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La “obsesión” de Jorge Batlle por el futuro, su amistad con dos premios Nobel y sus lecturas más antiguas

Presidentes e intelectuales: las mentes que dejaron huella en los líderes uruguayos
8 de diciembre 2023 - 13:14hs

Cuando su hijo tenía alrededor de 20 años, Jorge Batlle le regaló el libro Media Lab: inventando el futuro en el MIT. La publicación era una suerte de compilado de ideas, investigaciones e inventos tecnológicos desarrollados por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos y del mundo.

El libro escrito por Stewart Brand en la década de 1980 adelantaba el mundo tal como lo conocemos hoy. Sus páginas ahondaban sobre la masividad de internet, los cambios en el acceso a la información, los nuevos modelos de comunicación, la globalización, entre otros conceptos que ya forman parte de nuestra cotidianeidad, pero que, para aquel entonces, más que una investigación seria sobre el futuro, se parecía a una historia de ciencia ficción al estilo del escritor francés Julio Verne.

“Y cuando vos leías eso decías: ‘¿qué es esto?’. Lo que estaba leyendo era lo que hoy está pasando con internet, con la información, con la digitalización de las cosas. En aquel entonces parecía ciencia ficción”, recuerda Raúl Batlle, el hijo del expresidente, que hoy tiene 58 años.

Según narra, su padre tenía “una obsesión por el futuro”. Todos los intereses de Jorge Batlle apuntaban a ese norte. Leía sobre filosofía, historia, religión, ciencia, economía para entender cómo era el mundo que nos rodeaba y hacia dónde iba. “Somos hijos de la historia del mundo”, solía decir Jorge Batlle sobre Latinoamérica, el tema que lo desveló durante sus últimos años, antes de que muriera en 2016.

Inés Guimaraens La biblioteca de Jorge Batlle

Su lectura podía llegar a ser caótica: solía leer varios títulos en simultáneo de diferentes temas. Y su manera de leer era tan veloz como profunda, explica Raúl, que, muchas veces, era incentivado por su padre a leer sobre determinados temas y, luego, obligado a rendirle cuentas a su padre sobre lo que había interpretado. 

“Sin ser —claramente— de una familia católica, mi padre me obligó a leer La Biblia y a interpretarla; los dos testamentos me leí”, confiesa entre risas. “Al viejo le interesaba mucho saber sobre religiones, y también le interesaba que nosotros decidiéramos por nosotros mismos”. Raúl también cuenta que cuando Jorge se obsesionaba con un tema no paraba hasta abarcar todo lo que pudiera sobre él: “En una época me acuerdo que me hacía leer a Nietzsche; me volvió loco con Nietzsche y otros filósofos”, agrega.

Jorge Batlle podía llegar a leer tres libros en un solo día, y los temas que a él le interesaban no eran tan estructurados como el de los otros presidentes, como Luis Lacalle Herrera o Julio María Sanguinetti. En ese sentido poseía “una biblioteca más dispersa”, además de ser desordenado en el sentido literal cuando leía: tenía libros tirados, uno arriba del otro, capas de ejemplares a medio abrir, señala el historiador Gerardo Caetano. 

Camilo dos Santos Archivo, 2013. Los expresidentes Jorge Batlle y Luis Alberto Lacalle durante la presentación del libro LAS INSTRUCCIONES DEL AÑO XIII, 200 AÑOS DESPUÉS

En eso último también estuvo de acuerdo el abogado, escritor y exministro de Economía y Finanzas (1992-1995), Ignacio de Posadas: “Jorge Batlle tenía un perfil intelectual menos estructurado que el de Sanguinetti, un poco más disperso si se quiere” y más abarcativo.

Caetano también expresa que el hecho de que Batlle haya sido políglota —“sabía inglés a la perfección”, francés y alemán— contribuyó a alimentar sus lecturas y, de este modo, conocía en profundidad sobre diferentes disciplinas. De todos modos, y aunque “fue el único Batlle presidente en completar su carrera universitaria como doctor en Derecho, “su verdadera pasión era la economía”, resalta el historiador.

Su biblioteca llegó a ser testigo de eso al albergar cinco mil ejemplares. De hecho, en la actualidad, sus hijos Raúl y Beatriz están elaborando un inventario con todos los títulos desde que el expresidente Batlle falleció. Según narra Raúl, en su momento de esplendor, los anaqueles en la casa de Batlle llegaron a tener diez mil títulos.

Archivo El Observador Foto de archivo, Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti

A Batlle le interesaban tanto los libros antiguos, aquellos que contienen hechos históricos de primera mano, al estilo de crónica del momento, así como las revistas con las últimas investigaciones. Estaba suscripto a la publicación de divulgación científica mensual Scientific American. También, de lo que se lleva revisado hasta el momento, su biblioteca posee 350 libros del siglo XIX; 18 del siglo XVIII; dos del siglo XVII y otros dos del XV, entre los que se encuentra una biblia que data de 1542, el ejemplar más antiguo encontrado entre estas repisas hasta el momento. 

La dimensión intelectual del presidente

Jorge Batlle fue el último presidente de una estirpe política que comenzó con Lorenzo Batlle (1868-1872); siguió con su tío abuelo José Batlle y Ordóñez (1903-1907 y 1911-1915); y luego con su padre, Luis Batlle Berres (1947-1951 y presidente del Consejo Nacional de Gobierno entre 1955-1956).

Jorge fue varias veces diputado y senador de la República. Luego de cinco candidaturas presidenciales (1966, 1971, 1989, 1994, 1999) resultó electo presidente de la República esa última vez, para, así, ocupar ese cargo entre el 2000 y 2005.

Su vida política estuvo íntimamente vinculada a la del periodismo —en particular a la gráfica—, como era costumbre en aquellos años y tal como habían sido los destinos de José Batlle y Ordóñez, fundador de el diario El Día, y el de su padre.

Jorge Batlle hizo su carrera periodística en el diario Acción, que fundó su padre en 1948 siendo uno de los líderes hegemónicos del Uruguay de aquel entonces. El hijo llegó a convertirse en el responsable de aquella publicación hasta su cierre en 1973 por la última dictadura militar (1973-1985).

Inés Guimaraens

Por aquellas páginas dejaron sus firmas políticos, artistas y escritores de la talla del expresidente —y actual secretario general del Partido Colorado— Julio María Sanguinetti (1985-1990; 1995-2000),Manuel Flores Mora, Zelmar Michelini, Amílcar Vasconcellos, Luis Hierro Gambardella. También del primer Premio Cervantes uruguayo (1981), Juan Carlos Onetti, el poeta Líber Falco y el crítico literario (y miembro de la Generación del 45) Ángel Rama.

Raúl aún recuerda cuando corría por la redacción y jugaba junto con su hermana entre las maquinarias de la imprenta. Y reflexiona: “Ahí también ves lo que era la pasión por el futuro de papá”. Por aquel entonces, “todos los diarios eran en blanco y negro, y, en la última época, antes de que los militares nos clausuraran en 1973, se había adquirido una máquina sueca para imprimir a color; llegó a ser el primer diario uruguayo que salía impreso con fotos a color”, narra.

La denuncia pública por parte de Jorge hacia los militares en vigencia de la institucionalidad sobre su plan de dar un golpe de Estado y la represión a la prensa luego de instaurada la dictadura provocó el cierre definitivo de Acción. “Sospecho que el haber adquirido esa máquina para imprimir a color y el cierre del diario al poco tiempo después fue lo que provocó el quiebre económico de la familia”, reflexiona Raúl en perspectiva. 

Archivo, 1994. Jorge Batlle habla en Canelones en un acto por la campaña electoral

Amigos intelectuales

Otras de las plumas que habitaba el diario partidario fue la del intelectual Carlos Maggi, que, además de periodista de Acción, fue escritor, abogado e historiador. En 2015, el expresidente Batlle llegó a recomendar en un programa de televisión (Entre Líneas) una obra de Maggi para comprender cómo las ideologías navegaban por los nuevos tiempos: El fin de la discusión (2002).

“Maggi y mi viejo podrían hablar por horas de cualquier tema, desde política hasta de cómo la energía nuclear le serviría al Uruguay. Eran grandes amigos y él lo veía como un gran pensador”, señala Raúl, quien admite que Maggi es el primero que se le viene a la cabeza cuando le preguntan por los intelectuales que rodeaban a su padre.  

Según expresó Raúl, Batlle era “muy amigo” de dos intelectuales latinoamericanos de fuste: del poeta, ensayista y diplomático mexicano Octavio Paz y del escritor y crítico literario peruano Mario Vargas Llosa. 

Gobierno de México El poeta, ensayista y diplomático mexicano Octavio Paz

Jorge Batlle no solo llegó a reunirse con los premios Nobel de Literatura (1990 y 2010, respectivamente) en diferentes tertulias, sino que tenía una comunicación constante con los autores de El laberinto de la soledad (1950) y de La casa verde (1966). “Podían hablar horas —narra Raúl—, y discutir sobre religión, filosofía o tecnología”.

Otra de las personalidades amigas de Batlle fue Alejandro Atchugarry, cuyo recorrido juntos comenzó cuando él expresidente era un adolescente. El abogado, profesor y político colorado se convirtió en el ministro de Economía y Finanzas de Batlle entre julio de 2002 y agosto de 2003, cuando se llegó al peor punto de la debacle económica que enfrentó la gestión colorada encabezada por Batlle. La figura de Atchugarry, concebida como un “articulador” por prácticamente todo el espectro político, fue uno de los factores clave al enfrentar la crisis financiera a nivel político. 

Inés Guimaraens El economista y escultor Ricardo Pascale en entrevista con El Observador

Durante aquellos años complejos, uno de los intelectuales a los que Batlle consultó fue al economista y escultor Ricardo Pascale, quien se había desempeñado como presidente del Banco Central del Uruguay en los dos gobiernos de Sanguinetti (1985-1990;1995-1996). Pascale, además de experto en Economía, es doctor en Sociedad de la Información y del Conocimiento tras aprobar su tesis doctoral con honores. Su trabajo final y el tema que lo ha llevado a investigar y a producir texto es el crecimiento de Uruguay y su futuro. 

Cuando se habían trancado las negociaciones entre el equipo económico uruguayo y el Fondo Monetario Internacional (FMI), Batlle ordenó a sus funcionarios en Washington que plantearan el problema al secretario del Tesoro en EEUU, Paul O'Neill.

Una vez que el expresidente colorado logró programar un contacto con el expresidente estadounidense George W. Bush se comunicó con Pascale y, tras explicarle brevemente sobre el encuentro, le lanzó al economista: “Entonces, ¿qué le digo a Bush?”. Pascale, que recuerda a Batlle como un hombre ocurrente e inteligente, quedó atónito ante lo que el entonces presidente le planteaba. Luego, ambos se reunieron para esbozar el intercambio entre los presidentes en la coyuntura hostil.

Para Pascale, Jorge Batlle era un hombre de pensamiento “contemporáneo”. Además, comparó los estilos de liderazgos de Lacalle Pou y Jorge Batlle, en el sentido en que “son de mirar hacia adelante”.

Archivo, 2003. El presidente Jorge Batlle durante la audiencia con el mandatario estadounidense George W. Bush en la oficina oval de la Casa Blanca

Las memorias que a Batlle no le interesaron generar

Sobre aquellos años turbulentos que signaron al gobierno de Jorge Batlle, el expresidente fue consultado por el periodista Jorge Traverso en su programa de entrevistas Hora Pico en 2015 —un año antes de su muerte—.

—Doctor, usted tiene muchos recuerdos, ¿qué hace con ellos?

—Se lo cuento a mis nietos. Mucha gente me ha dicho que escriba (...) A mí me interesa mucho más el futuro que el pasado. ¿Qué puedo contar yo? ¿Experiencias personales?

—Muchas.

—Sí, y sabe qué: sirven poco las anécdotas personales para que la gente pueda resolver los problemas que la sociedad pueda llegar a tener mañana. 

—Depende del momento histórico. Usted ha pasado por muchos momentos históricos complicados.

—Son bastante distintos a esto, no tienen absolutamente nada que ver. Recuerdo que algunas personas vinieron a que les hiciera un relato sobre cómo salimos de las crisis (recuerdo que Europa estaba en un proceso de crisis en aquel momento). Y yo dije: “No tiene nada que ver”. A mí lo que siempre me preocupó fue el porvenir desde que tenía 18 años (...) Poner a la vanguardia al Uruguay siempre ha sido mi preocupación. Lo que yo pueda transmitir no es demasiado diferente a lo que pueda transmitir cualquiera. El gran desafío que tiene Uruguay es cómo puede pensarse a sí mismo fuera de los recuerdos transmitido de lo bueno que fuimos…

 

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