Pancho Perrier

Otra semana histérica

El covid-19 no da tregua a un mundo que oscila entre la frustración y la esperanza

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13 de noviembre de 2020 a las 21:57

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Se cierra en el mundo otra semana histérica. Por un lado, centenares de millones de personas sufren encierros obligados por el covid-19, con toques de queda incluidos. Las medidas son particularmente duras en Francia, Reino Unido, España y Polonia. Casi nadie puede viajar a ninguna parte. Por otro lado, algunos anuncios sobre vacunas azuzaron las esperanzas y provocaron cierta euforia bursátil.

El gigante estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNTech informaron que pronto podrían contar con una vacuna eficaz contra el coronavirus. Algo similar hicieron las autoridades rusas y su instituto de investigación Gamaleïa.

Según la Organización Mundial de la Salud, hay 47 proyectos de vacunas en fase de ensayos clínicos, entre ellos el de la farmacéutica estadounidense Moderna, los de varios laboratorios estatales de China, y el británico de la Universidad de Oxford junto a AstraZeneca.

La rapidez de la investigación es inusitada, como los intereses financieros y políticos. Pero la velocidad puede ser enemiga de la seguridad.

Las bolsas de valores se dispararon el lunes por la esperanza de que acabe pronto la pandemia de covid-19, que ha provocado 1,3 millón de muertes en 11 meses y una catástrofe económica mundial.

En realidad, Wall Street corrigió al alza ciertos productos depreciados por la pandemia, como el petróleo, mientras moderó el aumento de otros activos “sobrevaluados” por el encierro, como las tecnologías vinculadas a Internet.

Lo cierto es que no habrá vacuna para la mayoría de las personas hasta bien entrado el año 2022, e incluso más allá.

Y si se consigue producir en masa una vacuna eficaz contra el covid-19, la cuestión siguiente será cuánta gente aceptará vacunarse, advirtió la agencia AFP el lunes. Según un estudio de la revista británica Royal Society Open Science, hasta un tercio de la población de algunos países, incluyendo México y España, es propensa a creer en las informaciones falsas que circulan en las redes sociales acerca del covid-19, lo que aumenta la desconfianza hacia la vacunación.

Mientras tanto Uruguay está dejando de ser el paraíso bucólico casi libre de covid-19 que fue durante el invierno, aunque conserve una posición de privilegio.

La proliferación de casos, que promedian más de 75 por día desde el domingo pasado, presionan sobre el sistema de rastreo y control. Algunos centros de salud dan señales de desborde o fatiga.

Cerro Largo es el primer territorio uruguayo en tomar un color naranja, mientras otros, incluido Montevideo, están en amarillo.

Pronto el promedio de casos diarios en Uruguay puede pasar de 100, y es probable que entonces las autoridades deban considerar un cierre parcial de ciertas actividades.

Ciertas investigaciones muestran que las principales causas del rebrote de covid-19 en el mundo fueron las reaperturas a plena capacidad de restaurantes, gimnasios, hoteles, cafés y centros religiosos, así como fiestas y bailes masivos.

Algunos gobiernos claramente se han rendido ante la pandemia y optan porque las cosas transcurran más o menos libremente. Parece ser así en Brasil, Estados Unidos, México, Suecia y, hasta cierto punto, en Argentina e Italia.

Brasil abrió sus fronteras al turismo extranjero, pues ya no tiene nada que perder; mientras Uruguay tiende a cerrarse cada vez más, como buena parte de Europa occidental.

El país más afectado por la pandemia sigue siendo Bélgica, con casi 1.200 muertos por millón de habitantes, seguido por Perú (casi 1.100), España (860), Brasil, Chile y Argentina (alrededor de 770), Estados Unidos y México (750 muertos por millón), y luego Reino Unido, Ecuador e Italia.

Uruguay ha sufrido 18 muertes por covid-19 por millón de habitantes.

Diez de cada 100 uruguayos ya han sido testeados. Es un promedio de pruebas superior al de Argentina, igual al de Brasil, y muy abajo de países particularmente afectados por la pandemia, como Chile, Estados Unidos y casi todos los europeos.

Mientras tanto la economía uruguaya tiende a normalizarse, aunque con más desempleo y pobreza. Decenas de miles de empresas quebraron o están en serios problemas. Muchas ni siquiera pagan los salarios en fecha, y difícilmente cumplan con aguinaldos o salarios vacacionales.

El desempleo aumenta lenta y seguramente desde 2012; en parte por varios años de cuasi estancamiento y baja inversión, y ahora por el shock que produjo la pandemia.

Los sectores más afectados por el desempleo en los últimos años han sido la construcción, la industria manufacturera y el comercio.

En Uruguay los líderes políticos ahora discuten sobre el sector púbico y sus funcionarios, pues este mes se resuelve la ley de presupuesto. Mientras tanto tiembla el sector privado por la parte que le pueda tocar.

El Estado uruguayo es deficitario, debe demasiado y no tiene dinero para financiar políticas anticíclicas. Pero nadie perderá su puesto de trabajo en el sector público en esta crisis, salvo eventuales y contratados. El ajuste lo paga el sector privado, como es habitual.

Por regla, el nuevo gobierno trata de mostrar su mejor perfil, aunque sea poco agraciado, y pone nuevos nombres a viejas cosas feas. Y la oposición luce muy ansiosa porque al gobierno le vaya mal, por ejemplo en el combate al delito, aunque eso implique que a todos les vaya mal. 

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