Pixar, la máquina de fabricar emociones, estrena su película número 20

Con la llegada de Los Increíbles 2, el estudio marca dos etapas diferenciadas que muestran su evolución en el arte del cine animado

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16 de junio de 2018 a las 05:00

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La animación era simple. Eran dibujos animados. La nomenclatura tenía razón de ser, porque técnicamente eran eso: dibujos animados. Desde las fantasías animadas de ayer y hoy de la Warner –con Bugs Bunny a la cabeza– hasta los clásicos de Disney, por décadas la animación se basó en el trazo, en el plano y en la creación de storyboards que secuenciados formaran historias para todos los públicos. El pulso de los dibujantes era el común denominador en esas producciones y el papel el lugar donde se plasmaban los sueños.

Sin embargo, llegó 1995. Un año antes, El Rey León había demostrado que la animación estaba más que vigente y que las posibilidades narrativas de ese recurso no tenían nada que envidiarle a la imagen real. El Rey León se convirtió en un clásico instantáneo. Pero cuando un cineasta llamado John Lasseter abrió el cuarto de Andy al mundo, todo cambió. Allí, un cowboy con una serpiente en su bota –Woody– y un héroe intergaláctico –Buzz Lightyear– cobraron vida en la ficción y pasaron a ser una referencia cinematográfica. Toy Story, la primera película de Pixar –en colaboración con Disney–, llegó a los cines y revolucionó la forma de producir animación. Fue el primer largometraje animado hecho, en su totalidad, con efectos digitales de la historia del cine.

El cambio de paradigma se notaba. Los personajes tenían más dimensiones –físicas y emocionales– y el mundo que presentaba la película parecía mucho más real que todo lo visto en los años previos. El público la aclamó, la crítica también. Todavía no se había creado la categoría a Mejor película animada en los Oscar, pero tuvo tres nominaciones que significaron un respaldo oficial que prometía un comienzo soñado para la compañía.

Luego de aquel suceso, varias empresas de tecnología se interesaron en las propuestas de Pixar, y se convirtió en un referente en la materia. La compañía, que había comenzado como una pequeña división de otro gran imperio cinematográfico –Lucasfilms– y que había sido propulsada por las ideas de Steve Jobs, se convirtió pronto en una de las empresas más ascendentes de la industria.

Toy Story fue el puntapié ideal para que Pixar forjara el imperio de animación que es hoy, uno que cambió las reglas de juego de la animación y que creó algunos de los clásicos más importantes de los últimos 20 años. Cada uno de sus estrenos se convirtió en un evento cinematográfico en sí mismo y sus arcas se llenaron de dinero y sus repisas de premios.

En 2018, a 23 años del estreno de Toy Story, Pixar presenta su película número 20. Será Los Increíbles 2, una secuela de la exitosa –cuándo no– película de 2004, dirigida por Brad Bird. Aquel fue uno de los títulos más destacados de la compañía y todavía lo sigue siendo, ya que hoy ocupa varios primeros puestos en listas especializadas. La vara está alta, pero las reseñas aseguran que la continuación está a la altura (ver recuadro).


Más allá de este estreno en particular, esta vigésima producción del estudio –que desde 2006 pertenece oficialmente a Disney– permite ampliar la mirada y evaluar cómo ha sido el desarrollo de sus propuestas en todos estos años. El número redondo habilita la posibilidad de hacer un corte transversal en la filmografía y separar sus primeras 10 películas de las últimas 10. Y el ecuador de esta línea de tiempo es el año 2010, cuando Pixar presentó la tercera secuela de la película que lo inició todo.

La era dorada

Cómo seguir. La cuestión era cómo seguir después de Toy Story. Cuando el entusiasmo bajó, los creativos de la empresa liderada en aquel entonces por Jobs y Lasseter debieron enfocarse en la realización de una película que mantuviera el nivel. La opción fue Bichos, una aventura en miniatura, una película que se estrenó en 1998 y que no consiguió emular el revuelo de su antecesora. No fue un fracaso; tampoco un éxito rotundo. Sin embargo, de inmediato llegó Toy Story 2 (1999), la primera secuela de la compañía y la demostración de que la historia de los juguetes de Andy tenía mucha tela para cortar.

Con esa producción, Pixar inauguró una época magnífica en la que cada producto que salía de su fábrica era un éxito y un clásico instantáneo. A Toy Story 2 le siguió Monsters Inc (2001), Buscando a Nemo (2003), Los Increíbles (2004), Cars (2006), Ratatouille (2007), Wall-E (2008) y Up: Una aventura de altura (2009).

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En esas realizaciones, Pixar exploró todo tipo de temas y presentó personajes que conquistaron al público de manera instantánea. A través de sus vivencias, el estudio presentó historias sólidas, con contenidos dedicados a los espectadores infantiles pero de corte maduro, en los que se entremezclaban temas como la muerte, el valor de la familia, la discriminación, el amor propio y el amor por los demás.

En estas primeras 10 películas, Pixar se destacó por ser una máquina de fabricar clásicos y de conquistar logros para la animación. Con la excepción de Bichos y Cars, todas estas realizaciones pelearían un lugar en una lista de lo mejor del rubro en los últimos años, lo que muestra que Pixar construyó su imperio con fuerza, con historias que ya son icónicas y a las que se puede volver una y otra vez.

Esa primera parte es la gran etapa del estudio, cuando la efervescencia creativa estaba en su cenit y cuando todo lo que tocaba se convertía en oro. Con Up, su película más madura hasta la fecha, Pixar cerró su período de esplendor. Una era dorada durante la que todos los espectadores fuimos presa de sus encantos.


La era de la irregularidad

La segunda parte de la historia del estudio comenzó con una de las mejores películas animadas que han salido de la industria estadounidense: Toy Story 3 (2010).

¿Que las terceras partes nunca fueron buenas? Pixar pateó el tablero y produjo un filme que es imposible verlo sin emocionarse, con pasajes de un realismo estremecedor y una animación madura y perfeccionada al detalle. Parecía que, de nuevo, se inauguraba una era de esplendor inigualable, que superaría en calidad a la anterior. Pero no.


Tal vez por el éxito de las secuelas de Toy Story, la compañía decidió que una vez por año volvería a personajes ya presentados y mostraría su continuación. Y no fue la jugada más adecuada, porque después del tremendo arranque de Toy Story 3, el estudio estrenó Cars 2 (2011), su peor película hasta la fecha. Más vacía que su primera entrega, Cars 2 fue uno de los fracasos creativos –sus películas nunca fueron fracasos económicos– más grandes.

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Y no fue la única secuela intrascendente de esta nueva etapa. Buscando a Dory (2016), que contó las aventuras de la olvidadiza protagonista de Buscando a Nemo, fue innecesaria y no logró alcanzar ni la mitad del nivel de aquella primera entrega. Monsters University (2013), que contó el origen de los protagonistas de Monsters Inc, fue una propuesta divertida pero demasiado liviana para los estándares a los que Pixar tenía acostumbrado a sus espectadores. Y si la saga de Cars no resultaba suficientemente insulsa con dos películas, llegó la tercera parte en 2017 para terminar de completar la trilogía más intrascendente y menos interesante del estudio.

Por todo eso, y a pesar de que Los Increíbles 2 parece haber cambiado el rumbo de las secuelas y que Toy Story 4 está en proceso de escritura, el estudio decidió dejar de lado la producción de estas continuaciones y volver, a partir de 2020, a la creación de historias originales, el terreno donde consiguió más éxitos.

Pero no hubo solo secuelas en esta segunda etapa, aunque a diferencia de la época 1995-2009, la calidad de sus producciones originales varió de forma drástica. Los puntos más bajos fueron Valiente (2012) y Un gran dinosaurio (2015), dos historias que viajaron al pasado –medioevo escocés y la época de los dinosaurios, respectivamente– y que, si bien no fueron malas películas, pasaron sin pena ni gloria por la cartelera. Pero, por otro lado, Pixar presentó Intensa-Mente (2015) y Coco (2018), dos de sus mejores creaciones hasta la fecha.

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Todavía muy frescas en la memoria –y en las glándulas lagrimales, en el caso de Coco–, estas dos realizaciones se las arreglaron para combinar críticas excelentes y un afluente de público masivo. Ambas fueron fenómenos de taquilla y llevaron a la sala a familias enteras, que pudieron asistir a dos de las experiencias animadas más enriquecedoras de lo que va del siglo XXI. ¿Un poco drástico? Ni por asomo. Ambas son obras maestras del estudio y, por qué no, de la animación.

El recorrido del estudio por los cines, entonces, deja dos partes bien diferenciadas, una primera época dorada y una segunda más irregular, con tres pilares de la animación bien diferenciados. Los Increíbles 2 llega para cerrar este momento y –como en 1995 y 2010– una nueva entrega de Toy Story dará comienzo a la nueva era.

Con estas dos producciones, Pixar buscará seguir rompiendo taquillas, conquistando corazones y revolucionando la animación, como lo hace desde la década de 1990. Y, desde la butaca, seguiremos recibiendo sus propuestas con mucho gusto.

Vuelve la familia de superhéroes

Los Increíbles (2004) es tan buena que muchas veces ocupa los primeros lugares en las listas de las mejores películas de superhéroes. Por eso estrenar una secuela era una parada arriesgada –más aun si se tienen en cuenta los casos de Cars 2 y 3 o Buscando a Dory–. Esta nueva película presenta a la familia Parr poco después del final de la primera. Es decir, para el espectador han pasado 14 años; para los personajes solo unos pocos días. En esta entrega, es la madre de la familia, Helen Parr/ Elastigirl, la que se pone el traje para convertirse en superheroína de rutina. Pero el resto de la familia no tarda en unirse cuando surge una nueva amenaza. Los Increíbles 2 cuenta con las voces de Holly Hunter, Samuel L. Jackson y Bob Odenkirk.

US$ 1.066

millones recaudó Toy Story 3 en el mundo, la película más taquillera de Pixar. La última de la lista es Un gran dinosaurio, con US$ 332.207.671.



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