XIE HUANCHI / XINHUA / AFP

Los argumentos a favor del autoritarismo y contra la democracia se harán más audaces

Beijing está cambiando la narrativa de su respuesta al coronavirus

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19 de marzo de 2020 a las 14:43

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Por Gideon Rachman

El brote de coronavirus comenzó como un desastre de propaganda para el gobierno chino. Pero ahora, debido a que el número de casos nuevos está cayendo bruscamente en China y aumentando rápidamente en EEUU y Europa, Beijing está cambiando la narrativa. La nueva retórica de China señala el éxito que ha tenido el partido comunista al tomar medidas draconianas para controlar la enfermedad, contrastando sus esfuerzos con la respuesta caótica que ha habido en EEUU y en gran parte de Europa.

Esta versión de eventos está diseñada tanto para convencer al público chino como al internacional. Si gana terreno, los efectos geopolíticos del coronavirus persistirán, incluso después de que se haya encontrado una vacuna para la enfermedad. La creencia de que China está en ascenso y que el Occidente está en un declive inexorable ganará nuevos seguidores. Y los argumentos a favor del autoritarismo y en contra de la democracia se harán con mayor audacia, tanto en China como en el Occidente.

Esa evolución de los acontecimientos parecía poco probable cuando el virus se arraigó en China. Las prácticas riesgosas en los mercados chinos, seguidas por un encubrimiento oficial, ayudaron a que la enfermedad se extendiera fuera de control. EEUU, Italia y otros países prohibieron todos los vuelos desde China, lo que contribuyó a la sensación de que el país se había convertido en un paria. Sin embargo, incluso en ese momento, las voces a favor del régimen en China insistieron en que el partido comunista saldría reivindicado de la crisis. Eric Li, un comentarista político nacionalista, me argumentó a fines de enero que "la capacidad estatal y la cultura colectiva son las dos características únicas y fuertes del sistema político de China que finalmente permitirán que el país pueda combatir esta crisis exitosamente".

En ese momento, parecía un argumento bastante desesperado. Pero China efectivamente confinó a cerca de 60 millones de personas a sus hogares en la provincia de Hubei, al tiempo que impuso controles de movimiento a cientos de millones más. Y, por ahora, esto parece haber funcionado. Nicholas Christakis, profesor de Yale, expresó un sentimiento generalizado al elogiar a China por "un logro sorprendente desde el punto de vista de salud pública".

NICOLAS ASFOURI / AFP

A medida que el virus se ha calmado en China, Beijing ha comenzado a ofrecer gestos de apoyo al resto del mundo. La semana pasada, médicos chinos volaron a Italia con 31 toneladas de suministros médicos de emergencia, llegando justo cuando los italianos estaban lamentando la falta de apoyo de sus vecinos de la UE.

La máquina de propaganda china está utilizando esta evolución de eventos para elogiar al presidente Xi Jinping y al sistema chino. El People's Daily recientemente se jactó de que "China ha reunido la imaginación y el coraje necesarios para manejar el virus, mientras que EEUU se sigue tambaleando". Un artículo para la agencia de noticias Xinhua incluso afirmó que el manejo de la crisis por parte de Xi demuestra que tiene un "corazón puro, como el de un recién nacido".

Estos tipos de elogios son ridículos. Sin embargo, el comportamiento del líder chino realmente parece positivo en comparación con la reacción tambaleante del presidente de EEUU, Donald Trump, quien en varias ocasiones sugirió que la enfermedad desaparecería "como un milagro", o que era un engaño propagado por sus enemigos. Para muchos liberales occidentales es fácil criticar a Trump, pero es más difícil reconocer o remediar las fallas en el sistema democrático de EEUU, que han colocado a una persona obviamente incompetente como él en la Casa Blanca. El sistema de EEUU también ha exhibido deficiencias más amplias, como el estado destartalado de su sistema de salud pública, que hasta ahora ha contado con muy pocas pruebas para el virus. El resultado de toda esta incompetencia política tal vez sea la muerte innecesaria de miles de sus ciudadanos.

AFP

Mientras tanto, Europa es ahora el epicentro de la epidemia. La renuencia de los gobiernos de la Unión Europea y del Reino Unido a tomar medidas duras rápidamente fue en parte un fracaso de la imaginación. Pero también reflejó las dificultades que tendrán las democracias para mantener las restricciones al estilo chino por mucho tiempo. A medida que España, Italia y Francia imponen controles duros sobre los movimientos de las personas, las capacidades administrativas y sociales de la democracia europea están enfrentando una prueba de estrés extraordinaria.

Todavía es demasiado pronto para acoger el argumento de los autoritarios. En Asia, las democracias como Corea del Sur, Singapur y Taiwán parecen haber hecho un buen trabajo para contener la propagación de la infección sin recurrir al bloqueo total. En cambio, su respuesta se ha basado en el uso de pruebas generalizadas y la rápida implementación del distanciamiento social, medidas que EEUU y la UE probablemente fueron demasiado lentos en adoptar. El gobierno chino también enfrenta preguntas incómodas sobre cómo permitió que el virus se descontrolara en primer lugar, y sobre lo que sucederá a medida que se alivien las restricciones de movimiento. La ansiedad oficial sobre estos temas se refleja en la desaparición de algunos que se han atrevido a criticar el manejo de la crisis por parte de Xi. Además, algunos funcionarios chinos también están buscando transferir la responsabilidad, al sugerir que el virus realmente se originó en EEUU.

Esa forma de propaganda parece innecesaria porque la narrativa global sobre el coronavirus ya está cambiando a favor de China. Por supuesto, esto podría cambiar a medida que los eventos se desarrollen a un ritmo desconcertante. Pero en este momento, parece que China ha pasado por lo peor, mientras que el brote en el Occidente apenas está comenzando.

La última crisis global, el colapso financiero de 2008, provocó una pérdida de confianza en el Occidente y un giro en el poder político y económico hacia China. La crisis del coronavirus de 2020 podría forzar un cambio mucho más grande en la misma dirección.

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