Diego Battiste

Sobre la educación en el mundo poscovid (6)

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29 de octubre de 2020 a las 05:03

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Como se ha mencionado en las cinco columnas anteriores, la UNESCO publicó un documento seminal titulado “La educación en un mundo tras la COVID: Nueve ideas para la acción pública” que constituye ciertamente una ventana de oportunidades para repensar la educación y el sistema educativo desde una mirada holística y transformacional. Entre otras ideas fuerzas, se argumenta en torno a la necesidad de “tecnologías libres y de código abierto para docentes y alumnos” que, en definitiva, remite a discusiones insoslayables y saludables sobre las intersecciones entre educación, política y sociedad. Veamos algunas de estas discusiones.

En primer lugar, el informe de la UNESCO abre el debate sobre el rol crítico que la tecnología cumple ya sea para democratizar e igualar en oportunidades, o bien para ahondar brechas y disparidades. Ninguna decisión sobre el bienestar a presente y a futuro de nuestra sociedad puede prescindir de la variable tecnológica no en el sentido de algo dado que regula inexorablemente nuestras vidas hasta en los más mínimos detalles, sino como construcciones posibles para forjar sociedades más justas, inclusivas y sostenibles.

Tan perverso para el pensamiento y la acción humana resulta caer en la tentación del determinismo o fatalismo tecnológico, así como descartar o menospreciar el uso de la tecnología como una vía potente para mejorar la calidad de la vida en lo individual y colectivo.

Crecientemente hacemos confianza en la tecnología para conducir nuestras vidas diarias, educar a nuestros hijos y relacionarnos con los otros, pero al mismo, es clave prevenirnos e inmunizarnos del uso de la tecnología para amplificar información engañosa peligrosa, inflamar el descontento social y dejar a comunidades vulnerables aun en condiciones más rezagadas (Heikensten, Mxnutt y Rockströn, 2020).

En segundo lugar, la UNESCO pone en el tapete la discusión sobre el rol que debe cumplir un estado garante en “crear y distribuir recursos educativos abiertos y plataformas abiertas, reconociendo que gran parte de la oferta actual de las empresas privadas debería convertirse en una iniciativa pública”. No se trata de reducir la política pública a una visión estado-céntrica pretendidamente monopolizadora de los espacios de formación y de los saberes sino de realzar el rol del estado garante que se hace cargo de igualar en oportunidades y de resultados para todos los alumnos. Esto implica apelar a diversidad de propuestas que anidan en la sociedad enmarcadas en el apego a la educación como bien común global.

En efecto, la ausencia o debilidad del estado garante puede privar a los sectores más vulnerables de la posibilidad de acceder al conocimiento ya que precisamente, como señala la UNESCO, “los dispositivos digitales ligeros y portátiles han dejado de restringir el aprendizaje a lugares fijos y predeterminados, alterando completamente la circulación del conocimiento dentro de las sociedades”.

En tercer lugar, la UNESCO señala que el uso de la tecnología por los educadores como recurso pedagógico que sirva de soporte para apuntalar las oportunidades y los procesos de aprendizaje de cada alumno, “debería centrarse en las políticas de licencia abierta y acceso abierto que facilitan la utilización, la reutilización, la reorientación y la adaptación sin costo alguno” de recursos educativos.

Por un lado, esto implica que el radio de acción del estado garante debe implicar facilitar el acceso de las familias al combo conectividad – dispositivos - plataformas – recursos educativos. Por otro lado, el sistema educativo tendría que promover que los educadores hagan uso de la tecnología para personalizar el currículo – el para qué y en qué educar y aprender – y la pedagogía – el cómo hacerlo – a las expectativas y necesidades de cada alumno ampliando las oportunidades, los espacios y las estrategias de aprendizaje.

En cuarto lugar, la UNESCO reivindica el protagonismo y la responsabilidad del educador en su rol indelegable de seleccionar, producir, usar y difundir materiales educativos a medida de las necesidades de aprendizaje de cada estudiante. La educación implica un permanente y evolvente proceso de mediación y elaboración por parte del educador que se contrapone a “diseñar la enseñanza y el aprendizaje a partir de materiales y contenidos ya preparados, ya que esto reduce y distorsiona el trabajo de los profesores y los alumnos”.

Si el desarrollo de la propuesta educativa queda circunscripto en gran medida a la sola utilización de los recursos disponibles, se corre el riesgo de restringir la libertad, la inventiva y la audacia del educador para idear, discutir y compartir recursos que complementen a los existentes, para apuntalar los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación de cada estudiante.

No es cuestión de menospreciar o ignorar la amplia gama de recursos educativos disponibles bajo diversos condicionamientos y formatos, sino de cuestionar la idea que el currículo y la pedagogía son en función de lo ya existente sin mediación, producción y discusión docente, y sin procesos de construcción entre pares.   

La UNESCO nos advierte sobre que “toda transición digital no sea solo un esfuerzo impulsado por las empresas tecnológicas, sino que los docentes, los estudiantes, los Gobiernos, los representantes de la sociedad civil y los defensores de la privacidad también estén representados y orienten esas transformaciones”. No se trata de tomar como dados y consumir los currículos digitales “llaves en mano” que crecientemente se ofrecen en el mercado. Esto implicaría desconocer que la educación es a la vez contexto, cultura y contenidos que requiere de aterrizajes locales enmarcada en una visión de apertura al mundo.  En tal sentido, el documento de la UNESCO afirma que “la educación pública no puede definirse y controlarse mediante contenidos y métodos preparados fuera del espacio pedagógico, y sin tener en cuenta las relaciones humanas entre docentes y alumnos”.

En quinto lugar, uno de los mayores desafíos que enfrentan los sistemas educativos a escala mundial es asumir la virtualidad transitando progresivamente hacia modos híbridos de enseñanza, aprendizaje y evaluación donde se concatenen y complementen los espacios presenciales y a distancia.

No es cuestión de digitalizar lo que se hacía presencialmente pre Covid-19 y llevar ipso facto la educación al formato a “distancia”. Más bien el reto parece residir en ampliar los espacios y las oportunidades para que los alumnos puedan aprender de diversas maneras y a través de múltiples vías sustentado en un uso proactivo y responsable de la tecnología.

En suma, las discusiones en torno a las tecnologías y a la formación a distancia colocan a los sistemas educativos ante discusiones y decisiones que pueden marcar a fuego su voluntad y capacidad de reimaginar la educación de futuro. Primeramente, esto supondría asumir que la educación cumple un rol clave en contribuir a forjar un imaginario de sociedad sobre bases de sostenibilidad, inclusión y bienestar que debieran ser cualitativamente distintas de las existentes. El reposicionamiento de la educación como generadora de justicia social, universalismo, humanismo y cosmopolitismo, es un asunto prioritario de cara a forjar un mejor porvenir. 

Asimismo, los sistemas educativos tienen la posibilidad cierta de idear renovados modos de educar, aprender y evaluar sustentados en el precepto de política educativa que presencialidad y virtualidad van de la mano en garantizar el derecho a la educación, a los aprendizajes, a los conocimientos y a la conectividad posibilitando el acceso a diversos espacios complementarios de formación.

 Los así denominados modos híbridos congenian una fuerte simbiosis entre las políticas familiares, sociales y educativas para igualar en oportunidades de usar los espacios a distancia, con una sólida propuesta educativa que conecte fluidamente el para qué, el qué, el cómo, el dónde y cuándo de educar y aprender.

Por otra parte, un entendimiento cabal de los usos de las tecnologías, incluyendo sus supuestos, condicionamientos e implicancias, es fundamental para que la misma sea pilar de una formación integral de la persona que aliente el pensamiento autónomo, así como la capacidad de tomar decisiones fundadas para liderar sus vidas en lo individual y colectivo. Por último, la visualización de las tecnologías en un sentido amplio como recursos curriculares, pedagógicos y docentes ayuda a personalizar las enseñanzas, los aprendizajes y las evaluaciones tomando en cuenta que cada persona es un ser especial aun cuando todos aprendemos de formas más o menos parecidas.

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