Kenzo TRIBOUILLARD / AFP

Un impuesto mundial para las grandes empresas, ¿puede perjudicar a Uruguay?

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08 de abril de 2021 a las 16:58

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Esta semana vamos a salir un poco de la pandemia para hacer foco en un tema que se está cocinando a miles de kilómetros de Uruguay pero puede tener sus coletazos a futuro: que las grandes empresas paguen un impuesto mínimo a nivel global. La propuesta que retomó en las últimas semanas la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, fue parte de la agenda del G-20 virtual de esta semana que tuvo a Italia como país anfitrión. Tras la reunión hubo cierto optimismo en terminar de atar esa propuesta para el próximo encuentro previsto para julio. ¿Por qué este tema volvió sobre la mesa? ¿En qué medida esto puede desalentar el arribo de inversiones a países emergentes –como Uruguay– que ya tienen una carga tributaria relativamente elevada en el comparativo regional? De eso voy a comentarte en esta entrega de Rincón y Misiones.

Un nuevo empuje tributario global con EEUU a la cabeza

No es la primera vez que las grandes economías a nivel mundial tiran el tema sobre la mesa. Desde 2013 se vienen escuchando propuestas e intenciones de los países desarrollados de avanzar para que las empresas paguen un impuesto mínimo a escala global, como una forma de erradicar definitivamente los paraísos fiscales o los países que ofrecen regímenes impositivos nulos o bastante por debajo de la media mundial

El guante que tomó Yellen fue bien recibido por los pares europeos que participaron en la última cumbre virtual del G-20. “Seguimos comprometidos a alcanzar una solución global y de consenso”, dijo sobre el asunto en la rueda de prensa posterior al G-20 Daniele Franco, titular de Economía de Italia. El ministro reconoció que la reforma de los impuestos internacionales es un asunto “complejo a nivel político y técnico”, y “posiblemente el proyecto más ambicioso de fiscalidad de ámbito multilateral”.

¿Por qué ahora EEUU está interesado en el tema? La administración de Joe Biden pretende aumentar el gravamen a las empresas del 21% al 28% para financiar su plan de infraestructuras de US$ 2 billones. En ese contexto, Yellen llevó su propuesta de un impuesto global mínimo superior al nivel del 12,5% que discutían los expertos en el seno de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). 

“Juntos podemos usar este impuesto mínimo global para asegurarnos de que la economía prospere sobre la base de una mayor igualdad de condiciones de tributación para las empresas multinacionales”, argumentó Yellen el lunes.

Esta armonización fiscal, destinada a imponer un mínimo gravamen a las empresas independientemente del país donde se encuentren, buscaría evitar que las empresas eludan impuestos estableciendo sedes en países con tasas más bajas, una práctica frecuente entre las firmas de tecnología (como Google, Amazon, Facebook, entre otras) que drena recursos de las arcas gubernamentales.

Yellen es partidaria de acoplar un aumento de la tasa en EEUU con un impuesto mínimo global para poner fin a la “carrera a la baja” entre los países para ver quién implementa la tasa menor. La Unión Europea de hecho tiene ese dilema con las ventajas impositivas que ofrece Irlanda para que grandes multinacionales aprovechen e instalen sus casas matrices en ese país.

“Un acuerdo global sobre fiscalidad internacional está ahora a nuestro alcance”, dijo el martes a AFP el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, pidiendo a los países “aprovechar esta oportunidad histórica”. El ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz, calificó el anuncio de Yellen como un “gran paso adelante” en la batalla para detener la erosión de los ingresos del gobierno.

La reforma internacional tendría dos componentesla tasa impositiva mínima y el establecimiento de un sistema para modular los impuestos corporativos en función de las ganancias en cada país, independientemente de dónde tengan su sede las empresas, lo que probablemente afectaría más a los gigantes tecnológicos, informó AFP. No se ha decidido ninguna tasa, pero las estimaciones oscilan entre 12,5% y 21%.

Cómo puede pegarle a Uruguay

En este tema y como tantos otros que se cocinan en las grandes ligas, Uruguay lo mira un poco del balcón y no tiene mucho para hacer más que monitorear cómo puede terminar de cuajar o no esta nueva oleada para crear un impuesto de alcance global sobre las grandes multinacionales.

Uno de los grandes escollos es definir un criterio técnico a nivel global que pueda poner fin a una vieja dispuesta como la competencia fiscal, aunque sí se han logrado avances notorios en el intercambio de información tributaria de contribuyentes entre países.

En resumen, cada país quiere llevar agua para su molino (empresas) y algunos ven difícil que se acepte abiertamente subir una tasa impositiva sobre las ganancias de multinacionales que suelen generar miles de empleos.

Como es histórico, Uruguay es un país receptor de capitales e inversiones y no tiene el dilema de países desarrollados que tienen multinacionales fuera de sus jurisdicciones para pagar menos impuestos. El régimen tributario uruguayo solo grava la ganancia que tiene una multinacional en el propio territorio y no la que se obtiene en su casa matriz.

Hoy una empresa extranjera paga en Uruguay una tasa de Impuesto a la Renta (IRAE) del 25%, al que se le suma un 7% por distribución de dividendos, por lo que la tasa efectiva termina llegando al 30,25%. Por tanto, la presión tributaria de Uruguay está lejos de ser un paraíso fiscal y está bastante alineada a los estándares de la OCDE. En teoría, si se avanza con la propuesta de crear una tasa global unificada, esto no movería demasiado la aguja para una multinacional que esté analizando instalarse en Uruguay. El caso más sonado de los últimos meses ha sido el desembarco del gigante tecnológico Googleuna inversión que el gobierno de Lacalle Pou está aguardando con expectativa para el corto plazo. También hubo sondeos de Amazon para una posible llegada, pero eso todavía está en pañales. 

También hay quienes sostienen que si se logra avanzar con esa tasa impositiva global para gravar a las grandes empresas, la competencia fiscal entre países no necesariamente se eliminará porque así como se cobran impuestos también hay distintas vías administrativas para reducir esa mochila vía deducciones y demás. Cada Estado tiene su propio libreto y mañas en ese aspecto. La otra pregunta que surge es qué pasará cuando algún país incumpla con esa nueva tasa. ¿Quién será el organismo que se encarga de aplicar multas o sanciones? ¿Vuelven las listas grises o negras de la OCDE? ¿Tiene jurisdicción para hacerlo? Muchas dudas para algo que parece ser más una expresión de deseo que algo con chances reales de ser una realidad.

El tema seguramente seguirá dando tela en los próximos meses y habrá que esperar si efectivamente para julio las grandes potencias se ponen de acuerdo en un tema tan espinoso. Mientras tanto, Uruguay no tendrá otra que balconear y aguardar qué se resuelve en las grandes ligas para luego evaluar si su estatus como receptor neto de capitales sufre algún trastoque.

Soy Andrés Oyhenard, editor de Economía y Empresas de El Observador. Hasta aquí esta nueva entrega de Rincón y Misiones, la newsletter exclusiva para suscriptores Member de El Observador para entender mejor la realidad económica y los temas que tocan nuestro bolsillo, y contar con mejor información para tomar decisiones.

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