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Socialismo corporativo

El actual “socialismo corporativo”, una alianza entre las grandes empresas y el Gran Gobierno, fue pronosticado hace más de un siglo por el historiador inglés Hilaire Belloc
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02 de abril de 2019 a las 11:06

La expresión “socialismo corporativo” tiene varios sentidos incompatibles entre sí. Wikipedia define “socialismo corporativo” (o socialismo gremial) como un movimiento político que abogaba por el control obrero de las industrias a través de gremios. Este movimiento se originó en el Reino Unido y tuvo su momento de auge a principios del siglo XX. No es éste el sentido de “socialismo corporativo” sobre el que quiero reflexionar aquí, sino otro sentido muy diferente, equivalente a la expresión inglesa “corporate welfare”, traducible como “beneficencia social para las empresas”. La idea básica de esta expresión es que en el Occidente actual el Estado de Bienestar no funciona sólo como una especie de socialismo para los muy pobres, sino también (aunque usted no lo crea) como una especie de socialismo para los muy ricos, por medio de mecanismos que privatizan las ganancias de las grandes empresas y socializan sus pérdidas. Esos mecanismos son muchos: subsidios, exoneraciones impositivas, uso de paraísos fiscales, etc. 

A continuación citaré tres ejemplos tomados de Michael Sainato, A democracy lost to corporate socialism, en: The Hill, 02/10/2016.

  • Yahoo recibe US$ 2 millones por cada empleo que crea en el área de Lockport, Nueva York, empleo por el que paga en promedio US$ 45.000 anuales. 
  • Alcoa recibirá en 30 años US$ 5.600 millones en descuentos de las tarifas de electricidad del Estado de Nueva York, dinero que sería mejor invertido en disminuir las tarifas que pagan los clientes residenciales de ese Estado. 
  • Boeing ha recibido miles de millones de dólares en subsidios e incentivos para construir una planta en Carolina del Sur, mientras que la transparencia acerca del valor exacto de esos subsidios e incentivos sigue siendo elusiva.

Otro ejemplo. Tras la gran crisis financiera de 2008, el Gobierno de los Estados Unidos realizó un rescate de los grandes bancos en problemas. Según fuentes oficiales, el costo de ese rescate ascenderá finalmente a “16.8 trillion dollars”, o sea 16,8 billones de dólares (cf. Mike Collins, The Big Bank Bailout, en: Forbes, 14/07/2015).

Por supuesto, estos cuatro ejemplos son sólo una pequeña muestra de un conjunto muchísimo más amplio, que no se limita a los Estados Unidos. Recuérdese el contrato de inversión de 2018 entre el Gobierno uruguayo y UPM. 

El actual “socialismo corporativo”, una alianza entre las grandes empresas y el Gran Gobierno, fue pronosticado hace más de un siglo por el historiador inglés Hilaire Belloc en un libro sorprendente: El Estado Servil, de 1912. La tesis de ese libro es que la sociedad industrial que conocemos tiende al restablecimiento de la esclavitud. La nueva esclavitud, según Belloc, estaría determinada por el trabajo legalmente obligatorio: un proletario sería un esclavo si la ley positiva lo obligara a trabajar como asalariado de un capitalista.

Belloc y su amigo G. K. Chesterton, otro gran escritor inglés, defendieron una doctrina política llamada “distributismo”, que procuraba una distribución lo más amplia posible de los medios de producción entre las familias. Según Belloc, en Inglaterra, hacia fines de la Edad Media, casi se había terminado de erigir un Estado distributivo, pero tras la Reforma protestante éste se malogró, dando lugar al capitalismo, sistema en el que la propiedad de los medios de producción está concentrada en un número relativamente pequeño de ciudadanos.

Belloc aduce que la inestabilidad del capitalismo produce un impulso reformista para limitar la inseguridad de los poseedores y de los desposeídos del capital. Pero los reformistas se dividirían en dos tendencias contrarias: a) los conservadores o distributistas quieren poner la propiedad de los medios de producción en manos de la mayoría de los ciudadanos; b) los socialistas o colectivistas quieren poner esa propiedad en manos de los gobernantes, para que la administren en beneficio de todos.

Belloc sostuvo que el capitalismo tiende más fácilmente al colectivismo que al distributismo. Sin embargo, como la colectivización total es difícil de lograr, los socialistas tenderían a cambiar de estrategia, optando por limitar gradualmente la libertad económica en lugar de eliminarla. Así, el proyecto colectivista estaría condenado al fracaso y a engendrar en la práctica el Estado servil.

La historia ha demostrado que las reformas del sistema capitalista no trajeron directamente el Estado servil, sino el moderno Estado de Bienestar y el actual “socialismo corporativo”. 

¿Qué juicio merece el Estado de Bienestar, incluyendo el “Bienestar corporativo”, desde el punto de vista de la doctrina social cristiana? A mi juicio, cabría responder que, en su afán de construir una sociedad basada en el principio de solidaridad, el Estado de Bienestar a menudo descuida o rechaza otro gran principio de la doctrina social cristiana: la subsidiariedad. En otras palabras, tiende a convertirse en un gigante hipertrofiado que, con su conjunto siempre creciente de poderes y regulaciones, atenta contra la libertad y la iniciativa de los ciudadanos, las familias, las empresas (sobre todo las pequeñas), las asociaciones civiles etc. Y si, como está ocurriendo ahora, ese Leviatán estatal se alía con las grandes empresas para conformar una suerte de “socialismo corporativo”, cabe sospechar que el sombrío pronóstico de Belloc no está tan alejado de la realidad como parece a primera vista.

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