En el Ciudad Vieja Hostel, un hostal en el barrio histórico que abrió en agosto del año pasado, se respira tranquilidad. Pasado el mediodía prácticamente no queda nadie en las habitaciones. Desde las escaleras se asoma con cara de extraviado un muchacho pálido, casi albino. Es Jacob Wood, 23 años, australiano. Llegó el martes, sigue viaje el jueves para Punta del Este y de ahí hacia Brasil. Habla sin sacarse los auriculares de los oídos. "Montevideo me quedaba bien en mi itinerario", explica.
El viaje de Woods y su paso por Uruguay se parece más a la regla que a la excepción. El mochilero que llega a Montevideo por lo general no duerme más de dos noches aquí, según informan encargados de los hostels locales consultados. Es poco, si se considera que estos particulares viajeros emprenden recorridas de meses o incluso un año.
Está claro que son minoría los que cruzan a Montevideo, pero suficiente como para que la oferta y la cultura hostel se haya desarrollado también en Uruguay. Según observan los operadores de estos alojamientos, Montevideo se convirtió en una ciudad de tránsito entre Buenos Aires y Brasil. La capital uruguaya es una escala técnica para los que suben por la costa del Atlántico. En esta época del año, el éxodo mochilero tiene como destino el carnaval de Río de Janeiro o Bahía, principalmente. En el camino, ligan visitantes Punta del Este y la costa de Rocha.
El viaje de mochilero es considerado una especie de rito de pasaje a la adultez en las sociedades de origen de estos muchachos, explica Platero. El boom de sudamérica como destino se explica por múltiples factores, desde el componente exótico y de tierra por descubrir del contintente a la ventaja de traer moneda fuerte en la billetera o la seguridad, lejos de tsunamis y atentados.
Sólo en alojamiento, el mochilero gasta un promedio de US$ 10 por noche. Los hostales proveen cocinas, que generalmente son el espacio para sociabilizar e intercambiar consejos de qué lugares visitar. Los backpackers son la prueba de que Montevideo es, a pesar de todo los preconceptos de los propios montevideanos, una ciudad atractiva en verano. Aunque sea solo de paso, los mochileros la tienen en el itinerario.
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