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El discurso de Macri, el resoplido, las manos y los ruegos

La comunicación no verbal del presidente argentino en su discurso del lunes

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05 de septiembre de 2018 a las 05:02

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Resoplar al decir cosas que no le gustan. Ojos más abiertos en algunos tramos y las cejas bajas en otros. Saco y corbata. Brazos abiertos y tono paternalista.

En comunicación de crisis, como la que tuvo que asumir el lunes el presidente argentino Mauricio Macri, es tan importante lo que se dice como los gestos o el tono que se utiliza.  Y hay elementos que son buscados, pero otros que escapan al control de hasta los mejores asesores en comunicación.

"Les voy a explicar lo que está pasando"

Macri eligió comenzar su discurso, en el momento de mayor incertidumbre económica, con un mensaje que da por sentado que el que lo está mirando no sabe o no entiende por qué Argentina está en problemas. A partir de ese momento comenzó una larga justificación de decisiones por causa de errores ajenos. Una permanente referencia al pasado como causante de todos los males. "No se podía prever", "vamos a dejar atrás décadas de navegar sin rumbo", "(los argentinos) saben que somos diferentes a un pasado que rechazan". Y enseguida el intento de dar tranquilidad. "Pero reaccionamos rápido", "lo estamos enfrentando de la mejor manera", "conocemos las dificultades y tenemos claro qué vamos a hacer".

El tono paternalista del comienzo, del "les voy a explicar", se repitió varias veces durante los 25 minutos que duró su mensaje a la población. Dio como un hecho que la pobreza aumentará con la devaluación, pero prometió hacerse cargo. Y cambió la cara. Las cejas bajas, los ojos más abiertos. "Vamos a estar ahí para quienes más expuestos estén en este momento", dijo, a la vez que señalaba a quienes lo miraban del otro lado de la pantalla. 

Pero además utilizó otro recurso. El mismo que se usa con un pequeño al que hay que explicarle por qué no se le puede comprar ese juguete que tanto desea. Brazos abiertos en alto, la voz más levantada y una nueva justificación. "¡Claro que no es fácil, nada es fácil!", siguió. "Me encantaría que ustedes tengan todo lo que necesitan. ¿Creen que me hace feliz contar esta realidad? ¿Creen que me hace feliz no darle los recursos a la gente que más los necesita?". Los brazos aún más abiertos, el ceño fruncido, como cuestionando a quienes lo cuestionan.

El uso del saco y corbata no es un detalle menor. Una semana atrás, cuando anunció el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se mostró más distendido. Sin corbata, sonriente y firme. Con el fondo de la Quinta de Olivos, natural. Convencido.

El Macri de la crisis es un Macri opuesto a aquel que bailaba al ritmo de Chano entre globos amarillos. Que no evitaba su adrenalina y su euforia al punto de animarse a hacer su show desde el balcón de la Casa Rosada. Un Macri que cayó en la realidad. Y que para comunicar esa crisis incómoda eligió cuestionar al pasado y prometer seguridad a futuro.

El ruego

“Creo que la sensación que transmitió el discurso fue de preocupación y cansancio. Lo vi en la cara, en la mirada, en los hombros. Se lo ve con mucho peso encima”, consideró en el diario argentino Cronista José María Rodríguez Saráchaga, de Oratoria Consulting, exasesor de Macri durante su gestión al frente de la Ciudad de Buenos Aires. En tanto, el doctor en Comunicación y licenciado en Antropología Sergio Rulicki, analizó: “Usó un tono, un volumen y una prosodia como si le hablara a un niño para calmarlo. O sea, nos trató de niños, para hacernos sentir que no había nada de qué preocuparnos. Eso estuvo presente en la mayor parte de su discurso, y enoja más. Porque es tratarnos como niños en el sentido de alguien que no puede comprender, no es ni siquiera tierno. Él habló mucho de madurar, 'la sociedad está madura', 'hemos alcanzado la madurez': eso se acopla a un discurso paternalista, de quien te guía y te habla de la importancia de madurar, de aceptar el sacrificio".

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Rulicki vio también en el presidente "un uso repetitivo del emblema de ruego", con las palmas juntas, como si estuviera pidiendo por favor. "Se utiliza para estimular al otro a que te crea algo de lo que ni vos mismo estás convencido", agregó a Cronista el experto .

Los prolongados silencios que incluyó en el discurso no pasaron desapercibidos. "Se quedó congelado durante 4 segundos después de hablar de la corrupción: el congelamiento técnicamente tiene que ver con el temor. Ante el miedo extremo las personas tienen 3 respuestas: luchar, huir o congelarse, que equivale a camuflarse, en términos evolutivos", explicó.

El secuestro y la tristeza

Uno de los momentos llamativos del discurso y de su comunicación fue cuando hizo referencia a una situación personal para contar cómo vivió los últimos meses en su gobierno. "Quiero que sepan que estos fueron los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro". Una vivencia única e intransferible con la que intentó mostrar la magnitud de su sufrimiento actual pero que nada tiene que ver con la crisis que atraviesa el país y su gente.

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"No me pareció una buena idea porque, justamente, uno de los valores que tenía Macri era que no salía a chicanear con ese tipo de cosas", consideró Rodríguez Saráchaga, a lo que Rulicki agregó que usó "la estrategia de victimización". El experto consideró que cuando el presidente dice "para mí no es fácil (el momento actual)" produce "la única expresión genuina del discurso, que es de tristeza, de angustia, de dolor. Un microsegundo donde las cejas se le pusieron oblicuas, los extremos internos se elevaron y se acercaron entre sí: es un signo fidedigno de tristeza. La tristeza está relacionada con la pérdida, y es también una señal de vulnerabilidad para atraer sobre uno la ayuda externa. Pero en este caso, como fue una filtración, realmente podemos saber que él se siente perdido. De verdad se siente en problemas".

Al final, otro momento clave. El resoplido. Macri aseguraba su conocimiento del sufrimiento de las familias. Decía que sabía del esfuerzo de cada uno de los que se levantaban cada mañana y veían que el bolsillo apretaba. Y ahí lo dejó salir. Resopló, cansado, y lanzó una nueva acusación a los que no lo acompañan: "Encima aquellos que se oponen al cambio, pronostican el caos para generarnos miedo y que renunciemos a este cambio profundo".

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