GEORG HOCHMUTH / APA / AFP

Negacionistas, go home

Lo que podían parecer excentricidades se puede transformar en peligro sanitario

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26 de diciembre de 2020 a las 05:04

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El peligro de las personas/personajes que se vuelven caricaturescas, es que suelen dar gracias, asombro, irritación y hasta enojo, pero también -casi sin darnos cuenta, entre bromas y tomadas de pelo- inciden en una porción mayor o menor de quienes escuchan sus dislates. Hay muchos de estos casos en la política uruguaya y el último en llegar a ese pedestal de “qué personaje!” es César Vega, que ahora parece ser un “negacionista” de la primera ola de la pandemia uruguaya. Este negacionista es diputado nacional por el Partido Ecologista Radical Intransigente y, lo que antes podían parecer excentricidades u opiniones y posiciones diferentes, en este caso se puede transformar en un peligro para la salud Pública.

El peligro de que Vega diga las cosas que dijo es que, incluso desde su nube, su opinión es la de un diputado electo. No es el vecino de la esquina ni el gurú de turno. Por si se lo perdieron en la locura de esta semana, Vega dijo que el país debe “dejar la locura de los hisopados a diestra y siniestra”, que la Organización de las Naciones Unidas “reconoció textualmente que la detección del SARS-CoV-2 tiene un grave problema”. Pero que es “es difícil de explicar”.

Es fácil caer en la tentación de minimizar el alcance de expresiones como éstas, pero también es ingenuo. Los negacionistas del covid-19 existen en todo el mundo y son legiones. Algunos lo han dicho directamente (el virus no existe) y otros fantasean con teorías conspirativas (fue creado para sacarse de encima a una parte de la población mundial, o para afectar a alguna potencia mundial).

Vega dijo que en Uruguay los test PCR están dando “más de lo que tienen que dar”, porque además de reaccionar ante el virus lo hace a “otras cosas”. “Podría llamarles falsos positivos”, afirmó para luego aclarar que está asesorado “ por un alto nivel de médicos, algunos que no se van a vacunar”. Además consideró que no había que entrar en una “locura” porque eso genera miedo y “el miedo baja significativamente las defensas de las personas”. “Cuando tú tienes miedo un perro te muerde, un virus te ataca”.

Miedo. Miedo a los bolazos deberíamos tener.

Todo esto me llevó a reflexionar, de nuevo, sobre la diferencia entre opinión y hechos, tan discutible como todo el resto de lo que sucede en este mundo. No hay blanco y negro en nada en este vida, pero en materia de una pandemia que provocó más de 1.6 millones de muertes, 75 millones de contagios, reventó economías, dejó a millones sin trabajo y dejará a más millones (sobre todo niños) vulnerables a la miseria y el hambre, ya es tiempo de parar la pelota. 

Yo puedo opinar que los negacionistas del Covid-19 son unos anormales (y elijo el adjetivo más respetuoso de la sarta que se me ocurre), pero la realidad es que no hay ningún estudio que fundamente mi pensamiento o que estudie la manera de pensar de las personas que se niegan a aceptar hechos que rompen los ojos y  que están confirmados por la ciencia. Claro que está lleno de personas que no creen en la ciencia…

Puedo opinar que el gobierno hizo todo fantásticamente bien o que se durmió con algunas medidas, pero no puedo “opinar” que un virus no existe, que no afectó a tantas personas como dicen, que los números son falsos, que la vacuna va a dejar infértiles a las mujeres, etc, etc, etc. Hay hechos que no están sujetos a opinión, sino a confirmación. 

A principios de este año, cuando las primeras noticias sobre el virus comenzaban a llegar, no fue Vega el que salió a tirar bolazos. Hubo varios de mis colegas que no perdieron la oportunidad de comparar una y otra vez al Covid con “una gripecita” (sic). Tal vez en el futuro este virus se transforme en una gripecita, ojalá, en el sentido de que nuestro organismos en la mayoría de los casos lograrán combatirlo y seguir adelante. Claro que la gripe antes (y, a veces ahora) también puede ser mortal, pero no al nivel en que lo es, ahora, el covid.19.

Como estoy convencida de que en este tema, como en todos pero con más urgencia, es necesario separar opinión de hechos científicos, evitaré hacer afirmaciones que suscribo pero que le corresponde explicar a los científicos. A nosotros, ciudadanos de a pie, nos corresponde informarnos, escucharlos con atención, discutir sí -cómo no- sobre lo que no nos cierra y asesorarnos adecuadamente para tomar decisiones, algunas para protegernos ahora y otras que tengan que ver con darnos una de las vacunas.

Nada de lo que yo diga convencerá de nada a quienes dudan de la ciencia. Cuando miro hacia atrás y repaso los avances científicos que se lograron en este 2020, me asombro. Nunca antes se había logrado una evolución similar a la hora de buscar combatir una pandemia. Una vacuna llevaba promedialmente 10 años de desarrollo, en buena parte porque casi nunca se contaba con la inversión necesaria para poder investigar a tiempo completo, en varios países al mismo tiempo y con colaboración constante entre equipos públicos y privados. 

Un 1 de diciembre de 2019 apareció ”el paciente cero” con síntomas en Wuhan, China. Poco más de un mes después, el 5 de enero de 2020, un equipo en Shanghai secuenció el código genético del virus en alrededor de 40 horas. El 11 de enero China reconocio la primera muerte. El 16 de marzo la vacuna candidata de Moderna comenzó la fase 1 de ensayos clínicos. Hacia setiembre, el New England Journal of Medicine ya tenía más de 30 mil artículos presentados, 16 mil más que en todo 2019. El 8 de diciembre una mujer del Reino Unido recibió la primera vacuna, la de Pfizer. 

Es saludable y productivo que cada uno de nosotros investigue con fuentes confiables científicas sobre las vacunas que ya se están dando y otras que están en etapa final de desarrollo. Es saludable que en Uruguay se haya decidido que vacunarse será voluntario. Desde que nacemos nos damos vacunas obligatorias que nos protegen de varias enfermedades que antes se cobraban millones de vida. Esta voluntariedad con respecto a la vacuna del Covid-19 supone un factor de comunidad que debemos tener en cuenta. Si somos muchos los que decidimos no vacunarnos (aunque esto no es lo que indican los estudios de opinión pública), estaremos en problemas. Si es así, el gobierno tal vez deba hacerla obligatoria. Todo esto no lo sabremos hasta bien entrado 2021, o incluso más adelante. 

Parece que hace mucho que estamos peleando con el virus, pero esta batalla recién empieza. Además de ciencia, científicos, gobiernos y regulaciones, necesita de raciocinio. λ

 

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