Sacrificio en pos de los otros

El director de ID Retail, Andrés Lalanne, reflexiona sobre las necesidades que tiene el hombre en la vida

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14 de julio de 2014 a las 00:00

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Cneo Pompeyo (106-48) fue un exitoso militar romano que accedió a la política integrando con Craso y Julio Cesar el Primer Triunvirato. En el año 56, hubo un gran desabastecimiento de alimentos en Roma y regiones vecinas. Dice Plutarco en Vidas Paralelas:

“Encargado Pompeyo de la organización y dirección del avituallamiento de Roma, envió legados y amigos a muchos lugares. Él mismo se embarcó hacia Sicilia, Cerdeña y Libia, procediendo a la recogida de cereales. Iba a dar la vela para la vuelta a tiempo que soplaba un recio viento contra el mar; y aunque se oponían los pilotos, se embarcó el primero, y dio la orden de levantar el ancora diciendo: “navegar es necesario, no es necesario vivir”; y habiéndose conducido con esta decisión y celo, llenó, favorecido de su buena suerte, de trigo los mercados, y el mar de embarcaciones, de manera que aún a los forasteros proveyó aquella copia y abundancia, habiendo venir a ser como un caudal que naciendo de una fuente alcanzaba a todos”.

Conocimos la frase por el entrañable semanario Marcha que dirigía Carlos Quijano. Sacadas de contexto estas palabras pueden ser interpretadas como una arenga suicida, cuando en realidad son un ejemplo de sacrificio en pos de la vida de muchos otros. Pero además nos ayudan a pensar en lo que es realmente necesario, por supuesto en tren de vivir.

Se han hecho al respecto muchos aportes sobre la jerarquía de necesidades siendo la más conocida la pirámide de Abraham Maslow, formulada en 1943. Esta clasificación tiene como base las necesidades fisiológicas y como cúspide la autorrealización o necesidad de ser.

Entre los extremos de la pirámide están las necesidades de seguridad, afiliación y reconocimiento. Otros autores cuestionaron esta clasificación por no encontrar evidencias suficientes en relación a una vida plena y feliz.

Si bien una clasificación de necesidades de este tipo puede ser útil para la definición de políticas públicas, tiene el problema de cualquier promedio ya que sabemos que las personas no somos todas iguales. ¿Por qué entonces deberían serlo nuestras necesidades?

Una de las mejores cosas de la época que nos ha tocado vivir es el reconocimiento de la diversidad. Personas diferentes pero con los mismos derechos y sobre todo llamadas a vivir juntas, lo que implica compartir espacios, bienes públicos, recursos escasos.

Aunque no todos la reciben de buena gana, la agenda de derechos no cesa de crecer, y con ella el reconocimiento de la diversidad. Una diversidad que paradójicamente nace de la igualdad genética, como especie, ya que todos descendemos de los mismos padres primigenios. Aceptamos la diversidad porque felizmente ya no es posible sostener con pretensión científica la superioridad de un grupo (étnico, social, religioso) sobre otros.

Hoy sabemos que compartimos buena parte de nuestro ADN con animales y también vegetales, lo que debería bastar para bajar nuestros tradicionales niveles de soberbia. Y humildemente compartir el mundo con los demás, hasta con las temidas pero imprescindibles bacterias que también nos antecedieron y que seguramente nos acompañarán hasta el fin de los tiempos.

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