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Teletrabajo en pandemia: un enorme pendiente del Estado

Aunque se empieza por casa, las empresas públicas no pudieron dar el ejemplo

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19 de marzo de 2021 a las 22:00

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El martes 16 el presidente habló de cuidados, de suspensión de deportes amateurs, de cierre de vestuarios, de vuelta al aforo del 50% en ómnibus interdepartamentales, de responsabilidad personal. Habló también de “lo que todos sabemos que tenemos que hacer”. Pero no volvió a mencionar al teletrabajo, un tema que abordó específicamente en el anuncio de medidas que hizo en diciembre, en términos firmes y dirigidos a todas las empresas y organizaciones, públicas y privadas.

Tal vez no sea casualidad que no haya hablado del tema, a pesar de que se sabe que fomentar el teletrabajo es una buena medida para frenar la multiplicación de casos: no solo reduce la movilidad sino también el contacto entre personas en lugares laborales con las que se conviven, por lo menos, ocho horas.

Se sabe que siempre se empieza por casa. Pero de nuevo, la administración central, las empresas públicas y los organismos descentralizados no pudieron demostrar que se predica con el ejemplo. La inmensa mayoría no está haciendo los esfuerzos suficientes para cumplir con la exhortación ni con la norma aprobada en marzo de 2020, que pide a todos los empleadores “instrumentar y promover, en todos los casos que sea posible, que los trabajadores realicen sus tareas en sus domicilios”.

En diciembre, el director de la Oficina Nacional de Servicio Civil, Conrado Ramos, envió una nota a las oficinas estatales: "el gobierno exhorta a los jerarcas a implementar el teletrabajo en sus organismos, el cual no deberá afectar la calidad del servicio a la ciudadanía ni los cometidos de la organización".

Está muy bueno exhortar pero, al menos en lo que hace al propio Estado, es posible ir un paso más allá que tan solo pedir. Hay que ordenar, aunque la tarea no sea para nada sencilla en un sistema que no se basa en la meritocracia ni en el trabajo por proyectos o por resultados, en la mayoría de los casos, y que por lo tanto es muy difícil de controlar a distancia.

La exhortación que hizo el presidente en diciembre es loable pero insuficiente. Según datos del INE citados por el economista y periodista Federico Comesaña en el programa radial Así nos va, en noviembre del año pasado solo un 9,4% de los uruguayos trabajaba desde su casa. En diciembre, a medida que aumentaban los casos y la preocupación, subió a 11.3% (exhortación mediante). En abril de 2020 el 19.3% estaba teletrabajando. En enero de 2021 volvió a bajar a 9,3%. 

Claro que hay rubros que están imposibilitados de optar por el teletrabajo, porque por ahora una vivienda la sigue haciendo un obrero de la construcción y en una panadería te atiende un ser humano de carne y hueso. Pero en esos mismos rubros hay otras tareas que perfectamente pueden hacerse desde casa, incluyendo a quien coordina la logística de una obra y al administrativo de la panadería.

Todavía falta mucho camino por recorrer para afinar esta modalidad de trabajo en el área privada, pero mucho más en la pública. Desde el gobierno se señala que el compromiso existe y que todavía rige la normativa del 16 de diciembre, cuando se instó a trabajar a distancia en toda la administración pública y se limitó la presencialidad a “casos excepcionales por la naturaleza del servicio”.

Nadie duda de la voluntad de algunos jerarcas de que esto se cumpla efectivamente, pero los números no se alinean a su voluntad. 

En ese 9, 10 u 11% que está teletrabajando hay pocos funcionarios públicos y la aceptación de esta modalidad es muy dispar. Mientras que en Presidencia hay muchos funcionarios que se desempeñan desde sus casas, en la mayoría de los ministerios y organismos hay gente trabajando en una oficina pública con tareas que perfectamente podrían hacer a distancia.

El gran freno, comentaron fuentes gubernamentales y legislativas que evalúan el magro efecto de la medida, suelen ser los jerarcas medios que temen perder control. En muchos casos esto es una realidad indiscutible: hay funcionarios públicos no están preparados para trabajar con efectividad a distancia y muchos otros, como en todos los rubros laborales, aprovechan la falta de supervisión física y constante, para hacer menos. 

Lo anterior aplica tanto para públicos como para privados -hay buenos y malos trabajadores en todas las organizaciones- y abre una oportunidad única de evaluación. Si no sos capaz de desempeñar la tarea que te corresponde desde tu casa, no deberías entonces ocupar ese puesto.

En el Estado, además, los propios mandos medios no están preparados para este sistema laboral que supone una coordinación fluida y flexible, un liderazgo afinado y proyectos y fechas límite claras para cumplir con lo que se debe hacer. Así lo analiza el propio gobierno. El equipamiento y la tecnología también son un freno

El propio gremio de los funcionarios del Estado se manifestó de una forma similar y su secretario general ha dicho que "no hay un criterio uniforme en la administración" y que “cada organismo, ministerio, e incluso unidades ejecutoras dentro de cada ministerio tiene criterios diferentes”.

Siempre hay excepciones que prueban que se puede y Ancap es una de ellas. En diciembre del año pasado informó que el 45% de sus 2.300 empleados optaron voluntariamente por el teletrabajo. Como explican los expertos, el cambio empieza desde arriba. El Directorio de la empresa estatal también se reúne virtualmente.

Lo paradójico de este lento avance público hacia el teletrabajo es que el año pasado la senadora colorada Carmen Sanguinetti presentó un proyecto de ley que regula y le da marco. Ya tiene media sanción del Senado y se discute en comisión en Diputados. La senadora expresó esta semana por Twitter que “con la agudización de la pandemia sorprende no se haga más hincapié en esta modalidad”.

Más de un legislador de la coalición está disconforme con el paso cansino de este proceso. “Llama mucho la atención que se haya avanzado tan poco en el Estado, considerando incluso la dificultades para implementarlo. Falta voluntad”, me dijo uno de ellos.

El presidente estaba a punto de firmar este viernes un decreto que le presentó Ramos de la ONSC, para el fortalecimiento de las capacidades de teletrabajo de los funcionarios públicos. El punto de partida será una encuesta masiva que se hará con el apoyo de Agesic, para medir el punto de partida en lo que hace a habilidades digitales de los empleados y a infraestructura en tecnología (hardware y software). 

Se creará además una guía de teletrabajo en la que se viene avanzando en un grupo que congrega a organismos y empresas públicas. El decreto también prevé un plan de capacitación que comienza por los mandos medios. 

Uruguay es uno de los tres elegidos por la Business School de Harvard y la Duke University para formar parte de un experimento que apunta a mejorar la satisfacción de los trabajadores con el teletrabajo. En principio participarán tres empresas públicas (Antel, Ancap y BPS) y tres ministerios (Trabajo, Ganadería y un tercero a definir).

El principal cambio que se necesita para evolucionar hacia nuevos sistema de trabajo, es de cabeza. Y la burocracia siempre afecta mucho la cabeza. 

El teletrabajo, como la movilidad y el tire y afloje de los uruguayos con la pandemia, va al ritmo de los casos. Ya en junio del año pasado, cuando el primer susto había pasado y todavía fantaseábamos con que a nosotros no nos iba a tocar tan bravo, muchos volvieron demasiado pronto a las oficinas. El contacto social y el trabajo en equipo que se logran en los lugares de trabajo es deseable y además, productivo. Pero si nos quedan algunos meses de teletrabajo que sirvan para bajarle el copete al virus, aunque sea mínimamente, deberíamos aprovechar mejor este recurso.

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