lo razonable. Dejo constancia, por ahora, de esta percepción para retomarla  más adelante.

La forma es tan importante como el contenido. El primer debate contribuyó a caldear el ambiente y a radicalizar la militancia. Desde mi punto de vista, la principal responsabilidad, en este sentido, la tuvo Daniel Martínez. Para recuperar terreno en las encuestas y/o afirmar su liderazgo en la siempre áspera interna frenteamplista, optó por abandonar el estilo cordial que lo ha caracterizado, por apretar los dientes e ir al choque. Me pregunto con qué Martínez nos encontraremos esta vez. Las encuestas sobre intención de voto en el balotaje muestran lo que el sentido común ya sugería: tiene por delante una cuesta empinadísima. El candidato frenteamplista estará, otra vez, frente a una disyuntiva difícil que lo trasciende ampliamente. Debe elegir entre sembrar miedo y descalificar a su adversario o defender logros y hacer más creíble la promesa de “hacerlo mejor”. Vale la pena preguntarse qué haría Líber Seregni en su lugar.

El tono se verá desafiado por los temas. Hay asuntos que polarizan mucho a dirigentes y votantes. La situación política regional es uno de ellos. Creo que será inevitable y al mismo tiempo necesario en términos de construcción de cultura cívica, que ambos candidatos confronten puntos de vista sobre los procesos políticos recientes en Venezuela y Bolivia. Acá también tienen una responsabilidad insoslayable. Martínez, durante los últimos meses, ha dicho que Venezuela es una dictadura. Es obvio que se lo tiene que explicar a muchos de sus propios votantes porque siguen sin asumirlo. Lacalle Pou, a su vez, está obligado a pronunciarse con claridad sobre la situación generada en Bolivia. ¿Considera legítimo en pleno siglo XXI que una oposición política, con el tradicionalmente tan diligente y persuasivo apoyo de la policía y los militares, obligue a un presidente a renunciar a su cargo? A su vez, ¿qué opina Martínez de las pretensiones monárquicas de Evo Morales que están en la base del intento, obvio y afortunadamente frustrado, de fraude electoral?

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, Docente e Investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR

adolfogarce@gmail.com

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