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El radicalismo discreto de Joe Biden

Su imagen pragmática podría darles cobertura a los demócratas para implementar políticas inesperadamente audaces

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23 de julio de 2020 a las 14:47

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Por Janan Ganesh

La Unión Soviética solía alternar entre líderes calvos y aquellos con un cabello formidable. EEUU, que rara vez ha sido liderado por un presidente de coronilla brillante, parece anhelar un respiro después de cada presidente que trae épocas de gran dramatismo.

El mandato de Richard Nixon dio paso a los años en que Gerald Ford y Jimmy Carter intentaron mantener el país a flote. Ronald Reagan condujo a George HW Bush y a la inocente tranquilidad de la década de 1990. Después de Bush hijo y sus guerras todavía latentes, llegó Barack "No Drama" Obama. De ello se deduce que Donald Trump, el autor de tanto tumulto, debería prefigurar un descanso de cuatro años bajo Joe Biden.

Los republicanos moderados cuentan con eso. No quiero impugnar sus principios, pero posiblemente hubieron tardado más en decir "Nunca Trump" si la alternativa fuera tan de izquierda como Bernie Sanders o su colega del Senado Elizabeth Warren. La aparición de Biden como candidato demócrata a la Casa Blanca permitió su renunciación política. ¿Dónde está la amenaza, después de todo, en un vicepresidente elegido en dos ocasiones, un votante para la reforma del bienestar, un bipartidista del viejo Washington? ¿Cuál es su potencial radical?

JIM WATSON / AFP

Más, tal vez, que con cualquier presidente demócrata desde Lyndon Johnson. Biden se está moviendo hacia la izquierda de su antiguo jefe, Barak Obama, o de Bill Clinton antes que él. En materia de atención médica, pero también en vivienda, educación y reducción del cambio climático, es un converso de edad avanzada al concepto de un expansivo gobierno federal. Incluso antes de la pandemia de covid-19, y las deudas públicas que ha suscitado, ya había propuesto aumentar los impuestos a aquellos que tienen mayores ingresos.

Es cierto que cualquier político puede elaborar un manifiesto audaz. Lo que le da a éste su promesa, o, para los conservadores, su amenaza, son las circunstancias del día. Las encuestas de opinión han sido tan positivas que los demócratas ahora están contemplando ("esperando" sería una exageración) posibles victorias en las contiendas –hasta ahora desalentadoras– del Senado. Incluso con el control de esa cámara, ningún programa tiene la aprobación asegurada. Pero sin él, un presidente Biden dependería –no se rían– de la cooperación de los republicanos. Una mayoría demócrata le daría una oportunidad.

Tampoco será el Senado el único agente necesario para su agenda. A los 77 años, Biden necesitará un vicepresidente fuerte. De los candidatos que se han mencionado, la mayoría están a su izquierda. Incluso la excepción, la ex embajadora de la ONU Susan Rice, quien, aunque es considerada como una moderada es realmente difícil de ubicar con respecto a asuntos nacionales.

Si estas variables institucionales se alinean, aún no constituirán el viento de cola final que requiere su programa. Ése es el sentimiento público en sí. La imagen de EEUU como una tierra de autosuficiencia masoquista desmiente su gusto por los servicios públicos universales, la reforma de atención médica y los impuestos a los ricos. Si Biden ha cambiado, lo ha hecho junto con sus compatriotas. Y los votantes aún lo ubican mucho más cerca del punto medio que Trump, incluso cuando registran que se ha movido a la izquierda.

MANDEL NGAN / AFP

Biden como creador de cambios de alguna manera sigue siendo una imagen discordante. Pero eso hace que sea más probable que se materialice.

De los tres presidentes demócratas que hicieron más para construir, afianzar y expandir el Estado del bienestar, ninguno parecía destinado a nada por el estilo. Franklin Roosevelt era de una familia de ‘sangre azul’ cuyo New Deal sigue siendo el acto de traición de clase más noble de EEUU. Harry Truman era un político profesional del pragmático medio oeste. En cuanto a Lyndon Johnson, los progresistas temían que estaban involucrados con un retrógrada vulgar, no con el hombre quien le entregó al país la Ley de Derechos Civiles y Medicare.

Estos hombres lograron implementar estas reformas no a pesar de su pragmatismo externo y su falta de credenciales de izquierda sino debido a exactamente eso. Eran imposibles de representar como extremistas.

Este truco no es exclusivo de la política estadounidense. El primer ministro británico de la posguerra, Clement Attlee, era una parodia de la timidez inglesa que, cuando se le preguntó si era agnóstico, supuestamente dijo: "No lo sé". Sin embargo, después de seis años en el cargo, había nacionalizado la atención médica y las principales industrias. Un agitador no lo hubiera logrado.

¿Tiene Biden un rastro de la habilidad de estos líderes? Que él esté en su tercer intento por la Casa Blanca sugiere que no. Lo que sí tiene es su aparente inocuidad. Las políticas audaces pueden implementarse de contrabando bajo su cobertura. En ese sentido, la descripción burlona de Trump "Sleepy Joe" (Joe somnoliento), no es simplemente falsa sino totalmente descabellada.

Cuanto más lo presenten como un abuelo que no hace nada, más licencia tiene Biden para presentar ideas que hubieran destrozado a otro candidato. Si gana, los estadounidenses no deben esperar un mandato tranquilo.

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