PEDRO MENDEZ / AFP

Uruguay Exit: la hora de medir su costo

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17 de junio de 2021 a las 17:00

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Aunque era un escenario (más que) probable, las chances de que Uruguay pueda conseguir el consenso necesario para avanzar con su propuesta de flexibilizar el Mercosur va camino al naufragio, una vez más. No es algo que debería sorprendernos a esta altura del campeonato, a 30 años de una unión aduanera imperfecta con magros avances en su apertura intra y extrarregional. El rechazo argentino, incluso con un guiño de Paraguay y sectores industriales brasileños, le bajaron el ímpetu al afán aperturista de Uruguay. 

Ahora, si la propuesta uruguaya no camina: ¿cuál será el camino? ¿Hay un plan b? El grueso de los analistas y economistas considera que la salida del Mercosur sería demasiado costosa. Otros abren la puerta y reclaman que se haga un estudio para cuantificar el camino de un potencial Uruguay Exit (salida) del bloque comercial. Con números concretos sobre la mesa habrá más elementos para encarar una discusión más profunda sobre el tema. Al mismo tiempo, habría que identificar con qué mercados hay chances ciertas de avanzar en la firma de acuerdos comerciales bilaterales de relevancia.

Una salida y negociación empantanada

Leonardo Carreño
El gobierno mantiene su propuesta de flexibilizar el bloque para firmar acuerdos en forma bilateral.

El cruce entre los presidentes de Argentina y Uruguay cuando se celebró la última cumbre de presidentes del Mercosur del pasado 26 de marzo dejó en evidencia las posturas de ambos gobiernos. El presidente Lacalle Pou consideró que el bloque “no puede ni debe ser un lastre” ni un “corset” para que el país se pueda mover para avanzar en su apertura. “Una carga es algo que hace que a uno lo tiren de un barco, y lo más fácil es bajarse del barco si es que esa carga pesa mucho (...) Si somos un lastre, que tomen otro barco”, le respondió su par argentino Alberto Fernández. 

Y en el gobierno uruguayo ya no ocultan un poco esa especie de frustración por la dilatoria argentina a responder sobre el pedido de flexibilización. El propio canciller uruguayo lo resumió en una frase breve y contundente: “Hasta ahora no sentimos que estén fundamentadas por parte de Argentina, sino que es no por el no”, lamentó Bustillo durante una comparecencia ante el comisión de Asuntos Internacionales de Diputados. 

Un bloque donde las decisiones se toman por consenso hace más complejo el panorama para los intereses de Uruguay. Además, Argentina no es el único que pone piedras en el camino. Paraguay, el otro socio pequeño, ha mostrado desde el inicio una postura más volcada al lado argentino que a la uruguayo-brasileña.

El propio embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, reforzó esta semana la postura de Argentina sobre la política comercial peronista. Durante una recorrida por la apertura de una fábrica en Misiones, el diplomático argentino agradeció al presidente Ferández su designación para “conseguir más inversiones y sustituir importaciones”. Según posteó Scioli en su cuenta de Instagram, antes esa producción se importaba desde Brasil. Previamente, el exgobernador de la provincia de Buenos Aires estuvo en contacto con cámaras empresariales brasileñas que se oponen a una reducción del AEC como promueve el ministro de Economía brasileño Paulo Guedes. “No habrá industria automotriz. Seremos exportadores de productos agrícolas y hierro. En la agenda exportadora domina la agroindustria. Alguna vez fuimos un importante exportador de productos manufacturados. Sin incentivos y sin planes, no veo futuro”, alertó el presidente de la Asociación Brasileña de Vehículos Eléctricos (ABVE), Adalberto Maluf.

La Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación Nacional de la Industria de Brasil (CNI también movieron sus fichas (y lobby) y alertaron por el impacto que tendría la reducción del AEC que promueve Brasil o la flexibilidad de Uruguay para firmar tratados en forma bilateral. Ambas entidades reclamaron un debate público-privado sobre la revisión AEC y también sobre la forma de llevar adelante en el Mercosur negociaciones comerciales con terceros países "porque su resultado será determinante para la continuidad y el futuro del proceso de integración iniciado en 1991". 

Este tipo de posturas confirma que la bandera del superministro liberal de Economía de Bolsonaro, el Chicago Boy Guedes, y de Itamaraty, tienen reparos dentro de su propio país. Para avanzar también deberá contar el aval de otros pesos pesados como la Federación de Industrias de San Pablo (Fiesp).

Cuánto y qué le vendemos a Brasil y Argentina 

En 2020, el Mercosur fue el responsable del 22% de las exportaciones de bienes de Uruguay. En números gruesos, unos US$ 1.800 millones. Si analizamos las ventas por zonas, solamente Asia -por la fuerte influencia de China- supera al bloque regional como destino para las ventas uruguayas (30%). 

Las partidas de plásticos, lácteos y maltas concentran la mayor parte de las exportaciones. Las tres tienen como principal mercado a Brasil, segundo socio comercial de Uruguay, por detrás de China. El socio grande del bloque es el responsable del 69% de las compras a Uruguay dentro del Mercosur, Argentina el 24% y Paraguay apenas el 7%. En exportaciones de bienes industriales a la vecina orilla ha mostrado un notorio descenso en las últimas dos décadas, en particular, que fueron un golpe de gracias para cientos de empresas de rubros como vestimentas, textiles, plásticos, entre otros. El año pasado las ventas a Argentina sumaron unos US$ 300 millones, bastante lejos de los casi US$ 600 millones del 2011. Dentro de los rubros más relevantes aparecen combustibles, plásticos  manufacturas, jabón, productos de limpieza y autopartes. 

En el caso de Brasil, perder la preferencia arancelaria del Mercosur sería un golpe, por ejemplo, para las exportaciones de lácteos a un destino que adquiere unos US$ 200 millones por año. Salir del bloque implicaría que Uruguay pase pagar un AEC del 28% para ingresar con sus productos a un destino natural para su ventas externas junto a Argentina.

Por el lado de los servicios, es indudable el peso histórico de los veraneantes argentinos y brasileños para el turismo uruguayo, pero una salida o estatus como miembro asociado de Mercosur no debería ser una barrera, a priori,  para que esos turistas crucen la frontera. Tampoco habría elementos para pensar en una retracción del flujo de inversión extranjera directa de esos países. Los dos principales grupos frigoríficos de Uruguay (Marfrig y Minerva) son multinacionales brasileñas con plantas industriales en la región y el mundo. 

¿Hay una cancillería preparada?

Mientras escribía esta columna me preguntaba si Uruguay tiene realmente hoy una cancillería y un equipo diplomático con la gimnasia para salir a comerse la cancha y atar, por decir un número, media docena de TLC en un tiempo relativamente breve para amortiguar el costo que tendría una hipotética salida del Mercosur.

En su momento el excanciller Ernesto Talvi quiso instaurar el concepto de “diplomacia 5.0” con un fuerte empuje al trabajo del Instituto Uruguay XXI para abandonar la “diplomacia de cóctel”. Sin embargo, esa estrategia duró menos que su fugaz pasaje por el Palacio Santos, y Uruguay XXI quedó subordinado a la cancillería. 

La otra pregunta que queda boyando es si efectivamente hay países (relevantes para el comercio con Uruguay) que estén dispuestos a firmar un tratado comercial con un país de 3,5 millones de habitantes. El ejemplo más parecido puede ser el de Nueva Zelanda (5 millones de habitantes) y un poco más alejado Chile (19 millones), ambos con un balance más que positivo evaluando estrictamente su apertura comercial. El primero (y fuerte competidor) tiene una posición de privilegio para ingresar con sus lácteos y carne en Asia con aranceles nulos o sensiblemente inferiores a Uruguay. 

El tren para un TLC con EEUU pasó hace muchos años y parecen existir pocas chances hoy para negociar un tratado bilateral con la principal economía del mundo. 

El otro que importa (y mucho) es China. La potencia asiática (camino a ser el rey de la economía mundial en poco tiempo) ha tendido la mano y ha realizado insinuaciones en la última década, aunque siempre quedaba sobrevolando si estaba dispuesto a avalar un TLC con Uruguay sin un apoyo de Brasil. “Nos gustaría mucho sentarnos a negociar con ellos (por China), ver qué posibilidades existen, qué beneficios podemos obtener y cuáles vamos a tener que conceder”, dijo Bustillo la pasada semana. 

Una salida del Mercosur implicaría el fin para muchas industrias que exportan a Argentina y Brasil. Habría un impacto sobre el empleo, cuya reubicación en potenciales ganadores (más dinámicos) no es tan sencilla y lineal. Avanzar en un TLC bilateral con la Unión Europea aparece también como complejo, pero sí más factible uno con el Reino Unido como acaba de hacerlo Australia. Otra hipótesis es negociar un acuerdo bilateral con Brasil para proteger el comercio con ese mercado dada la relevancia que tiene como destino. 

En la cancillería saben que la ventana es pequeña. Por ahora, la única esperanza que queda es que Brasil de impulso durante la presidencia pro témpore del Mercosur a su propuesta de reducción del AEC y lleve la apertura uruguaya en el mismo paquete apelando a un latiguillo que el propio canciller utiliza en temas relacionados al Mercosur: “Brasil hace lo que quiere, Argentina lo que puede, Uruguay lo que le dejan y Paraguay nada”. Por eso, para medir el costo de mantenerse o quedarse en el Mercosur, es necesario comenzar a tirar números y sacar cuentas. 

Soy Andrés Oyhenard, editor de Economía y Empresas de El Observador. Hasta aquí esta nueva entrega de Rincón y Misiones, la newsletter exclusiva para suscriptores Member de El Observador para entender mejor la realidad económica y los temas que tocan nuestro bolsillo, y contar con mejor información para tomar decisiones.

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