Leonardo Carreño

Pandemia y Mercosur

Cuando se le pide a la población “libertad responsable” encontramos una respuesta negativa en importantes sectores, pero dependemos de nosotros mismos; no sucede lo mismo en el bloque regional

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04 de abril de 2021 a las 05:00

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Un amigo, viendo la gráfica del jueves de casos diarios confirmados por millón de habitantes (se toma el promedio de los últimos 7 días) entre Uruguay, Chile, Paraguay, Brasil y Argentina, en la que Uruguay duplicaba a todos estos países, me dijo: “Nos estamos yendo del Mercosur”. Y le respondí: “Es verdad, y también ocurre en la vacunación donde estamos despegados con Chile en el top cinco mundial”.

¡Qué contradicción! Lo que hace el gobierno funciona de maravillas, a pesar de que decíamos que nos habíamos dormido, que confiábamos en el COVAX de la OMS. Cuando hubo que apretar el acelerador, comprar vacunas y distribuirlas por todo el país, se hizo en forma muy eficiente. Ahora, cuando se le pide a la población “libertad responsable”, que es lo único a lo que se puede apostar en una sociedad libre, encontramos una respuesta negativa en importantes sectores de la población. Al principio, el miedo a lo desconocido nos llevó a quedarnos en casa. En cuanto ya no fue más desconocido, empezamos a salir y no volvimos a entrar. Ya la responsabilidad se había ido por la ventana. Fiestas clandestinas, actos políticos o semipolíticos, circulación sin mascarilla ni distanciamiento. ¿Qué espera la gente, en especial los partidarios de la cuarentena? ¿Un estado policíaco? En eso se ve como los extremos se unen en los sectores antivacunas y los sectores radicales de izquierda que detestan el concepto “libertad responsable”. Ni a unos ni a otros les gusta ni la libertad ni la responsabilidad. Prefieren un estado omnipresente que nos diga lo que debemos hacer. Y ya, después de un año de pandemia declarada, todos sabemos perfectamente qué es lo que hay que hay hacer para evitar la difusión del virus y la saturación del sistema hospitalario. Y entre tanto, esperar los efectos de la vacunación que van a venir más pronto que tarde.

Es de esperar que el lamentable fallecimiento de personajes públicos como Andrés Abt y Alberto Sonsol, tan importantes como los demás fallecidos por cierto, suenen como campanas de alerta entre quienes actúan como si esto fuera una gripe más o una conspiración mundial de Bill Gates y otros multimillonarios junto con el gobierno chino para ganar poder y dinero.

El riesgo de una pandemia como la actual no es nuevo. Ya en 2005 el entonces presidente de los Estados Unidos George W. Bush, alertaba del riesgo cierto de una pandemia descontrolada transmitida de hombre a hombre y ante la que no había cura. Y en aquel entonces China no tenía tanto poder (aunque sí había tenido brotes de virus del tipo SARS) ni Gates tanta fortuna. Es que estaban las condiciones propicias para que se desarrollara algo parecido a lo que estamos viviendo.
Nadie tomó en cuenta ni esta ni otras advertencias. Y ahora, 15 años después, estamos padeciendo de algo que parecía una gripecita que se iba en 3 meses en cuanto llegara el verano. No fue así. Hubo segunda y tercera olas. Lo que si llegó mucho antes de lo pensado fueron las vacunas, de todo tipo y origen, que nos ha devuelto la esperanza. Ayer viernes el New York Times, señalaba que los vacunados con dos dosis podrían hacer una vida casi normal en lo laboral y social aunque manteniendo por un tiempo las medidas básicas que todos conocemos.

Buena noticia para nosotros que vamos muy bien en la vacunación aunque mal en el manejo social de la pandemia y que además tenemos una frontera porosa con un vecino que tiene una situación crítica como es Brasil. Pero igual seguimos dependiendo de nosotros mismos, de nuestro comportamiento, de no aflojar en lo más oscuro de la noche, cuando cunde la desesperanza, cuando uno casi no quiere ni ver los números de contagios y fallecidos que publica diariamente el SINAE.

Donde no dependemos de nosotros mismos es en el estancado e irrelevante Mercosur. Acaba de cumplir 30 años y parece un viejo de 100. Incapaz de funcionar entre sí, incapaz de hacer acuerdos con otros bloques e incapaz de permitir que sus socios hagan por su cuenta acuerdos con otros países u otros bloques. ¿Por qué? Porque la institucionalidad del Mercosur es débil y no está preparada para la ambiciosa tarea de formar un mercado común. Y la institucionalidad de los dos principales socios es también débil. Brasil es un país sin partidos políticos donde todo se negocia o se compra (recordar el famoso “mensalao” de Lula). Argentina es una calamidad que va de mal en peor. ¡Su PIB per cápita está estancado desde hace 50 años! Sí, estimado lector, leyó bien: ¡¡50 años!! Algo que debería dar vergüenza propia y ajena. Un país que no respeta las reglas y que incluso festeja no hacerlo. Un país que viola sistemáticamente el art. 1 de Tratado de Asunción que establece “la libre circulación de personas, bienes y servicios”.

Entonces hay una tormenta perfecta: débil institucionalidad del Mercosur y mala institucionalidad de los principales socios. En esa tormenta debemos navegar. ¿Quedarnos o irnos? ¿O negociar con un tercero y ver que pasa? La respuesta es mucho más difícil que la de la pandemia, aunque esta nos acucie más día a día. 

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