AFP

Protocolo de la era de Covid para reuniones cara a cara

Las normas de comportamiento centenarias están cambiando, dejadas a un lado por guías de salud y seguridad más estrictas

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03 de septiembre de 2020 a las 14:18

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Andrew Hill

Es probable que la reina Isabel ya haya estrechado por última vez la mano de un extraño. Incluso si se reanudan las ceremonias estatales, e incluso si otros se sienten nuevamente cómodos con un saludo de ‘palma con palma’, será realmente valiente el servidor del palacio que le aconseje a una monarca de 94 años con un consorte de 99 que se arriesgue a hacerlo.

No hace falta ser miembro de la realeza para haber sentido este extraño cambio en los códigos de la conectividad y de la sociabilidad humanas.

La última cena de negocios a la que asistí antes de que se implementara el confinamiento fue organizada para discutir la confianza. Los invitados incluyeron empresarios, filántropos, financieros y un clérigo de alto nivel.

Conforme nos fuimos reuniendo, llegamos a un entendimiento informal de que no nos daríamos la mano. Pero, durante el debate de la cena, alguien que había llegado tarde señaló que el hecho de que no lo hubiéramos saludado de la manera tradicional, a pesar de que él se había lavado las manos primero, significaba que no confiábamos en él. Todos nos dimos la mano tímidamente al despedirnos.

Desde que comenzó el confinamiento, yo he notado cómo la incapacidad de reforzar un saludo o un adiós de la manera tradicional se siente como una violación de la etiqueta.

Los apretones de manos volverán, al menos entre las personas que se conocen. Sin embargo, hasta que no se descubra una vacuna eficaz, el apretón de manos probablemente también seguirá siendo un vector fiable para el resurgimiento de Covid-19, tal como lo han probado los abrazos y los besos en la ‘táctil’ España. Dentro del mundo de las reuniones comerciales o diplomáticas más formales, las normas de comportamiento centenarias están cambiando, dejadas a un lado por guías de salud y seguridad más estrictas.

Capricia Penavic Marshall siente el cambio más que la mayoría. Como jefa de protocolo durante cuatro años de la administración de Barack Obama, su mano casi siempre era la primera a la que los jefes de Estado le daban un apretón cuando salían de automóviles o de aviones durante visitas oficiales. En su nuevo libro, "Protocol" — una guía de etiqueta combinada con una reveladora memoria de los encuentros con los dignatarios durante su distinguida carrera — enumera cinco "reglas SMART (sigla que en inglés significa ‘inteligentes’) no negociables" para establecer una nueva conexión. La "S" — por la palabra en inglés "shake" que significa "estrechar" — representa "darse la mano… con todos los que conozcas por primera vez".

No es el único consejo que parece desfasado en una época de mascarillas, de chequeos de la temperatura corporal y de distanciamiento social. Marshall ha citado investigaciones de Oscar Ybarra, de la Universidad de Michigan, y otros que muestran que incluso cortos arranques de interacción social promueven el funcionamiento cognitivo. "Socializar", escribió Marshall, "es, en esencia, un gran ejercicio de calentamiento… para las negociaciones comerciales que requieran mayor concentración y creatividad".

La creencia de Marshall es que las reuniones cuidadosamente orquestadas, facilitadas por un contacto social más informal, les permiten a los participantes "tender puentes y persuadir". Sin embargo, despojadas de las gracias sociales, tales reuniones corren el riesgo de llevarse a cabo sobre desvencijados puentes a medio construir, socavadas por un nuevo conjunto de opresivos protocolos en cuanto a salud y a seguridad.

Para aquellos que son personajes públicos, la única opción puede parecer evitar el contacto social por completo. La semana pasada, el ministro de Agricultura de Irlanda y su comisionado de la Unión Europea (UE) dimitieron después de haber asistido a una cena de la sociedad de golf que supuestamente había violado el límite de personas estipulado debido a Covid-19. Más perdonable es el caso de la princesa heredera Mary de Dinamarca, quien tuvo que disculparse después de que instintivamente le estrechó la mano a un funcionario durante una visita real a un centro de vida silvestre.

La solución, según Marshall, sigue siendo aplicar la regla que aprendió al organizar cumbres — planificar todo — y luego "abordar el reto y ser creativo". Los apretones de mano y los abrazos pueden haber desaparecido, pero hay muchos otros saludos sin contacto — una reverencia, una inclinación de cabeza, el "namaste" indio — que pueden reemplazarlos. En el circuito social de Washington DC, ella me dijo, "es muy emocionante cómo la gente está reuniendo a otros en grupos pequeños: tú obtienes un involucramiento más íntimo con alguien y más tiempo uno a uno".

La interacción virtual está desarrollando su propia etiqueta. Durante una reciente discusión en línea, la embajadora de Jamaica en EEUU, Audrey Marks, dijo que esperaba que la diplomacia regresara del confinamiento con "lo mejor de ambos mundos… volviendo a lo que todos anhelamos: más interconexión personal".

Aun así, no se necesitaría mucho para destruir la delicada estructura de las importantes cumbres descritas en "Protocol". En 2010, por ejemplo, Marshall hizo arreglos para que se alargaran las patas de la silla del diminuto presidente ruso Dmitry Medvedev con el fin de que él no se viera más pequeño en comparación con el Sr. Obama y corriera el riesgo de ser humillado. La cautela de la era de Covid, y el aumentado riesgo de las malas interpretaciones, fácilmente pudieran convertirse en sospecha, en insularidad y en hostilidad.

Las personas que regresen a las negociaciones y a las discusiones cara a cara deben utilizar todas sus reservas de empatía. Cuando se declinen las invitaciones; cuando se pospongan los compromisos a último minuto; o cuando se rehúsen los apretones de manos, será natural sentirse ofendido. Más bien, ha dicho la Sra. Marshall, siempre diplomática, que su consejo más sólido es: "No te ofendas".

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