Streaming, covid y cine clásico

Los servicios de video por demanda ayudan a rescatar a maestros del pasado reciente

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31 de octubre de 2020 a las 05:00

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Me dice uno de mis estudiantes, 19 años de edad, que acaba de ver La jaula de las locas y que le encantó. Le pregunto si es una remake y me dice que no, que es el filme original. Fanático del cine de calidad, estudiante de ingeniería eléctrica pero con pensamiento imaginativo propio de las humanidades, me comenta que a raíz de la pandemia, y para olvidarse del presente, cada semana mira por streaming al menos dos películas que hayan recibido buenos comentarios. Gracias Rotten Tomatoes. Antes de que termine octubre tiene planeado ver todas las películas de Mike Nichols, director de la película mencionado, pues lo atrapó la pulcritud formal para narrar sin caer nunca en lo obvio ni depender de truculencias emocionales. Durante la conversación me doy cuenta de la tendencia en boga en materia de entretenimiento, quizá relacionada al estilo de semi confinamiento impuesto por la pandemia. Hay un porcentaje alto de nuevos espectadores, edades entre 18 y 25 años, que están más interesados en conocer el cine de calidad del pasado relativamente reciente, que los estrenos de la actualidad. 

Me doy cuenta asimismo que hay un factor desequilibrante, y es la presencia de los servicios de video por demanda, en los cuales se puede encontrar prácticamente de todo. No en vano, casi todos ellos promocionan de generosa manera los clásicos de los cuales tienen los derechos, por lo que la filmoteca de internet se está transformando en la memoria cinematográfica de la humanidad. En Netflix, por ejemplo, la película más promocionada en la actualidad no es un estreno financiado por la plataforma, sino Apocalypse Now Redux, de Francis Ford Coppola, que desde la semana pasada pertenece al archivo del servicio de streaming. Ahí o en otros servicios similares puede encontrarse en forma casi completa la filmografía de Nichols. Ver todas sus películas debería ser obligatorio para gente joven que quiera desasnarse y educar su criterio y su pensamiento estético. Le recomiendo a mi estudiante que busque Conocimiento carnal, obra maestra. Es su tarea para la próxima semana.

Que las películas de Mike Nichols estén disponibles en streaming, la forma de entretenimiento sin interrupciones del presente y del futuro, es muy buena noticia. ¿Cuántos han hecho tantas películas buenas, originales como él? Pocos. Junto a otros de sus contemporáneos con similar estirpe de grandeza, Robert Altman, Hal Ashby, Bob Rafelson, Brian de Palma, Michael Cimino, Peter Bogdanovich, Jerry Schatzberg (hoy olvidado), Francis Ford Coppola, y Martin Scorsese, Nichols fue uno de los iluminados con discurso visual propio, alguien que ayudó a renovar el cine estadounidense por haber sido uno de los fundadores de lo que se llamó el New American Cinema, el cual, ahora que lo analizamos bien, fue el último gran momento de esplendor original que hubo en el cine mundial. Todo lo demás que vino después han sido retazos, intentos individuales, algunos más inspirados que los restantes, pero ninguno con el poder de transformación estética que tuvieron los protagonistas de esa década de combustión creativa, la de 1970, en la que se filmaron varias obras maestras, entre otras las de Nichols, visionario en cine, teatro y televisión, ejemplo irreemplazable.

Gracias a Adolph Hitler, el cine estadounidense ganó a uno de sus protagonistas fundamentales. Mikhail Igor Peschkowsky, nacido en Berlín y con antepasados rusos, judíos de Siberia, llegó con sus padres a Estados Unidos en 1938, escapando de los nazis. Al poco tiempo, en 1944, tras haberse hecho ciudadano estadounidense, adoptó el nombre y apellido Mike Nichols. Pronto se sintió completamente americano, algo que definiría su inconfundible estilo, donde la marca registrada de una cultura identificable permea y poliniza una y otra de sus películas, sin importar la época en la que las filmó. Lo mismo que sus compatriotas Wilhem de Kooning, William Carlos Williams y Wallace Stevens, la muerte encontró a Nichols activo, disfrutando de su período creativo tardío, sin dar señales de que su ímpetu creador hubiera sido derrotado por la edad que tenía. Esposo de la famosa periodista de televisión Diane Sawyer, con quien estuvo casado por 26 años y con la que tuvo tres hijos, Nichols murió de un infarto días después de cumplir 83 años. Al momento de su muerte preparaba para HBO una adaptación de la obra teatral Master Class, de Terrence McNally, sobre la cantante de ópera María Callas, papel que iba a interpretar Meryl Streep, a quien había dirigido en Silkwood

A diferencia de varios de los directores mencionados dos párrafos atrás, la carrera de Nichols es prolífica en calidad. En la misma destaca algo que pocos en la historia del cine logran parangonar: hizo películas notables en cinco décadas seguidas: 1960, 1970, 1980, 1990, y 2000. Es uno de los muy pocos en haber ganado todos los premios principales de la industria del espectáculo: Oscar (por El graduado), Emmy (dos), Grammy (en 1962, por el álbum de comedia An Evening with Mike Nichols and Elaine May), y Tony (nueve en total, el último por dirigir La muerte de un viajante de Arthur Miller, con Philip Seymour Hoffman en el papel protagónico). Incluso en sus altibajos lograba imponer plenitudes, momentos antológicos. No podía haber tenido un debut cinematográfico mejor. En 1966 Nichols hizo su estreno en la pantalla dirigiendo ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, adaptación de una de las dos cumbres de Edward Albee (la otra es Un delicado equilibrio y que me perdonen las demás obras, porque Albee tiene una cantidad de dramas notables). Lo último que dirigió en cine fue Juego de poder (Charlie Wilson’s War), en 2007. Entre medio abundan genialidades (El graduado, Trampa 22, y Closer, a la cual Guillermo Zapiola en artículo publicado en el diario El País de Montevideo, el 7/3/2007, consideró, sin presentar argumentos, “intolerable”) y también una obra maestra, Conocimiento carnal (1971), una de las 10 mejores películas del cine estadounidense, referente de una época y de una forma de ver el mundo en transformación, o descomposición, depende, cuando el desencanto, el mismo que llegó invicto hasta nuestros días, comenzaba a instalarse en la realidad global. Por esa película, estrenada en Montevideo en una ventosa tarde de 1972, Nichols se ganó la posteridad por anticipado. De ahí ya nadie lo desalojará, ni siquiera los críticos, de donde sean, muchos de los cuales no han tenido todavía su perestroika.

Fue en el cine Plaza, hoy convertido en templo, donde una tarde vi Conocimiento carnal, el mismo día del estreno. Era aún un adolescente menor de edad, pero en los cines uruguayos eso nunca fue problema para ver películas aptas solo para mayores de 18 años. Por entonces iba a ver cualquier película donde estuviera Jack Nicholson, pues el gran Jack siempre parecía estar interpretando al mismo personaje, uno que vivía la epopeya de un yo universal, y encarnaba la “autobiografía de todo el mundo”, tal como dijera Gertrude Stein respecto a la poesía de Walt Whitman. Los personajes de Nicholson representaban una mirada profunda, clínica, situada entre el entusiasmo y la desolación, entre la algarabía y la tristeza, entre la esperanza y la soledad; una mirada situada en un lugar intermedio y sabio, donde la vida podía verse en su real equilibrio. Además, todos ellos tenían una inteligencia cáustica, y venían provistos con una cuota de responsabilidad estética, en tanto la mayoría tenía una veta artística, como es el caso de Bobby Dupea, personaje que de manera magistral Nicholson interpretó en Mi vida es mi vida, obra maestra, filme inmediatamente anterior a Conocimiento carnal, el cual, junto con este y con Castillos de arena, estrenado poco tiempo después en el cine Atlas de Montevideo, conforman la gran trilogía de filmes estadounidenses esenciales de la década de 1970 (todos ellos disponibles en streaming). Qué películas, qué tres grandes películas, todas con Nicholson, todas ellas himno al desencanto y a la lucidez del corazón cuando todavía es un cazador solitario.

Basada en la obra teatral del genial Jules Feiffer, autor también de Pequeños asesinatos, filme notable y de género inclasificable, Conocimiento carnal volvió a demostrar el talento de Nichols para llevar al cine obras pensadas para el escenario. En eso, nadie en Hollywood lo superó. En muchas partes, incluido su país de origen, Conocimiento carnal generó escándalo, tal vez por la escena final, fabulosa, con una Rita Moreno en la gloria de su histrionismo, o quizá por presentar una visión escéptica, al borde del nihilismo, de las relaciones amorosas. La cuestión palpitante era encontrarle atributos a las corrosiones de la vida, que pueden ser las del amor o las de las ilusiones gregarias cuando fallan. Para hacerlo, recurrió a personajes desgastados que sufrían la claustrofobia del deseo, el desgaste del poder comunicativo de las palabras, y eran cómplices a la hora de compartir con mínimos gestos, soledades mutuas y aburrimientos completos, el principio y el final de la debacle. Representando el tedio, la versión americana del spleen de Baudelaire, Conocimiento carnal nos dice que la vida es un estado de ánimo, y que raras veces alcanza las alturas anheladas. Con esa estética de lo devastador, cualquier persona con cierto coeficiente emocional puede identificarse y hasta llegar a disfrutar, porque la vida necesita que el cine la ayude. Esto, también se lo dije a mi estudiante.

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