Pancho Perrier

El peligro del mensaje del “siga siga” del PIT-CNT ante el caso Abdala

La central obrera esquivó el golpe pero no hizo nada para reparar el daño al prestigio que se cierne sobre las figuras políticas en Uruguay

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11 de febrero de 2022 a las 16:43

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En la semana que termina uno de los principales actores públicos del Uruguay dejó pasar otra oportunidad de mostrarle a la sociedad en general, pero sobre todo a los más desencantados, que no todo da lo mismo. Marcelo Abdala fue el centro de la polémica tras chocar dos autos estacionados y que la espirometría le diera 1,52 gramos de alcohol en sangre. Según varios estudios internacionales, es un estado de ebriedad importante, en el cual los reflejos están alterados y la reacción es lenta e imprecisa. La concentración visual se deteriora y mantener la atención se dificulta en extremo. 

Abdala podría haberse matado o matado a alguien, pero tuvo suerte, la suerte que no tienen decenas de personas que cada día mueren en accidentes o quedan con secuelas graves, lo que refleja el problema de la seguridad vial en Uruguay. A las horas pidió disculpas, primero con una confusa explicación (que había tomado alcohol la noche anterior y había dormido poco), aunque luego dejó por el camino ese relato sin dar muchos más detalles, para centrarse en la disculpa. Dijo que atraviesa días difíciles a nivel personal pero que eso no es excusa para su conducta. 

El presidente del PIT-CNT cometió un error de esos que en otros países cuestan una carrera política. En Uruguay, en los últimos tiempos, tuvo respuestas variadas: en algún caso significó sanciones duras, como cuando el Partido de la Gente expulsó de sus filas al diputado Daniel Bianchi por chocar ebrio, en un accidente que no causó heridos pero provocó el incendio de uno de los autos afectados. Una suerte similar a la de Abdala corrió el entonces diputado blanco Wilson Ezquerra, al cual su partido solo observó, si bien en el Parlamento le votó el desafuero para enfrentar el caso en la justicia. En ese caso Ezquerra había atropellado a una mujer tras chocar borracho.

Abdala pidió disculpas, se tomó licencia para solucionar sus temas personales y pagará en la Justicia por su error (tendrá que realizar tareas comunitarias durante 15 días). Por allí no hay mucho más que decir, salvo que le costará pararse desde una postura ética inflexible cuando en el futuro declare públicamente. 

Sin embargo, sí está bajo la picota la actitud del PIT-CNT que, parecido a los blancos con Ezquerra, dijo, como el juez de fútbol ante una falta menor, “siga siga”.

A la central sindical el incidente de Abdala la tomó en un momento sensible: con todas las baterías puestas en la campaña por la derogación de la Ley de Urgente Consideración (LUC), perderá a su mayor referente algunas semanas después de que su otro líder, Fernando Pereira, se fuera a la presidencia del Frente Amplio. Su cúpula entiende que no tiene margen para el desgaste, o para desviar su foco del referéndum, pero dejó pasar una chance fundamental de dar una señal. Lo dijo el propio Abdala esta semana: “Fue una situación que está mal y que puede comprometer el prestigio del conjunto del movimiento obrero”. En ese sentido, la central obrera esquivó el golpe pero no hizo nada para reparar el daño al prestigio. No solo de la gremial, sino del desprestigio creciente que se cierne sobre las figuras políticas en Uruguay, mientras el apoyo a la democracia, aunque se mantiene alto, va mostrando leves pero persistentes signos de erosión. 

¿Por qué a algunas organizaciones políticas y sociales les cuesta tanto reconocer cuando se equivocan? ¿Cuál es el problema con la autocrítica y adoptar medidas ejemplarizantes? ¿Lo ven como un signo de debilidad? ¿O la explicación de su accionar es una lealtad que provoca ceguera? 

En definitiva el PIT-CNT actuó igual que la enorme mayoría de los actores políticos del país cuando el fuego quema cerca: reaccionar a la defensiva o apuntar a otros que hicieron lo mismo, como dijo el propio Pereira tras el incidente. “Miren que si empiezan a ver, varios cometieron ese mismo error. Ahora los medios están más presentes pero los diarios salieron toda la vida. Muchos de los que castigan no sé si tienen esa autoridad”. Explícitamente Pereira metió a Abdala y al PIT en la misma bolsa que todos los que critica. Del otro lado las críticas no fueron a gran volumen, quizás por el foco puesto en la LUC, quizás porque todos tienen un pasado a mantener fuera del debate público.

Quizás una excepción a esa regla de reaccionar minimizando y pateando la pelota afuera fue lo que hizo el hoy presidente Lacalle cuando, en la campaña electoral de 2019 se conocieron los audios del intendente de Colonia Carlos Moreira en los que supuestamente ofrecía pasantías a cambio de sexo. En ese momento Lacalle separó a  Moreira de la campaña y el Partido Nacional, en un procedimiento exprés, lo expulsó. Pasó a ser un paria político, aunque volvió meses después para ser electo intendente, y finalmente la Justicia terminó archivando el caso. La diferencia con Abdala, seguramente, está en el peso específico: Moreira era una figura política importante pero un actor de reparto en la campaña presidencial blanca. Abdala es la figura central del PIT.

No fue la única polémica de la semana para el PIT: el jueves anunció que aprovecharía la marcha del Día Internacional de la Mujer para hacer campaña contra la LUC, lo que provocó la molestia de dirigentes feministas. Como con el caso Abdala, la gremial puso todas las fichas en su gran objetivo de la LUC, sin mirar demasiado para el costado ni reparar en el posible efecto boomerang que le puede generar. Si le sale bien serán todos festejos. Si le sale mal, la central sindical saldrá golpeada de entidad de este período crucial, y con heridas de las que, desde la credibilidad, le costará  recuperarse.

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