Retrato de una obsesión: una infidelidad, una confesión y el descenso al infierno

La mujer desnuda, de Elena Stancanelli, es una novela que relata de manera brutal y efectiva lo que le sucede a una mujer engañada por su pareja

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03 de agosto de 2019 a las 05:03

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Antes, pero no muchas décadas atrás, descubrir una infidelidad no era una tarea fácil. La gente se cuidaba mucho y para llegar a tener la certeza había que ir reuniendo pistas, indicios: un arañazo en un lugar inexplicable, un perfume impregnado en la ropa, cambios sutiles en la intimidad de la pareja, regalos fuera de fecha, demoras inexplicables. Había quienes incluso lograban mantener dos familias paralelas sin que se descubriera nada hasta que el protagonista pasaba a mejor vida. A veces también se contrataba a un detective privado para recabar las pruebas necesarias. 

Hoy, como lo demuestra esta última novela de la italiana Elena Stancanelli, las infidelidades no duran ni diez minutos en ser descubiertas. El Facebook, pero sobre todo el Whatsapp, es una fuente de información invaluable y también irrefutable: ahora la prueba está escrita y a veces, incluso, también hay fotos gratis. Tan común se ha vuelto que ya es un lugar común, una frase hecha del naciente siglo XXI: me revisó el teléfono, vio los mensajes, me fui ayer, no sé qué va a pasar.

El caso de la protagonista de la novela, Anna, parte de allí mismo. Un teléfono mal colgado y una frase escuchada por casualidad dan paso al robo de contraseñas y a que se descubra todo el pastel casi en la primera página del libro. Tan fácil, que inmediatamente la autora instala la pregunta en la cabeza del lector: ¿lo descubrió o él quería que lo hiciera?. 

Escrita como un monólogo en forma de confesión a una amiga que conoce parte de la verdad pero no toda, la novela es después de ese puntapié inicial un violento descenso al infierno de la descomposición personal, a la degradación y al sufrimiento, ya que Anna, si bien lo echa no lo saca de su vida, sino que lo convierte en su obsesión. A él y paulatinamente también a su rival, una mujer más joven pero no más bella o culta.

Y, claro está, una cosa es que te engañen con alguien en teoría superior y otra muy distinta es cuando la amante es a todas luces un “producto” de calidad inferior, como es el caso. Eso explica la furia sin límites de Anna, la humillación extrema que sufre y el comienzo de sus excesos que la llevarán a convertirse en otra persona. 

Esa metamorfosis monstruosa es lo mejor del libro, ya que está muy bien dosificada. Primero el alcohol, después el insomnio, más tarde la delgadez extrema, finalmente los antidepresivos más todo lo anterior. Es maravilloso cuando finalmente conoce a su antagonista, que tiene una tienda de ropa, y termina adentro probándose prendas, aceptando como puede los comentarios elogiosos sobre su delgadez extrema de pasarela. Cuando se le mete dentro del probador, es simplemente fantástico, cuerpo contra cuerpo. 

Hay que señalar también que la novela tiene por momentos un tono descarnado, brutal, en cuanto a la cuestión sexual. Pasajes difíciles de citar por el lenguaje más que directo que usa la autora pero de honda relevancia, donde los dos sexos y sus particularidades amatorias son descritos con una honestidad que desarma al lector.

A pesar de estar envuelta en lo que está o precisamente por eso, Anna tiene varios encuentros sexuales después de la ruptura. Y allí está otro de los puntos fuertes de una novela que arranca de lo particular pero abarca la totalidad.

Anna se sorprende al notar que está demacrada y sin embargo atrae a los hombres más que nunca. Y por una parte les reprocha que aprovechen la ventaja de su condición psicológica endeble, pero luego los redime a todos ya que los siente tan desvalidos y desesperados como ella misma.

Muy bien escrita, punzante, honesta y con mucho brío, La mujer desnuda fue finalista del premio Strega, el más importante de Italia. Si no ganó, probablemente es por el final mismo de la novela, algo flojo. Pero, ya se sabe, aunque sea la última, una mala página no arruina un buen libro. 
 
 

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