MARTIN BUREAU / AFP

TikTok y el signo de nuestros tiempos

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14 de agosto de 2020 a las 16:08

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La mayoría de la gente se pregunta intrigada qué es todo este lío mundial sobre TikTok, la popular plataforma china de microvideos que arrasa entre los adolescentes; por qué Donald Trump la prohibió en Estados Unidos y todo el sistema político de ese país le ha declarado la guerra a una aplicación cuya mayor amenaza parece ser que los gatos realicen increíbles despliegues de calidad artística.

TikTok no es cualquier plataforma de videos. Permite crear, editar y subir videos muy breves, por lo general de 20 segundos de duración; pero hace una extraordinaria utilización de la Inteligencia Artificial (IA) para que el usuario pueda agregarle todo tipo de efectos especiales, desde maravillosos pasos de danza, o playbacks perfectos de cualquier canción o discurso, hasta memes y bromas. Algo así como un Facebook de solo videoselfies que le permite a uno cantar como Sinatra, bailar como Nureyev y hablar como Kennedy, o al gato de uno cantar como Sinatra, bailar como Nureyev y hablar como Kennedy. Una inmensa fuente de placer y regocijo para los chicos que, además, utiliza la misma inteligencia artificial que la hace tan genial para hacerla al mismo tiempo particularmente adictiva.

¿Y cuál es el problema?, se preguntará el lector. Todas las redes sociales son adictivas, ¿y qué amenaza geopolítica puede representar esta en particular?, para Estados Unidos o para cualquier otro país.

Bueno, lo de la adicción no es exactamente así. Es cierto que todas las redes sociales son más o menos adictivas, pero TikTok lo es en grado sumo: está especialmente diseñada para ello con una minuciosa personalización del contenido y sus ganchos de uso, lo que la convierte en una especie de droga digital potenciada al infinito por IA.

Sin embargo, tampoco es eso lo que más preocupa a Trump, a los legisladores y, en general, al establishment norteamericano. Lo que a estos preocupa es que se trata de la primera red social china que penetra en EE.UU. La recolección de datos que TikTok haga de ciudadanos estadounidenses, la puede, como toda compañía china, compartir con el régimen de ese país.

Cualquiera podría pensar: realmente tienen rostro estos americanos. Hace más de 15 años que vienen inundando al mundo con sus Facebooks, sus Googles, sus Twitters y demás, recolectando megadata en forma masiva de todo el mundo, y ahora que una app extranjera los corona a ellos ¿hay que bloquearla? La diferencia, empero, no es menor. Huelga decir que China es un Estado totalitario. Y así los peligros de censura, vigilancia y, en general, control absoluto de los individuos es infinitamente mayor. Hace poco, el periódico inglés The Guardian reveló una serie de documentos donde TikTok instruía a sus moderadores censurar videos que mencionaran la masacre de Tiananmen, la independencia del Tibet o las violaciones a los derechos humanos de la población uyghur en Xinjiang.

El analista Ben Thompson, quien publica desde Taiwán una jugosísima newsletter que leen todos los periodistas interesados en China, ha documentado la manera brutal y descarada con que TikTok censura las protestas de Hong Kong. Todo el año pasado, en plena ebullición de las manifestaciones anti Beijing en el enclave, no apareció nada en TikTok; lo que recuerda de un modo escalofriante a los viejos blackouts de las dictaduras (o nuevos blackouts si hablamos del actual régimen de Bielorrusia); solo que en el caso chino con alcance global e hipertecnologizado.

Por eso para el resto de nosotros en el mundo (ya no solo para los ciudadanos estadounidenses), no es buena cosa la expansión de redes sociales chinas. Lo único que puede tener de positivo el crecimiento exponencial de una plataforma como TikTok es abrir el mercado y disputarle el monopolio a Facebook, a la que se le ha permitido acaparar burdamente Instagram y WhatsApp y resulta imperioso que enfrente una sana competencia. Todo lo demás es jugar para el impresionante control global que Xi Xinping avizora para la hegemonía del gran Imperio chino, un espeluznante panóptico mundial que no imaginó ni Foucault en su extraordinaria obra Vigilar y castigar, ni se le ocurrió a Orwell en los más totalizantes pasajes de su distopía 1984.

Para todo ello, el líder chino se ha propuesto el dominio global de la inteligencia artificial, cosa que espera para 2030. Y ya tiene a numerosos gobiernos aliados en ese empeño, no pocos de ellos en América Latina. Lo que no deja de dar un poco de miedito.

Hasta ahora hemos entregado todos nuestros datos –aunque a regañadientes— a unas cuantas compañías americanas, cuyo uso podíamos suponer exclusivamente comercial pero que sabíamos, llegado el caso, podía tener otros fines más truculentos. ¿Entregaremos ahora del mismo modo nuestra información a unas firmas directamente controladas por el Partido Comunista Chino, con unos alcances inauditos en inteligencia artificial para controlar, vigilar y censurar?

No parece buena idea. No hay que ser norteamericano para advertir los peligros del aparentemente inofensivo TikTok. Pero, como con en el resto de los productos chinos, lo más probable es que se termine imponiendo sin resistencia fuera de los países centrales. Es el signo de nuestros tiempos.

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