Camilo dos Santos

Las duras lecciones empresariales de la pandemia

El cambio es indetenible, no estamos reconstruyendo mejor y ciertamente no estamos todos juntos en esto

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31 de diciembre de 2021 a las 10:51

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Por Pilita Clark

La semana pasada, el director ejecutivo de Ryanair, Michael O'Leary, criticó al gobierno "idiota" de Boris Johnson por gestionar mal su respuesta a ómicron y provocar una "histeria masiva" sobre la variante. Le aconsejó a Johnson que siguiera a los líderes sensatos del resto de Europa, que "no han caído en pánico en Italia, España, Alemania u Holanda".

Por desgracia, un día después de su entrevista con The Times en Londres, los Países Bajos impusieron un confinamiento nacional para frenar la propagación de ómicron y Alemania introdujo nuevas y estrictas normas de viaje para las personas procedentes del Reino Unido. Francia ya tenía límites de viaje similares para entonces y a principios de la semana pasada incluso la Irlanda natal de O'Leary tenía un toque de queda a las 8 p.m. para los bares y restaurantes.

O'Leary había pasado por alto una lección básica de la pandemia que seguía siendo tan cierta en 2021 como en 2020: la certeza es fugaz en un mundo acosado por la incertidumbre.

Pero, ¿y si esto es sólo el comienzo de una volatilidad aún mayor?

Las conmociones del año pasado de trabajar desde casa, descubrir Zoom y ver la velocidad a la que se desarrollaron las vacunas han dado paso a otra ronda de cambios en 2021 que plantean profundas preguntas sobre la tecnología, la solidaridad y el cambio indetenible.

Algunos de los movimientos más visibles han sido tecnológicos.

Antes de 2021, ¿pensabas que alguien pagaría US$69 millones por una obra de arte digital de un artista llamado Beeple, como hizo un criptoinversionista en la primera subasta de Christie's de arte de tokens no fungibles (NFT, por sus siglas en inglés) en marzo?

¿Imaginabas que algún país haría del bitcoin una moneda de curso legal, como hizo El Salvador en junio?

¿O que dos multimillonarios llegarían por fin al borde del espacio un mes después en su nave espacial financiada de forma privada? ¿O que Facebook se renombraría Meta y declararía que se enfocaría en el "metaverso" del mundo virtual, donde una organización llamada Republic Realm dijo haber pagado US$4.2 millones por una parcela de terreno digital hace unas semanas?

Es difícil saber qué presagian realmente estos y otros avances tecnológicos, ni si son tan alarmantes como muchos temen. La inteligencia artificial tiene tantas probabilidades de provocar la creación neta como la pérdida neta de empleos en las compañías, según sugirió la semana pasada un nuevo estudio realizado por académicos británicos.

Pero es difícil mostrarse optimista sobre un cambio pandémico menos visible: el aumento de las diferencias entre ricos y pobres, y entre ganadores y perdedores en los negocios. De hecho, nada ha expuesto la vacuidad de la idea de que "estamos todos juntos en esto" tan bien como 2021.

Cuando Forbes publicó su lista mundial de multimillonarios en abril, reportó de una cifra récord de 493 nuevas incorporaciones, a pesar de un primer año de pandemia de Covid que provocó muertes, recesión y pérdida de empleos. Eso significa que el mundo ha ganado en promedio un nuevo multimillonario cada 17 horas desde el análisis de la riqueza realizado por la revista en marzo de 2020.

Muchos de los integrantes de la lista se beneficiaron de las tendencias que han propiciado las espectaculares ganancias de las que McKinsey denomina las "Mega 25". Se trata de 25 compañías, entre las que se encuentran Apple, Amazon y Microsoft, cuya capitalización de mercado se disparó tanto en el primer año de la pandemia que, en conjunto, representaron el 40 por ciento de los US$14 billones de valor que ganó el mercado en general.

Una cosa sería si este aumento de la riqueza se hubiera producido al mismo tiempo que una gran oleada de gasto en recuperación de la pandemia se dirigiera hacia donde es muy necesario.

Sin embargo, apenas el 18 por ciento de ese gasto en las principales economías en 2020 se destinó a esfuerzos para reducir las emisiones de carbono, mejorar la contaminación atmosférica o apoyar la biodiversidad, dicen los analistas de la Universidad de Oxford que hacen un seguimiento de estos gastos.

Según Brian O'Callaghan, investigador principal del análisis de Oxford, la semana pasada este porcentaje había aumentado hasta un 29 por ciento, en gran parte gracias a las medidas del proyecto de ley bipartidista de infraestructuras de US$1.2 billones que el presidente estadounidense Joe Biden promulgó en noviembre.

Sería aún mayor si el senador Joe Manchin, un demócrata vinculado a la industria del carbón, no estuviera tratando de hundir el proyecto de ley de Biden sobre el clima y el gasto social de US$1.75 billones, llamado literalmente el plan Reconstruir Mejor.

Incluso así, las medidas ya aprobadas a nivel mundial podrían sumar enormes sumas de inversión verde que deberían representar un importante impulso para las empresas estratégicamente situadas en 2022.

Pero es poco probable que ese impulso se sienta por igual cuando los esfuerzos mundiales para hacer frente a la propia pandemia siguen siendo tan desiguales.

Los países ricos han gastado casi US$16,000 por persona en Covid, mientras que los países menos desarrollados sólo han conseguido gastar unos US$60 por persona, según los datos de Oxford.

Ómicron ha sido un funesto recordatorio de que dejar a miles de millones de personas sin protección es una receta para nuevas variantes. Sin embargo, conforme se acaba el año, el porcentaje de personas totalmente vacunadas contra Covid ha alcanzado un impresionante 70 por ciento en los países de ingresos altos, y apenas un 4 por ciento en los de ingresos bajos.

En última instancia, la gran lección de 2021 es que hay que esperar la incertidumbre, y desconfiar de cualquier sugerencia de que lo peor ha pasado.

Como dice O'Callaghan: "Las desigualdades entre países y dentro de ellos han aumentado, y eso sólo puede ser una mala noticia para el funcionamiento de las sociedades en el futuro".

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