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Lucha contra el robo de ideas es inútil

China no aceptará la inferioridad y el Occidente no debería querer que lo hiciera

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21 de noviembre de 2019 a las 15:05

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Por Martin Wolf

¿Qué tienen en común el papel, la impresión con tipos móviles, la pólvora y la brújula? La respuesta es que fueron invenciones chinas. Sin ellas, los avances europeos a partir del siglo XV en adelante habrían sido mucho más difíciles, si no imposibles.

Esta historia ilustra por qué deberíamos querer que el conocimiento productivo fluya por el mundo entero. El conocimiento también "quiere ser libre" porque, a diferencia de una mercancía, mi uso de tu idea no te impide a ti, ni a nadie más, usarla. En la jerga económica, el conocimiento es un bien "no rival" en cuanto al consumo, lo cual le da el carácter de un "bien público".

Pero la creación de esa nueva idea bien puede haber sido costosa. Si tú supieras que yo, y todos los demás, pudiéramos usarla sin proporcionar compensación alguna, es probable que tú estuvieras menos inclinado a desarrollar la idea. Éste es un caso del "problema del polizón” (o “problema del parásito”). Es por esto que existen los derechos de propiedad intelectual, los cuales crean un monopolio temporal de la idea, para resolverlo.

Sin embargo, como lo ha señalado el economista australiano Nicholas Gruen, al resolver el problema del polizón, perdemos la "oportunidad del polizón": la capacidad de usar libremente las ideas de otras personas como base y desarrollarlas. A la larga, esto último domina. Somos los beneficiarios de una gran cantidad de ideas, desde la rueda en adelante. Podría decirse que ésta es la característica definitoria de los humanos.

Existe un equilibrio, entonces, entre resolver el problema del polizón, otorgando monopolios temporales, y explotar la oportunidad del polizón, haciendo que las ideas estén disponibles gratuitamente de inmediato. Por esta razón, los monopolios temporales no son la única forma de estimular la innovación. Las alternativas incluyen la investigación subsidiada y los premios focalizados. El régimen de derechos de la propiedad intelectual con el que contamos tiene méritos. Pero es un acuerdo imperfecto entre intereses en conflicto, uno de los cuales –el de las empresas establecidas– es probablemente más poderoso.

Joseph Stiglitz, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 2001, va más allá, argumentando que, al reducir el conjunto de ideas recientemente disponibles en las que otros pueden inspirarse, y al aumentar el alcance del confinamiento del "conocimiento común", los regímenes de propiedad intelectual más estrictos pueden conducir a una menor innovación, e incluso a niveles más bajos de inversión en innovación. Las oportunidades del polizón realmente importan.

Los derechos de propiedad de las ideas son tan valiosos que se han convertido en una fuente importante de conflicto internacional. En su libro The Hundred-Year Marathon (El maratón de cien años), Michael Pillsbury afirma que "China… regularmente piratea las entidades comerciales extranjeras… convirtiéndolo en el mayor perpetrador de robo de propiedad intelectual del mundo. Esto les permite a los chinos hacer trampa en su ascenso por la escalera tecnológica".

Esta preocupación no es nueva. En el siglo XVIII, y a principios del XIX, el Reino Unido era el país líder y EEUU se estaba esforzando por emparejarse. A finales del siglo XVIII, Inglaterra debidamente penalizó la exportación de maquinaria textil y la emigración de la mecánica textil. Pero un tal Samuel Slater emigró encubiertamente a EEUU en 1789 para comenzar una moderna industria textil (la industria "tecnológica" de la época). Otras ideas británicas cruzaron el Atlántico, especialmente los ferrocarriles, así como había sucedido con las ideas chinas que llegaron a Europa siglos antes. Sin embargo, a fines del siglo XVIII y en el XIX, la protección contra las importaciones fue la principal herramienta de la política industrial estadounidense (bajo la influencia de Alexander Hamilton).

¿Cómo se compara esto actualmente con China? Desde su accesión a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, las políticas comerciales de China han sido menos proteccionistas que las de EEUU durante el siglo XIX. China también se ha esforzado por cumplir sus obligaciones con la OMC en materia de propiedad intelectual. Pero, a juicio de sus socios, esto ha sido extremadamente inadecuado. Eso se debe, en parte, a que los regímenes legales chinos son defectuosos y también a que China está decidido a emparejarse con los países más avanzados de la actualidad, tal como aquellos países buscaron hacerlo en el pasado.

China no aceptará una permanente inferioridad. Tampoco deberíamos desear que fuera permanentemente inferior. Más bien, deberíamos querer que las energías del pueblo chino utilizaran nuestras ideas como base para desarrollarlas. Así es como ocurre el progreso. Debería suceder. De hecho, ya está sucediendo.

A continuación les presento cuatro conclusiones:

La primera es que los derechos de propiedad intelectual actuales no representan un dictamen absoluto moral o económico. Representan un arreglo. Es discutible que la protección actualmente sea excesiva: los derechos de autor duran demasiado tiempo y las patentes se otorgan con demasiada facilidad. Esto refuerza el monopolio.

La segunda conclusión es que el deseo de China de obtener acceso a la mejor tecnología es inevitable y, a la larga, probablemente sea beneficioso. En cualquier caso, la filtración de conocimientos es inevitable. El flujo no se detendrá.

La tercera es que China ya es una fuente de nuevos conocimientos. Por esta razón, su propio interés en proteger la propiedad intelectual está creciendo. Esto debería ser la base de un nuevo acuerdo entre China y sus socios. A largo plazo, deberíamos anticipar que el flujo de ideas sea cada vez más bidireccional.

Por último, las personas en los países avanzados debieran concentrarse menos en proteger el conocimiento que tienen y más en los recursos e instituciones que sostendrán la innovación. El valor del conocimiento existente se erosiona a medida que fluye. Mayores avances son esenciales. Los derechos de propiedad intelectual representan sólo una solución parcial. Un asalto a la investigación científica gratuita ocasionará daños que dichos derechos de propiedad no pueden compensar.

Como argumenté la semana pasada, los países de altos ingresos deben combinarse, con el fin de llegar a un nuevo acuerdo con una China en progreso, en base a los beneficios mutuos y dentro del contexto de la OMC. La protección de la propiedad intelectual debe ser parte de esa discusión. Pero las demandas tienen que ser razonables. China está merecidamente decidido a convertirse en un motor de innovación. En algunas áreas, ha tenido éxito. Podemos tratar de hacérselo más difícil, pero no debemos tratar de detenerlo.

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