Diego Battiste

Sobre las inteligencias en educación (1)

Nada vinculado a la inteligencia artificial se podría separar de las construcciones humanas y de las valoraciones que le dan sentido

Tiempo de lectura: -'

05 de mayo de 2021 a las 05:03

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Los debates educativos contemporáneos están crecientemente permeados sobre como entender, posicionar y usar la inteligencia artificial (de ahora en más IA) para apoyar los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación, así como responder a las necesidades de educadores y alumnos.

No se trata solamente de una discusión centrada en los supuestos, contenidos, recursos e implicancias de la IA, que, en todo caso, versaría sobre los usos de la tecnología en educación, sino principalmente sobre como la inteligencia humana, asumiendo su diversidad de perfiles, orienta, sustancia, regula y controla el uso de la IA en educación.

Veamos algunas puntas de un debate que todavía se encuentra en una fase que podría denominarse de especulativa, experimental y sin evidencias concluyentes sobre los impactos que podría tener la IA en la educación. En gran medida conviven visiones optimistas y pesimistas que, en definitiva, se encuadran en un debate societal de más amplio alcance sobre lo que podría implicar un uso extendido de la IA en contribuir a mejorar la prolongación y la calidad de la vida humana.

Asimismo, tenemos la impresión que el debate sobre la IA opera, en algunos casos, sobre ciertos vacíos culturales y sociales sin que se percate con claridad que todo producto de la IA está mediado por la acción humana en su génesis, aceptación, desarrollo y evaluación.

En primer lugar, tomamos como punto de referencia una definición mencionada recientemente por la UNESCO (2021) al definir la IA como los sistemas computacionales que son diseñados para interactuar con el mundo mediante capacidades que son usualmente pensadas como humanas (Luckin et al., 2016). Bajo el paraguas de la IA, se incluyen un vasto repertorio de tecnologías que abarcan, por ejemplo, desde el reconocimiento del habla y de las imágenes hasta lo que se denomina creatividad artificial, esto es, sistemas que pueden crear fotografías, música, trabajos de arte y historias.

Como se ha señalado, las funcionalidades de la IA crecen de manera sostenida y significativa lo cual abre, entre otras, la interrogante sobre su status. En todo caso se trata de un asunto controversial a escala universal que el fondo mismo de la discusión devela diversidad de concepciones sobre la persona, así como sobre el ejercicio de la ciudadanía, el trabajo y la vida en comunidad. La aplicación de la IA supone siempre una discusión ética y cultural sobre qué valores y referencias sustentan lo que realizan las máquinas de aprendizaje. Como señala la UNESCO (2021), las máquinas dependen de los humanos para poder elegir, descartar y clasificar datos; diseñar y entrenar a los algoritmos; y realizar juicios de valores sobre los productos. Nada vinculado a la inteligencia artificial se podría separar de las construcciones humanas y de las valoraciones que le dan sentido.

Cuanto se tiene en cuenta los factores asociados a la contextualización local y cultural en la ideación de productos de la IA, es un asunto clave ya que la omisión de su consideración podría llevar a suponer que hay respuestas estandarizadas que se aplican por igual con independencia de las afiliaciones y de las variaciones de las personas y de los grupos. Esto podría llevar a suponer que la IA da cuenta de respuestas uniformes frente a órdenes de desafíos y problemas de variado nivel de complejidad y que ameritan diferentes encares en su abordaje. 

¿La IA sustituye, complementa, aumenta o apoya las capacidades humanas? ¿Se puede pensar que, en un futuro no tan lejano, la IA no solo reemplace a los humanos en la realización de tareas rutinarias, de baja intensidad cognitiva, sino también aquellas que implican, por ejemplo, el uso de conceptos abstractos, el manejo de habilidades relacionadas a la lógica y al álgebra, y de exploración de escenarios y respuestas frente a situaciones cambiantes e impredecibles, e inclusive manejando emociones? 

¿O bien se trata de identificar los nichos en que las inteligencias humanas y la IA se pueden complementar? Ciertamente la IA tiene una clara ventaja en el procesamiento de grandes cantidades de datos (big data) y en la identificación de pautas comunes a los mismos, así como en la aplicación de razonamientos y métodos estadísticos. Asimismo, los humanos son muchos más rápidos y dúctiles en organizar sus propios aprendizajes – entre otras, las competencias de aprendizaje autónomo y autoregulación de los mismos-, aplicar el sentido común y realizar juicios de valor (UNESCO, 2021).

La evidencia indica que la IA tienen un desempeño por debajo de un infante de dos años. En efecto, el prestigioso neurocientista Stanislas Dehane (2018) señala que un infante puede realizar una serie de funciones que las neuronas artificiales no podrían efectuar en la mayoría de los casos. Entre otras funciones, Dehaene menciona el aprendizaje de conceptos abstractos; la mayor velocidad de aprendizaje de los humanos respecto a la IA; el aprendizaje social que resulta de los intercambios entre personas; la integración de diferentes tipos de información en una red de conocimientos que tengan sentido; la capacidad de identificar reglas generales que subyacen a casos particulares; y la capacidad de integrar conocimientos para resolver problemas nuevos. Ciertamente la inteligencia humana posee una serie de atributos que escapan, al momento actual, a las posibilidades de la IA. 

Resulta razonable suponer que existe un campo propicio para que la combinación de las inteligencias humanas y artificial potencie la respuesta frente a diversos órdenes de desafíos. Por ejemplo, se ha encontrado en el área de la salud, que cuando se combinan tecnologías de imagen con el trabajo de los radiólogos, se logran mejores resultados que por la vía separada de las acciones de la IA y de los radiólogos (UNESCO, 2021). 

En segundo lugar, las aplicaciones de la IA en educación plantean una serie de interrogantes en el plano ético, así como en su rol de eventual apoyo a alumnos y educadores. Como señala la UNESCO (2021), es un campo incipiente donde no hay mayores antecedentes de investigación, así como de orientaciones/guías, políticas y marcos regulatorios que indaguen en los aspectos éticos.

Entre otros fundamentales, nos referimos a: (i) la conceptualización, recolección, uso y control de los datos sobre los alumnos; (ii) la falta de explicitación y de discusión sobre los supuestos en base a los cuales la IA procesa y toma las decisiones; y (iii) cómo se entienden y se responden a las necesidades de aprendizaje de todos los alumnos tomando en cuenta sus motivaciones y emociones. Más aún, la ética está llamada a pronunciarse y a intervenir cuando se usa la IA para el monitoreo del comportamiento y del nivel de atención del alumno mediante el uso de cámaras en las aulas; o bien se graban las clases y se usa la IA para analizar cómo la calidad del intercambio en el aula contribuye al aprendizaje (UNESCO 2021; Kelly et al., 2018; Loizos, 2017).

Tomando en cuenta precauciones éticas insoslayables, la IA puede cumplir un rol clave en contribuir a plasmar una propuesta educativa personalizada a las expectativas y necesidades de aprendizaje de cada alumno. 

En particular, en esta primera columna sobre el tema, nos referimos a los que se conocen como sistemas de tutorías inteligentes (de ahora en más ITS por su sigla en inglés). 

Los ITS son un ejemplo de personalización ya que establecen un rutero para que cada alumno recorra, atendiendo a sus necesidades / dificultades de aprendizaje y mediante el uso de materiales de aprendizaje y un repertorio de actividades basándose en el conocimiento de expertos en diversas temáticas. 

Uno de los principales desafíos parece residir en que dicho sistema a la vez que ayuden al logro de determinados objetivos establecidos en el currículo – esto es, lo que se debe enseñar, aprender y evaluar – conecten con los intereses de los estudiantes y les permita asumir protagonismo en sus propios aprendizajes. No hay evidencia concluyente sobre el impacto que los ITS que se comercializan en el mercado tienen sobre los aprendizajes de los alumnos (Holmes, et. al, 2018), y en particular en el desarrollo de competencias tales como la autoregulación de los aprendizajes.

No se cuestión que el estudiante siga “pasivamente” al tutor artificial, sino que se pueda generar un ida y vuelta que tenga sentido para el alumno, y que lo involucre. Si el alumno sigue un rutero de aprendizaje sin posibilidad que pueda retroalimentar a lo que se le está compartiendo, difícilmente se tendrán en cuenta sus motivaciones, intereses, fortalezas y debilidades. En educación las emociones y las cogniciones son un todo inseparable (Dehane, 2018). 

Asimismo, importa preguntarse sobre si los ITS no están acotados a modelos instruccionales de transmisión del conocimiento sin dejar espacios para otros enfoques valorados por las ciencias de los aprendizajes como aprendizaje colaborativo, descubrimiento del aprendizaje guiado y la consideración del error como fuente del aprendizaje significativo (UNESCO, 2021 con referencia a Dean Jr. y Khun, 2007).

Lo que efectivamente importa es encontrar una adecuada combinación de enfoques que permitan identificar, entender, apuntalar y evidenciar el potencial de excelencia que tiene cada alumno. 

En definitiva, cualquier instrumento de IA que se use en educación tendría que alinearse a las competencias y a los conocimientos que el sistema educativo aspira a contribuir a desarrollar en los alumnos. 

La mediación educativa – institucional, curricular, pedagógica y docente – conjuntamente con las mediaciones ética, cultural y social, son la base para ponderar, integrar y usar diversidad de productos de la IA. No son decisiones ingenuas ni ascéticas, que pueden asumirse como dadas y tomadas por los “instrumentos”, sino que reflejan y dan cuenta de diversidad de visiones y prácticas sobre las personas, los educadores y los alumnos.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.