La espirulina de moda: ¿bomba nutricional o puro marketing?

Mientras su consumo se instala como tendencia en la cultura del wellness, nutricionistas dudan de sus reales beneficios

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03 de marzo de 2020 a las 05:01

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El olor de la espirulina no es muy agradable, su tinte verde rimbombante parece radioactivo, su consistencia en polvo no es de lo más tentadora y su sabor –pese a no ser invasivo– no es una delicia. Existe hace tres millones de años en lagos de Asia, África y América pero por algún motivo, desde hace algún tiempo el consumo de esta alga se puso de moda. Se ve recomendada en cuentas de Instagram que pregonan a favor del bienestar, se incorpora como ingrediente estrella a jugos y licuados verdes y, sus distintas presentaciones –en polvo y cápsulas– se pueden conseguir fácilmente en farmacias, tiendas naturistas y supermercados. “A mí me vino bien para levantar la energía en las mañanas”, “yo la uso para mis jugos detox”, “dicen que es muy buena, yo la estoy probando”. Claro, también el boca a boca está presente en toda esta dinámica que coloca a la espirulina del lado de los “superalimentos”.

Al ser fuente de proteínas, vitaminas y minerales, la espirulina suele destacarse como un plus para el organismo. Que tiene propiedades antioxidantes, que ayuda a fortalecer el sistema inmunológico y que colabora en el descenso de peso son algunos de los beneficios que más resuenan en distintos artículos que circulan en Internet sobre este producto. También en el mundo del fitness hay quienes la destacan como complemento deportivo. Pero según nutricionistas consultados por El Observador la magia que se le adjudica popularmente es más mito que realidad. Los nutricionistas Gabriela Ibarburu, Patricia Jansons y Miguel Kazarez manifestaron que no recomiendan su consumo.

Ibarburu aclaró que el término superalimento que se asocia a la espirulina –y también a otras sustancias como la maca peruana, por ejemplo– es creado por el marketing. “Se trata de alimentos que supuestamente te brindan muchos nutrientes en pequeñísimas cantidades”, dijo la profesional e identificó que la espirulina más que un alimento es un suplemento. La especialista contó que hace un tiempo consumía espirulina y la recomendaba pero ahora dejó de hacerlo porque no notó resultados diferentes entre los pacientes que la consumen con los que no lo hacen.

Por su parte, Jansons dijo que no le consta ningún beneficio en el consumo del alga en polvo o cápsulas y Kazarez –quién también le adjudica la buena fama de la espirulina a la movida del marketing– citó un estudio de Consumer Lab donde se alerta sobre la calidad de los productos como la espirulina y la clorela (otro tipo de alga unicelular). En la investigación se advierte que estas algas podrían contener una “posible contaminación con metales pesados ​​(arsénico, cadmio, plomo y mercurio), microbios y pesticidas tóxicos obtenidos de sus entornos de cultivo”.

Cuando se aconseja el consumo de espirulina, la dosis diaria que se indica es de cinco gramos. Considerando que 100 gramos de esta alga en polvo contienen poco más de 57 gramos de proteína, se deduce que al ingerir este suplemento cada día se suman poco más de 2,8 gramos de proteína a la dieta diaria. Y ese aporte nutricional no es tan significativo, aunque su supuesto alto contenido proteico es de los aspectos que más destacan quienes defienden su consumo.

Hace un tiempo, el bioquímico español José Miguel Mulet dijo en El Mundo de España: "La espirulina es el típico alimento de moda que se obtiene de una bacteria. Se le atribuyen muchísimas propiedades, pero no es mágico. Y todo lo que aporta se puede conseguir de otras formas. ¿Proteínas? Tiene más una pechuga de pollo. ¿Vitamina B12? Tiene, pero no asimilable. Los superalimentos no existen. Es puro marketing. Hay dietas mejores o peores, pero no basta con algo individual".

La nutricionista Elizabeth Barcia no suele usar espirulina con sus pacientes porque considera que los beneficios que provee se pueden encontrar en otros alimentos. Al igual que Ibarburu, se mostró contraria al concepto de superalimento y a la idea de endiosar a este tipo de alimentos. En ese sentido, manifestó que es irrisorio cuando en internet se publican artículos que dicen que la espirulina tiene más proteína que el pollo. “La proteína que contiene es completa porque tiene todos los aminoácidos esenciales, pero hay que tener en cuenta cuales son las proporciones que se consumen”, advirtió la especialista.

Sus aportes

Aunque no es tan mágica como se vende, la espirulina tiene aportes nutricionales. Barcia explicó algunos de ellos. Esta alga –que originalmente tiene forma de espiral (y de ahí su nombre)– contiene minerales como potasio, calcio, zinc, magnesio, celenio, hierro y fósforo. También aporta vitaminas, principalmente betacarotenos (fuente fundamental de vitamina A) y algo de vitamina E y C, ambas vitaminas antioxidantes.

A su vez, aporta ácidos grasos poliinsaturados, que son “buenos” según calificó Barcia, como el linoleico y el linolénico.

Al provenir del mar, esta alga es fuente de yodo. En ese sentido, Barcia advirtió que si bien eso puede ser positivo para algunas personas como los vegetarianos que no consumen pescados, su consumo está contraindicado para quienes tienen hipo o hipertiroidismo.

En cualquier caso que alguien quiera consumirla o probarla, lo que recomienda la profesional es que siempre se consulte con un médico. En casos de lactancia, embarazo o en personas que estén tomando medicamentos anticoagulantes (la espirulina tiene vitamina k y puede interferir con la acción), por ejemplo, su ingesta se desaconseja.

 

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