Víctimas de covid se merecen un rápido inicio de investigaciones públicas

China celebró un “día nacional de reflexión”, en memoria de sus “mártires” de covid-19, el 4 de abril del año pasado, solo unos meses después de que surgiera su primer caso de coronavirus. Trenes, barcos y automóviles hicieron sonar sus bocinas y sirenas en un “lamento de dolor” de tres minutos.

El día de reflexión del Reino Unido cayó el martes pasado, un año después de la tardía declaración de un confinamiento nacional, y la aflicción fue también su enfoque principal.

Obviamente, lo correcto es rendir homenaje a los muchos fallecidos y a sus familias, y rendir tributo a los trabajadores sanitarios de primera línea y a otras personas que ayudaron al Reino Unido a través de lo que el primer ministro Boris Johnson llamó “una epopeya de resistencia y de privaciones”.

Pero ellos ya han soportado una espera demasiado larga para una adecuada investigación pública sobre el manejo de la crisis.

No es suficiente “reflexionar”, “apoyar” y “tener esperanza”, las palabras proyectadas en el costado de la catedral de Lichfield durante la conmemoración de la semana pasada. Un método de tres pasos más productivo sería uno que incorporara “revisar”, “estudiar” y “aprender”.

Chris Whitty, el director médico del gobierno del Reino Unido, estuvo más cerca de resumir el objetivo durante la conferencia de prensa del día de reflexión. Johnson respondió a una pregunta sobre por qué el Reino Unido había sufrido el mayor número de muertos en Europa argumentando, nuevamente, que las comparaciones internacionales eran “prematuras en esta etapa”. Whitty luego admitió que “tuvimos un mal resultado. Muchos otros países tuvieron un mal resultado. Lo que queremos tratar de lograr es minimizar la mortalidad en el futuro y aprender lecciones del pasado”.

Puede que sea obvio que el Reino Unido y EEUU, con su historial desproporcionadamente pobre de muertes, o China, donde comenzó el virus, deberían realizar investigaciones. No es tan obvio que países como Australia o Nueva Zelanda, los cuales han sufrido menos, también deban hacerlo. Pero el principio de Whitty también debería aplicarse allí, aunque solo sea para distinguir entre los resultados felices debidos a la casualidad y los resultados debidos a una exitosa preparación, y para refinar las estrategias para una futura crisis.

En Nueva Zelanda, los elogios mezclados con la envidia internacional han ahogado algunas críticas locales de Jacinda Ardern y del manejo de la crisis por parte de su gobierno. Los autores de un crítico informe oficial sobre su estrategia de vigilancia y pruebas de covid escribieron que, a pesar de la excelente respuesta del país en general, todavía era “oportuno reflexionar acerca de las lecciones aprendidas e identificar qué pudiera mejorarse”.

El gobierno del Reino Unido debería haber copiado la estrategia de los investigadores de accidentes aéreos, quienes buscan sacar conclusiones rápidas en informes provisionales para evitar la repetición de fallas humanas o mecánicas inmediatamente obvias.

Los suecos y los noruegos, tan amantes de la transparencia, están aplicando esta técnica por fases. Una comisión sueca ya ha llegado a la conclusión de que la política del país para proteger a personas de edad avanzada en residencias para ancianos fracasó. La comisión ya ha prometido un segundo análisis intermedio de la controvertida estrategia pandémica para octubre y un informe final para febrero próximo.

La comisión de coronavirus de Noruega desde el principio dijo que no malgastaría el tiempo de los políticos y de los funcionarios públicos que aún están lidiando con el virus en sí. Sin embargo, se comprometió a publicar, para fines de este mes al menos, una evaluación parcial de la planificación inicial del país para la crisis y su manejo. La comisión noruega incluso pudiera ser la primera en hacer las comparaciones internacionales que Johnson ha considerado prematuras: tiene el mandato de “considerar cómo la pandemia y las consiguientes ramificaciones sociales se han manejado en países similares a Noruega”.

La presión en el Reino Unido está aumentando, proveniente de los grupos de víctimas, de The Guardian y del líder del Partido Laborista, entre otros, pero ya se está perdiendo un valioso tiempo. Se está desapareciendo la oportunidad de recopilar recuerdos antes de que se desvanezcan o sean intencionalmente distorsionadas por los participantes para que se ajusten a una narrativa más optimista que redunde en su propio beneficio.

Sin embargo, todavía existe la posibilidad de aprender de los errores, como deberían hacerlo todas las organizaciones que valoran su autosuperación. Una sólida investigación examinaría errores que parecen triviales en sí mismos, pero que pudieran haber contribuido a un mayor fracaso. Los investigadores también debieran distinguir los errores “malos” de los “buenos”, cometidos siguiendo el espíritu de la experimentación en un momento de profunda incertidumbre.

“Nunca será conveniente” iniciar una investigación, señaló Marcus Shepheard, el investigador principal del Institute for Government (IfG), un grupo de expertos independiente. Será fundamental establecer el alcance correcto y evitar centrarse en la asignación de culpas.

Desafortunadamente, el Reino Unido es hábil cuando se trata de retrasar las investigaciones y, a veces, es mediocre implementando sus recomendaciones. Lord Mark Saville, quien tardó 12 años en completar la investigación independiente sobre la matanza de civiles desarmados en manos de soldados británicos en Londonderry durante el Domingo Sangriento, la semana pasada le dijo a The Times que era probable que una investigación sobre el coronavirus tomara hasta después de las próximas elecciones generales, previstas para 2024. Razón de más para empezar a investigar de inmediato.