Raúl Martínez / EFE

Sobre la educación en el mundo poscovid (7)

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12 de noviembre de 2020 a las 05:03

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Como se ha mencionado en las seis columnas anteriores, la UNESCO publicó un documento titulado “La educación en un mundo tras la COVID: Nueve ideas para la acción pública” que constituye un punto ineludible de referencia para repensar la educación en el marco de idear una nueva generación de políticas públicas sectoriales e intersectoriales de cara a cimentar renovadas bases mundiales y locales de sostenibilidad, inclusión y bienestar. Entre las ideas fuerza, se menciona “la impartición de conocimientos científicos con un firme propósito” lo cual coloca en la agenda pública la necesidad de rever los fundamentos, objetivos, contenidos y estrategias que sustentan la formación de las nuevas generaciones. En gran medida, se trata de reafirmarnos en la convicción que la pandemia nos interpela en nuestra determinación y capacidad de transformar la educación para sostener un futuro mejor. Veamos algunas de sus implicancias.

En primer lugar, cabe señalar la pertinencia de colocar la discusión sobre los contenidos educativos como un eje fundamental de toda propuesta de transformación educativa. Recientemente dos foros internacionales dan cuenta de esta renovada preocupación. Por un lado, en el marco del ciclo de reflexiones que organiza la Fundación Santillana (2020) sobre la escuela que viene, se menciona revalorizar el currículum como compromiso y construcción con el futuro y la sociedad donde se entrelazan el para qué, el qué, el cómo, el dónde y cuándo de educar, aprender y evaluar. 

Por otro lado, la webinar sobre los desafíos curriculares para los países en desarrollo a la luz de las lecciones del Covid-19, que organizó la Oficina Internacional de Educación (OIE) de la UNESCO (2020), donde se hizo hincapié en la necesidad de repensar el currículum como un componente fundamental de una agenda que, congeniando expectativas y realidades globales y locales, encare decididamente los temas vinculados al desarrollo sostenible y a la educación para la ciudadanía.  En ambos foros, se constata una clara preocupación por resituar la discusión curricular en torno a que énfasis temáticos son necesarios para sustanciar el imaginario de sociedad que se busca forjar.

En segundo lugar, la UNESCO nos recuerda sobre la necesidad de concebir una educación de piezas integradas evitando los fraccionamientos y las rigideces disciplinares que obstruyen una comprensión profunda y sopesada de los temas.

En tal sentido, el documento señala que la educación debe dar “prioridad a la impartición de conocimientos científicos básicos para garantizar que se cuente con programas de estudios con sólidos objetivos humanísticos, que analicen la relación entre los hechos y el conocimiento y permitan a los alumnos comprender la complejidad del mundo y orientarse en él”. La integración de las piezas del conocimiento principalmente entre las humanidades y las ciencias respaldada por la ética es un soporte fundamental de la formación integral de las personas, así como coadyuva a fortalecer las competencias vinculadas a entender, posicionarse y actuar frente a desafíos individuales y colectivos.

En tercer lugar, la UNESCO nos advierte sobre el peligro que “la restricción del aprendizaje a los fundamentos curriculares que conlleva el cierre de las escuelas limite la amplia dimensión humanística de la educación, que reviste gran importancia para la consolidación de la paz, la democracia y el entendimiento intercultural”. Ciertamente una visión netamente instrumental y reduccionista de los aprendizajes centrados en lo que se entienden como “esenciales” desprovistos de un soporte ético humanístico universal, podría privar a las futuras generaciones de marcos de referencia para entender fundamentos y resortes necesarios a efectos que puedan actuar consciente y competentemente como personas, ciudadanos, trabajadores, emprendedores y miembros de diversas comunidades.  En cuarto lugar, la priorización y condensación de los objetivos y contenidos curriculares que surgen como una tendencia mundial, implica el desafío de lograr un adecuado equilibrio entre las diferentes dimensiones que hacen al bienestar y a la formación integral de la persona. 

Como señala la UNESCO, se busca evitar que las dimensiones humanísticas de la formación resulten “eclipsadas por el énfasis en las aptitudes técnicas, la modularidad curricular y la evaluación numérica de los progresos y objetivos, que son elementos básicos de la cultura educativa digital”. Por un lado, se tendría que fortalecer el diálogo entre las culturas e identidades físicas y virtuales y sus implicancias para los procesos de enseñanza y de aprendizaje, y en particular para propiciar mayores niveles de acercamiento y de confianza entre los educadores y los alumnos. Por otro lado, el reconocimiento que presencialidad y virtualidad tienen ventajas relativas complementarias en cuanto a involucrar y sostener al estudiante en sus propios procesos de aprendizaje, así como fortalecer al educador en la búsqueda de respuestas más a medida de las necesidades de cada uno de los estudiantes.

En quinto lugar, el reposicionamiento de la discusión sobre el rol que cumple la educación de cara a abordar los temas que preocupan a la humanidad en su conjunto. Contrariamente a propuestas curriculares concebidas y gestionadas por fragmentos disciplinares, se debe hacer énfasis, tal cual argumenta la UNESCO, “en temas y problemas que nos permitan aprender a vivir en paz con nuestra humanidad común y nuestro planeta común”. Dichos temas corren el riesgo de ser trivializados, opacados o simplemente ignorados en currículos atiborrados de contenidos desconectados de las expectativas y necesidades de la sociedad en su conjunto, así como de las generaciones más jóvenes en particular.

En sexto lugar, la UNESCO vuelve la mirada sobre un tema recurrente en la filosofía de la educación que consiste en la necesidad de entender y congeniar las dimensiones individuales y colectivas en la formación. En tal sentido, la UNESCO afirma que “es importante preparar una base sólida de conocimientos sobre los objetivos propios y los objetivos compartidos del mundo, que nos permita a cada uno encontrar un propósito y estar mejor capacitados para participar en la vida social y política”.

Por último, la UNESCO resalta la importancia de la educación en provocar y desarrollar en los alumnos el pensamiento autónomo e interpelante que les permita procesar, evaluar y tomar posición sobre las informaciones de naturaleza e intencionalidad muy variadas reciben a ritmos exponenciales. Más aún, el documento señala que la proliferación de “información errónea y noticias falsas” puede resultar “fatal para la vida social y la comprensión humana, pero también está literalmente destruyendo vidas”. El manejo solvente de la evidencia que surge de la triangulación de enfoques y datos es fundamental para que las personas puedan liderar sus propias vidas sin que sus creencias y opiniones sean manipuladas con la ayuda de la inteligencia artificial a efectos de direccionar, controlar y comercializar lo que forjamos, hacemos y explicitamos en nuestra cotidianeidad.

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