Lacalle Pou y el recuerdo del “patio de Campolo”

El candidato blanco evita encrespar el debate político; “espero que relaciones con los sindicatos sean buenas”, dice

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21 de agosto de 2014 a las 22:14

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A mediados de la década de los 90, Luis Lacalle Pou y Florencia Beledo acostumbraban juntarse en un convento de monjas del Prado –en donde residía la muchacha– para repasar las cosas que les enseñaban en la Universidad Católica.

Lacalle Pou tenía a su familia viviendo en la casona presidencial de Suárez y Reyes, y Beledo tenía a la suya en su Pan de Azúcar natal. Con el tiempo, Florencia llegó a ser edila del Frente Amplio por Maldonado, pese a que su padre es colorado y su abuelo era un veterano al que llamaban “Campolo” y que era conocido en Pan de Azúcar por su condición de carnicero y de ferviente militante nacionalista.

Lacalle Pou visitó varias veces la casa de su amiga Florencia y aún recuerda las conversaciones que ocurrían en “el patio de Campolo” en donde se mezclaban voces de casi todas las tendencias políticas. El jueves 20 durante una recorrida por Maldonado, el candidato presidencial blanco rememoró aquel lugar en el que se sintió cómodo pese a la diversidad o gracias a ella, y al que considera un ejemplo de tolerancia.

Lo dijo en Pan de Azúcar cerca del patio frecuentado y luego le explicó a El Observador las peripecias que la unieron a esa familia fernandina.

“Ojalá la sociedad uruguaya fuera un reflejo de aquellas reuniones”, dijo Lacalle Pou imaginando al país como un gran “patio de Campolo”.

Es así que en su recorrida de las últimas 48 horas por el este del país, el candidato presidencial y su compañero de fórmula, Jorge Larrañaga, se esmeraron por transmitir que si la sociedad o el sistema político se llegan a encrespar aún más, no será por culpa de ellos.

Buenas relaciones
Fuentes nacionalistas dijeron a El Observador que el mensaje que está propiciando la dupla resulta fundamental si lo que se quiere es preparar al país para un eventual cambio de mando que termine con diez años de administración de la izquierda.

“Espero que las relaciones con los sindicatos sean buenas y al amparo de la ley más allá de algunas tensiones que se pueden dar”, dijo Lacalle Pou ayer en el Chuy cuando le recordaron que no es santo de la devoción del Pit-Cnt.

Un día antes había elogiado al candidato colorado Pedro Bordaberry –”es un buen ministro y un gran trabajador”, dijo– y reconoció que sería “hipócrita” si no se alegrara cada vez que ve a un niño con la Ceibalita que le facilitó el expresidente Tabaré Vázquez.

Por su parte, Larrañaga advirtió que “no se puede andar con el puño crispado” porque al otro día de las elecciones el que gane deberá salir a negociar las mayorías parlamentarias para poder gobernar con eficacia.

Durante buena parte de la gira, Lacalle Pou llevó encajado en su bolsillo un pequeño cuchillo que le regalaron para su bautismo y que usó para cortar carne en un asado en Lascano. Dicen que no se puede aceptar un arma con filo sin ofrecer alguna moneda a cambio porque, de lo contrario, habrá pelea. Para que no se arme bronca en el barrio, Lacalle Pou parece querer pagar de grande aquellos pesos que quedó debiendo porque era muy chico para ofrecer alguna moneda a cambio del presente que le legaron.

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