La función del celular en el aula 2.0
"En el aula tradicional, el silencio y la atención en un solo asunto son claves, pero en la clase 2.0 el trabajo colaborativo hace que el silencio no tenga lugar", opinión del especialista Roberto Balaguer
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04 de abril de 2015 a las 04:45
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La discusión suele estar planteada en términos básicos de celulares sí o celulares no, y ese, seguramente, no sea el punto central de la discusión en el campo educativo. El epicentro del tema es qué pueden aportar los celulares al dispositivo educativo y si la escuela como dispositivo de educación está dispuesta a aceptarlos y utilizarlos.
Eso no significa tampoco que el uso tenga que darse siempre, sino que puede pensarse también en términos de momentos de uso. Es decir, momentos de conexión y momentos de desconexión. Al mismo tiempo, hay que desglosar los celulares y entender que esos dispositivos tienen múltiples funciones, algunas altamente compatibles con la tarea educativa; otras, no tanto y otras que entran en colisión.
Primero hay que especificar que los teléfonos son computadoras y cámaras y no solo teléfonos en el sentido tradicional del término. Los smartphones hoy son más smart que phones. Y más aun en el último tiempo, estos son portadores de colecciones de apps.
Sin embargo, en el aula, muchas veces se los hace ver como teléfonos y se los prohíbe como tales en el entendido de que son distractores. El uso como teléfono no es el más relevante para los jóvenes, aunque los adultos los vean como teléfonos y las instituciones se pregunten sobre ellos como teléfonos. Ahí radica la primera discrepancia y dificultad para decidir su destino. Sin embargo, el uso más frecuente es el de acceso a las redes sociales y también para el estudio, intercambiando información con compañeros.
Lo importante no es el dispositivo sino el uso que se le dé en el aula o en la institución. Si la respuesta es sí (si se les permite ingresar), hay que alinearlo con el proyecto pedagógico al igual que un pizarrón, un libro, una tele o una tiza que, por sí solos, no hacen nada, sino que son el vehículo para conectarse con el conocimiento.
Podríamos preguntarnos: ¿Puede haber un televisor en la clase? La respuesta sería que depende de si está prendido en los programas de chimento, en un partido de fútbol o si se utiliza para ver un discurso histórico o una recreación de época o la llegada a la Luna o a Marte en directo. Lo mismo para un libro; depende de qué libro se trate.
Por eso, en el caso de los celulares, hay funciones que colisionan con el aula y otros que apuntalan las tareas, las redimensionan y las enriquecen.
En el aula tradicional, el silencio y la atención en un solo asunto son claves, pero en la clase 2.0 el trabajo colaborativo hace que el silencio no tenga lugar y la atención no esté focalizada en una sola cosa.
*Por Roberto Balaguer, psicólogo
especializado en el uso de nuevas tecnologías
Eso no significa tampoco que el uso tenga que darse siempre, sino que puede pensarse también en términos de momentos de uso. Es decir, momentos de conexión y momentos de desconexión. Al mismo tiempo, hay que desglosar los celulares y entender que esos dispositivos tienen múltiples funciones, algunas altamente compatibles con la tarea educativa; otras, no tanto y otras que entran en colisión.
Primero hay que especificar que los teléfonos son computadoras y cámaras y no solo teléfonos en el sentido tradicional del término. Los smartphones hoy son más smart que phones. Y más aun en el último tiempo, estos son portadores de colecciones de apps.
Sin embargo, en el aula, muchas veces se los hace ver como teléfonos y se los prohíbe como tales en el entendido de que son distractores. El uso como teléfono no es el más relevante para los jóvenes, aunque los adultos los vean como teléfonos y las instituciones se pregunten sobre ellos como teléfonos. Ahí radica la primera discrepancia y dificultad para decidir su destino. Sin embargo, el uso más frecuente es el de acceso a las redes sociales y también para el estudio, intercambiando información con compañeros.
Lo importante no es el dispositivo sino el uso que se le dé en el aula o en la institución", explica el psicólogo especialista en nuevas tecnologías Roberto Balaguer
Lo importante no es el dispositivo sino el uso que se le dé en el aula o en la institución. Si la respuesta es sí (si se les permite ingresar), hay que alinearlo con el proyecto pedagógico al igual que un pizarrón, un libro, una tele o una tiza que, por sí solos, no hacen nada, sino que son el vehículo para conectarse con el conocimiento.
Podríamos preguntarnos: ¿Puede haber un televisor en la clase? La respuesta sería que depende de si está prendido en los programas de chimento, en un partido de fútbol o si se utiliza para ver un discurso histórico o una recreación de época o la llegada a la Luna o a Marte en directo. Lo mismo para un libro; depende de qué libro se trate.
Por eso, en el caso de los celulares, hay funciones que colisionan con el aula y otros que apuntalan las tareas, las redimensionan y las enriquecen.
En el aula tradicional, el silencio y la atención en un solo asunto son claves, pero en la clase 2.0 el trabajo colaborativo hace que el silencio no tenga lugar y la atención no esté focalizada en una sola cosa.
*Por Roberto Balaguer, psicólogo
especializado en el uso de nuevas tecnologías
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