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El posfuturo

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18 de febrero de 2021 a las 05:04

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Por Daniel Supervielle, periodista, analista, director de comunicación estratégica y política de CERES

El coronavirus adelantó la llegada del futuro a la vida de los hombres en todo el planeta. Los cambios largamente anunciados se evidenciaron en el comportamiento de la sociedad, que con el miedo generado por la difusión del virus, rápidamente debió modificar hábitos, incorporar tecnología y asumir su nuevo destino.

Los cambios que trajo la pandemia llegaron para quedarse en varios ámbitos, pero hay uno en particular que no tiene retorno y es el que atraviesa como un rayo al mundo del trabajo.

El trabajo, cuyo futuro viene discutiéndose tangencialmente desde hace tiempo, se enfrentó sin estar pronto a una redefinición obligatoria. Muchas empresas que estaban postergando decisiones relacionadas a la robotización, a la locación o incluso al tamaño de las plantillas se vieron forzadas a tomar decisiones en las que les iba su propia supervivencia. Si algún día pasa la pandemia, las más astutas habrán logrado seguir funcionando mejor con menos gente y con menos gastos operativos, ya que muchos de sus empleados trabajarán desde sus hogares.

 Este simple movimiento también le cambió la vida al trabajador, que debió organizar espacios en su casa, no tuvo que perder tiempo yendo a su oficina o empresa.

El mundo siguió funcionando igual. Durante la pandemia, la temática de los libros más vendidos en todo el mundo tuvo que ver con recetas para cocinar. Las relaciones familiares también se volvieron a definir y el valor de estos lazos se vio en muchos casos puesto a prueba.

Los cambios que trajo la pandemia son de tal magnitud que el ser humano debió reconectarse con sus raíces más originales: la familia, la comida, el techo, la compañía familiar, la fragilidad de la existencia y hasta el miedo a la muerte.

Todo en un marco de interconexión digital y tecnológica con un bombardeo de información en dosis imposibles de digerir.

No debe existir ser humano vivo en el planeta a quien no se le movió el piso en el 2020.

Cuando termine la pandemia, nos habremos dado cuenta de que así era el futuro tan temido y que entraremos a los tumbos en una nueva época de la humanidad en la que las relaciones humanas cambiarán para siempre y donde el trabajo como centro de la razón de la existencia será cuestionado por la fuerza de los hechos.

Las relaciones tradicionales entre empleados y empleadores, sindicatos y patronales, compañeros y jefes, educadores y estudiantes han sido pulverizadas como nunca en la Historia.

 Hay que aceptarlo rápido y adaptarse. Estamos en el aire y hay que volar, aunque no tengamos alas.

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