Los desafíos del Mercosur en un nuevo contexto internacional

Los inéditos impactos económicos, sociales y políticos generados por la COVID-19, están acelerando los debates que, desde tiempo atrás, se venían dando sobre el funcionamiento de la institucionalidad internacional. Cabe recordar que la OMC enfrenta, hace ya varios años, una profunda crisis, Naciones Unidas resiste extensos cuestionamientos, mientras que otras organizaciones de diversa naturaleza tales como la OTAN y la OEA tampoco atraviesan su mejor momento. En el marco de la pandemia, están al orden del día los embates contra organizaciones como la OMS, con un rol central en la batalla contra la enfermedad.

Los procesos de integración no están exentos de las tensiones señaladas, sino que, por el contrario, también muestran signos de agotamiento y en algunos casos enfrentan tormentas con resultados que aún son difíciles de cuantificar, como ocurre con la Unión Europea por el Brexit. Otros históricos procesos de integración como el SICA, la Comunidad Andina, la ALADI y el Mercosur debaten sobre sus logros y los objetivos originarios.

Los acuerdos comerciales conocidos por la sigla TLC, ya no presentan las mismas características que los cerrados en la década del noventa y primeros años del siglo XXI, los mismos han migrado hacia convenios con cada vez mayor cobertura y alcance donde ya no se habla de bienes y servicios, sino más bien de un comercio basado en normas, donde el objetivo final es la creación de espacios integrados para facilitar los negocios. En los últimos años se ha observado la aparición de los conocidos como mega bloques, como el TPP 11, el RCEP o el propio AfCFTA en África. Por otro lado, el contenido del T-MEC abre una nueva etapa para los acuerdos comerciales debido a la inclusión de disposiciones de última generación.

A las dinámicas que ya tensionaban parte del sistema internacional, se le suma una profundización de la puja por el liderazgo mundial entre Estados Unidos y China, con recientes y preocupantes nuevos incidentes, además de los desafíos que enfrentan todos los estados por la crisis sanitaria mundial. En suma, más conflictos, una agenda global cada vez más sofisticada, pero con estados debilitados y en algunos casos, hasta enfrentados.

En este convulsionado contexto internacional Uruguay asume la presidencia pro tempore del Mercosur por los próximos seis meses, tomando las riendas de un bloque que encuentra sin diálogo a sus dos principales economías. En dicho período, se deberá articular la compleja relación de los líderes de Argentina y Brasil, buscando sostener los consensos mínimos que se habían alcanzado tiempo atrás entre los cuatro miembros originarios y calibrando adecuadamente el nivel de reformas que se pueden proponer en la mencionada coyuntura.

Uruguay recibe la presidencia de manos de Paraguay, que en los últimos seis meses buscó sin éxito dar continuidad a las negociaciones para reformar el arancel externo común del Mercosur, una demanda más que justificada. Se trata de un instrumento que ya no refleja la realidad del comercio internacional y que transforma al Mercosur en uno de los bloques más proteccionistas del mundo. Mientras tanto, las perforaciones de la tarifa externa común son cada vez mayores y en productos muy sensibles para el comercio regional, como ocurrió recientemente con el trigo en Brasil.

En cuanto a la zona de libre comercio, aún enfrentada a barreras no arancelarias y medidas que violan los compromisos comunitarios, también se buscó avanzar en las negociaciones de los grupos del azúcar y del sector automotriz (los que están excluidos del Mercosur), donde una vez más, se constataron las diferencias entre los socios. En cuanto a los nuevos temas, Paraguay presentó los avances en la negociación de un protocolo sobre comercio electrónico, siendo uno de los tantos asuntos de importancia cada vez mayor en el comercio internacional, el que, por cierto, no contaba con legislación en el Mercosur.

En la agenda externa, se dio continuidad al proceso de revisión jurídica del acuerdo entre el Mercosur con la Unión Europea y el EFTA, pero no se logró sostener rondas de negociación con Corea del Sur, Canadá y Singapur, lo que se debió a una combinación de factores asociados a la crisis sanitaria y las posiciones de Argentina y Brasil.

En el marco de su presidencia, Uruguay debe insistir en la reforma del arancel externo común, lo que no implica apostar a un perfeccionamiento de la unión aduanera. El foco tendría que estar en mejorar el funcionamiento de la zona de libre comercio eliminando las barreras no arancelarias e incorporando los servicios, además de seguir avanzando en el tratamiento de los nuevos temas como por ejemplo el comercio electrónico.

Respecto a las negociaciones externas, enfrentará al desafío de evitar cualquier freno al proceso de incorporación del acuerdo con la Unión Europea. En paralelo, tendrá que proponer a los socios un mecanismo de negociaciones a distintas velocidades, ya que parece evidente que los miembros del bloque no podrán mantener el ritmo de las negociaciones en curso y, mucho menos, abrir nuevas con países asiáticos como China, Japón o los miembros de la ASEAN. 

Para alcanzar dichos objetivos se necesitará de definiciones y voluntad política al más alto nivel, además de una cancillería con visión estratégica, muy activa y concentrada en la consecución de los objetivos planteados por el presidente Lacalle Pou sobre el Mercosur y la inserción internacional del país.

*Doctor en Relaciones Internacionales. Profesor titular, decano de la Facultad de Ciencias Empresariales y director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Universidad Católica del Uruguay. Integra el Sistema Nacional de Investigadores de la ANII. Académico de Número.