Libros y pandemia: manual de instrucciones para escapar de la ciudad

La edición de abril de la newsletter de libros de El Observador le hinca el diente a los libros que nos sacan del asfalto

Tiempo de lectura: -'

23 de abril de 2021 a las 12:28

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

*Este es un resumen de la última edición de Epígrafe, la newsletter de libros de El Observador. Para suscribirte y recibir todo el contenido, andá a la pestaña Mis newsletter en Mi cuenta y clickea en el botón correspondiente.

Este mes me van a tener que disculpar: me voy a tomar licencias. Siempre trato de dejar afuera lo que me pasa, porque supongo (bien) que a nadie le interesa demasiado leer cosas personales y prefieren ir a los libros. Pero mientras escribo esto, y mientras el otoño y el ruido de un martillo neumático se meten por la ventana sin pedir permiso, no puedo evitar decir que estoy cansado. Cansado de la pandemia, del tiempo estacionado, del círculo perpetuo. De que estemos metidos siempre en la misma conversación y no podamos salir.

Estoy cansado y me siento culpable por estarlo: tengo suerte, trabajo, un techo, casi nadie de mi entorno se contagió y quienes lo hicieron transitaron la enfermedad sin problemas; mis afectos “de riesgo” están todos vacunados, escribo de lo que me gusta y no tengo problemas cercanos en el horizonte. Pero así, sin derecho a estarlo, lo estoy: cansado.

Me di cuenta de que el ritmo o la situación actual de la ciudad me saturó. De nuevo: tengo suerte, y por esa suerte es que me pude escapar algunos días de Montevideo. Y fuera de la ciudad la idea de irme, de huir, se plantó con más fuerza. En la ruta, volviendo, mientras el sol se desparramaba en el verde, no pude no pensar en cómo se sentiría amanecer todos los días así. Ahí. Tranquilo. Lo sigo pensando.

Alguien cercano me dijo hace poco que le pasa algo parecido, pero que hacerlo lo deja contrariado: me dice que escapar de la ciudad es un anhelo extremadamente burgués. Que son pocos quienes tienen la posibilidad de cortar raíces con el asfalto y escapar cuando los edificios se enciman y la claustrofobia empieza. Que se precisan recursos. Que hay cosas más importantes. Y es cierto. Estoy de acuerdo. Yo, de hecho, no lo puedo hacer.

Y entonces aparecen los libros. Las válvulas de escape. Y en este afán de pensarme fuera de la capital, de creer en una vida alternativa en la que sí tenga los recursos para huir, se me ocurrió el tema de la edición de abril. Porque no son pocos los títulos que últimamente hablan de salir de las grandes ciudades, de empezar de nuevo en locaciones remotas, entre pastizales y hortalizas. Lejos del ruido. Del agobio. Sobre ellos hablaré debajo.

Mientras escribo esto pienso en –y también escucho a– Bon Iver. Para su disco debut, For Emma, Forever Ago, Justin Vernon –nombre real de este músico estadounidense– se mudó durante todo el invierno a una cabaña perdida en el medio de un bosque de Wisconsin. Se fue con un par de guitarras, un DVD, el corazón roto y su vida hecha un desastre a vivir entre la nieve. Entre la soledad y el frío salió un discazo y un hombre nuevo. Y algo de eso hay en estos libros, también: exilios voluntarios, la reconstrucción de almas quebradas, ficciones que se escapan de la ciudad y caen en medio de la naturaleza, tratados clásicos, ensayos sobre el arte de perderse y la profunda belleza de tener la posibilidad de escapar y, por sobre todas las cosas, de hacerlo.

La balada de Buster Scruggs (2018)

Cortar el asfalto

.

El recorrido podría ser cronológico y empezar por el principio, pero esto no tiene reglas así que mejor empiezo por el hoy: uno de los libros recientes que mejor trata el escape de la ciudad es Los llanos (Anagrama), del argentino Federico Falco. Fue finalista del premio Herralde de Novela en España y consagró a un autor que escribe unos cuentos excelentes –creo que ya lo mencioné por acá– y que ahora de seguro va a tener mucha más exposición. Bien por él. 

En Los llanos hay un hombre que necesita arreglar su vida después de una ruptura dolorosa y volver a escribir; para hacerlo decide alquilar una casa bastante venida a menos en medio de un pueblo en el que no pasa nada llamado Zapiola, en donde pasará las estaciones cultivando una huerta y su espíritu.

En Los llanos también hay metaliteratura, tierra yerma, un vecino diligente, un escritor que no puede escribir, el tiempo que se detiene sobre los montes, secretos que se van desenrollando, una vida reconstruida y la sutileza de un autor que sabe cómo pegar latigazos con palabras certeras y bellas, que sabe cómo colgar imágenes que se agigantan con la distancia. Los llanos es una novela hermosa que te suspende en una suerte de sopor reconfortante. Me hizo bien leerla.

A este libro, además, le agradezco que me haya dejado una frase de Annie Dillard como para tener siempre a mano: “La forma en la que uno pasa sus días es la forma en la que uno pasa la vida”.

También reciente es la publicación de Un amor (Anagrama), de la sevillana Sara Mesa, un libro que apareció en varias recomendaciones que me llegaron de su parte y que entiendo que gustó mucho entre los lectores de Epígrafe. Es lógico: Mesa es una escritora increíble que lleva a sus personajes hasta los límites de sus fronteras morales en un par de páginas, y lo hace con tal precisión que asombra. En este caso, la autora plantea la huida, otra vez, de una mujer de unos treinta y algo a un pueblo en la España rural, en donde rápidamente empieza a tomar contacto con los especímenes que pueblan su nuevo paisaje vital, pero de una manera un poco más perturbadora. 

Hay en Un amor un tufo medio extraño: si en Los llanos la propuesta es más idílica, etérea quizás, acá hay una pulsión siniestra que se arrastra en la tierra y se oculta en los silencios punzantes de sus personajes. En La Escapa –así se llama el pueblo de la novela– hay deseos más ruines que nobles, más seres perturbados que iluminados, las tormentas son implacables y, al final, el deseo de la protagonista por escapar encuentra un reverso, digamos, poco feliz.

Siento que Los llanos y Un amor se pueden leer como las dos caras de un solo impulso, de una necesidad. En ambos está, además, la escritura como proceso, sino sanador, al menos catártico.

Pero hay más: hace poco la editorial argentina Cía. Naviera Ilimitada publicó Transradio, la primera novela de la argentina Maru Leonhard, cuya contratapa comienza así: “Huir de la capital. Regresar al pueblo de su infancia. Esa parece ser la única salida. Isabel no logra superar la pena inmensa que siente y para seguir adelante, solo necesita irse”. Otra vez: irse. Irse para arreglarse. Irse de la ciudad.

.

Por fuera de los campos amplios y verdes en los que parecen habitar Los llanos, Un amor Transradio, los bosques también suelen ser destino de buenas escapadas literarias. Y no solo humanas: el despertar de los instintos primitivos de Buck, el perrazo indómito inmortalizado por Jack London en El llamado de lo salvaje –me rehúso a llamarle La llamada de la selva, como fue traducido el título– sigue estando en el corazón de muchos lectores, incluido el mío. Lo guardo con las tapas amarillas de la colección Robin Hood.

En ese sentido, el chileno con nombre anglosajón Mike Wilson tiene un buen título que habla de bosques y salidas: Leñador, editado por Fiordo. En una búsqueda continua por forzar las reglas de la novela, Wilson presenta un libro raro; Leñador es una especie de manual de instrucciones que se cruza con ensayo sobre la madera, que a la vez es almanaque y un tratado ecofilosófico con aires a Thoreau. Y a la vez es una novela en la que sobrevuela una sensación de riesgo y en la que la naturaleza se muestra de formas múltiples.

.

Hablando de Henry David Thoreau, no se puede hacer un repaso del escape a los bosques sin mencionarlo a él y a su obra principal: Walden o la vida en los bosques. Publicado en 1854, este ensayo recorre las experiencias del autor durante dos años viviendo en una cabaña cerca del lago del título y cuenta cómo la naturaleza pasa a formar parte del centro de la existencia del hombre. Thoreau escribe Walden... siguiendo la premisa del “buen salvaje” de Rousseau, y partiendo de la base de que el ser humano, si se libra de la “esclavitud” de la civilización industrial, encontrará su verdadera libertad y esencia. Este texto de Thoreau se ha convertido en referencia para los seguidores de la filosofía que busca cortar lazos con la sociedad, pero no fue el único. 

Junto a él, a otros autores destacados del siglo XIX también se los considera “filósofos verdes”, hombres de letras que buscaron plasmar sus pensamientos sobre la naturaleza y el ser humano en sus textos más representativos. Walt Whitman, por ejemplo, tiene en Hojas de hierba su gran obra. Y Ralph Waldo Emerson, fundador del trascendentalismo americano, publicó Naturaleza en 1836, un ensayo que todavía sigue resonando y marcando el pulso de la llamada de lo salvaje.

Los cuentos de Gonzalo Baz

El escritor uruguayo Gonzalo Baz fue elegido por la prestigiosa revista literaria británica Granta el martes pasado como uno de los mejores escritores en español menores de 35 años. La noticia la pueden leer acá, y ahí también pueden encontrar más sobre la selección y la trayectoria de Gonzalo –que lo tuvimos como invitado del Qué leen los que leen, ¿recuerdan?–, pero quería detenerme y recomendar específicamente su primer libro de cuentos: Animales que vuelven.

Gonzalo Baz fue elegido por la Revista Granta


Publicado originalmente en 2017 por Pez en el Hielo, la editorial que Baz dirige junto a su pareja, Dani Olivar, Animales que vuelven fue reeditado recientemente y se encuentra en librerías. Y resulta redundante, quizás, si le estoy dedicando todo este espacio, pero lo voy a decir: vale mucho la pena.

En sus relatos flota la incertidumbre, los sueños en pausa y la tragedia que no se consuma. Hábil en la construcción de atmósferas enrarecidas, los espacios foráneos y las historias fragmentadas, Baz consigue que los personajes y sus historias se queden mucho tiempo con el lector, quizás más, incluso, de lo que lo hacían los personajes de Los pasajes comunes, su novela editada en 2020 por Criatura. El libro alcanza su cumbre en el relato que le da título, en el genial Cosas sobre fantasmas y en los brasileño Tieté Sobre nosotros

Animales que vuelven se encuentra en varias librerías de Montevideo o se puede pedir a domicilio a la propia editorial.

Échenle un vistazo. Vamos a hablar mucho de Baz en el futuro próximo.

Las lecturas de Francisco Álvez Francese

La invitación de abril es para Francisco Álvez Francese, ensayista, crítico y escritor uruguayo que publicó La noche americana. Ensayos sobre poesía nocturna (2020) y hace un par de años Los restos del naufragio (2019). A Francisco lo pueden leer, también, en el blog Afuera y en la sección cultural de La diaria. 

Estas son sus lecturas.
 
¿Cuál fue el último libro que te dejó una huella?
Las tentativas, de Isabel Retamoso. Lo había podido leer antes de que lo publicara y volver a él ya en papel fue la constatación de que Isabel es una escritora de una prosa idiosincrásica y poderosa, con la que en este caso logra un texto breve impactante y, creo, sin paralelo en la literatura uruguaya reciente.
 
¿Qué estás leyendo ahora?
Siempre ando leyendo varios libros, pero ahora me tiene atrapado por segunda vez L'anomalie, de Hervé Le Tellier. Es probablemente el mejor ganador del premio Goncourt de los últimos años, una novela multiforme escrita por un miembro del grupo Oulipo. 
 
¿Qué libros esperan en tu mesa de luz?
Hay de todo en la lista, pero creo que lo que voy a leer a continuación es No One Is Talking About This, una novela de Patricia Lockwood de la que leí muy buenas críticas.

.

Llegó el final.

Hablamos de Los llanos, el maravilloso libro de Federico Falco. Entonces, ¿por qué no despedir abril con su epígrafe? 

"Fue como si
[...]
el paisaje tuviera una sintaxis
parecida a la de nuestro lenguaje
y mientras avanzaba una larga
frase se iba diciendo
a la derecha y otra a la izquierda
y pensé
Quizás el paisaje
puede entender lo que yo digo."

Ron Padgett

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.