Miguel Arregui

El patrimonio de los Furtado

Los cultivos que vienen de generaciones anteriores también son patrimonio

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04 de octubre de 2020 a las 05:00

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Si eso impresiona al transitar la ruta 5, más impactante es si se transitan los caminos interiores. Yendo de Tacuarembó al Sur, doblando por Curtina hacia el este, hay un camino que termina en Achar. Posiblemente de las zonas con menos densidad de población de Uruguay. Un lugar donde atardece ya antes de las 5 de la tarde con el sol ocultado por las copas de los árboles. Y donde los bosques tienen una predominancia casi total.

Uruguay, es un país centrífugo, con su gente que tiende a elegir la placidez de un curso de agua, sea el río Uruguay, el de la Plata, el Océano Atlántico o la Laguna Merín. También suele agruparse una mayor cantidad de gente cerca de las fronteras que siempre son una fuente de diversidad cultural y oportunidades. Es más barato en general vivir cerca de un país vecino y en otras oportunidades Uruguay queda más accesible y atrae a los compradores del país vecino. Pero en el centro del país la densidad poblacional baja y eso es particularmente notorio en el departamento más grande, en Tacuarembó, al que algunos visitantes contemporáneos han llamado un desierto verde. Se pueden transitar decenas de kilómetros por la carretera sin ver a ninguna persona, alternando las praderas milenarias con las nuevas plantaciones forestales.

En ese camino hay tres poblados, Los Furtado, Los Cuadrado y Zanja Honda que son tal vez de lo más aislado y lo más lejano en materia de servicios que pueda encontrarse en Uruguay. Y al mismo tiempo, hay allí una fuente de emprendedurismo y ganas de persistir y emprender. Allí hay un esfuerzo denodado por mantener una producción ya no solo ganadera sino también hortícola.

Uno de las pocos cultivos de maní que van quedando en Uruguay, unas plantaciones de maíz criollo, y huertas que ocasionalmente llevan productos a San Gregorio de Polanco son junto a las gallinas parte de una economía regional tan esforzada como ausente del radar montevideano.

Los pobladores de Los Furtado están ilusionados porque el intendente electo de Tacuarembó Ezquerra ha nombrado el caso del poblado como ejemplar para el departamento. Ellos no se rinden. Lejos de todo siguen organizando su fiesta de la cosecha, su reunión de fin de año y están construyendo su salón comunal con grandes esfuerzos. Hay allí incluso algún montevideano que decidió alejarse de la capital e instalarse a vivir allí. Más al norte está BioUruguay que está a su vez desarrollando sistemas de producción sustentables y trabaja en el control biológico de la garrapata con la Asociación Rural de Tacuarembó.  Redes posibles para ir generando un desarrollo más descentralizado. Que los tomates dejen de viajar cientos de kilómetros para llegar machucados y marchitos y puedan ser locales y frescos, generando un ingreso a familias que viven con lo justo.

También esas cosas son patrimonio. Nuestra biología, las últimas genéticas de maní que están a punto de perderse definitivamente, las técnicas adaptadas a nuestro territorio, los sistemas de vida que no quieren dejarse atrás. Sumados a la innovación de querer hacer invernaderos como quieren los habitantes de Los Furtado, para desarrollar su propia dieta y la venta en localidades cercanas. Al pasar por esos lugares queda la sensación de que si se logra generar un cambio relevante en la calidad de vida de la gente en las zonas más alejadas, luego en el resto todo es más factible. Lugares a los que se llega por caminos pedregosos, a paso lento, donde el ancho de banda para internet a veces está y a veces no o hay que buscar la loma para tener señal. Patrimonio son los maíces y los maníes de los Furtado, y los porotos y los boniatos de INIA “que son buenazos” y la chancha que solo se preña una vez por año pero justo para poder tener lechones a la venta a fin de año. Y los saberes y los sabores de esa pascualina con huevos de campo que alegra el atardecer.

Tal vez nunca haya un día del patrimonio rural, es algo demasiado vago. Pero la biología también es patrimonio. Las praderas, los cultivos que vienen de generaciones anteriores, las recetas y las formas de hacer cosas que si se pierden, es para siempre.

En este fin de semana  de celebración del Patrimonio peculiar por varias razones, vale tal vez una reflexión sobre el patrimonio disperso, que hay en Uruguay, desde Los Furtado a tanto otros poblados y parajes cada uno con sus historias y saberes, que no llegan a las urbes, y cada uno con sus hombres, mujeres y niños, con sus escuelas rurales de pocos alumnos que están pendiendo tal vez de un hilo para persistir y a los que con la tecnología de este siglo y un esfuerzo de coordinación hay una obligación de la sociedad por ponerlos en igualdad de condiciones con los habitantes de las urbes. Ese patrimonio existe y está en riesgo y precisará de algún año que los incorpore, tanto en su genética como en su cultura.

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