Wall Street y las vacunas: el capitalismo eufórico otra vez

El coronavirus ha provocado más de 750.000 muertos en pocos meses, y reaparece tercamente en sitios que parecían tenerlo bajo control, desde España a Nueva Zelanda, pasando por Dinamarca o Alemania (Uruguay, con solo 11 muertos por millón de pobladores, es rara avis, aunque todo puede desmoronarse con facilidad).

Estados Unidos, Brasil y México son los países que acumulan más fallecidos por coronavirus. Pero, en una medición per capita, los Estados con más muertes son Bélgica, Perú, España, Reino Unido, Italia, Suecia y Chile, en ese orden.

La extensión del coronavirus a principios de este año provocó uno de los bajones más dramáticos de la historia de Wall Street, y, por añadidura, en el resto del mundo. Luego, gradualmente, los mercados revivieron, a medida que el fenómeno se entendía mejor y se evaluaban sus efectos, junto a grandes planes de estímulo.

Ahora la confianza en que la ciencia hallará una vacuna parece invencible, lo que provocó un gran rebote bursátil en Nueva York, la recuperación más fuerte desde 1933.

El índice Nasdaq, que mide la cotización de las compañías tecnológicas en Wall Street, creció 60% desde la depresión de marzo, y ya está muy por encima del récord del año pasado.

El índice ampliado Standard & Poor’s, que refleja la cotización de las mayores 500 empresas, recuperó lo perdido desde febrero.

Aunque ninguna vacuna experimental demostró aún eficacia completa contra el covid-19, y sin efectos secundarios, ya se han comprado en forma anticipada al menos 5.700 millones de dosis en todo el mundo: empezando por el gobierno de Estados Unidos, pero también la Unión Europea, Brasil, México o Argentina, pasando por el Reino Unido y Japón.

Tres vacunas occidentales y dos chinas están en una fase avanzada de experimentación en millares de personas. Hay en juego mucho dinero, prestigio, nacionalismo y política. Rusia anunció el martes haber desarrollado una propia, que llamó “Sputnik V”, que aplicará a personal médico antes de finalizar los ensayos clínicos. En este caso, el mundo reaccionó con escepticismo.

Muchas compañías fueron subvencionadas por gobiernos para que avancen a la vez en la investigación y producción, superponiendo etapas, con el fin de que puedan entregar millones de dosis en 2021 (Johnson & Johnson, Moderna, Oxford/AztraZeneca, Novavax, Pfizer/BioNTech, Sanofi/GSK, Merck Sharp and Dohme, entre otras).

La Comisión Europea anunció la reserva de hasta 400 millones de dosis de la eventual vacuna del laboratorio estadounidense Johnson & Johnson. En julio había reservado 300 millones de dosis de la posible vacuna del laboratorio francés Sanofi.

El magnate mexicano Carlos Slim contribuye a financiar el proyecto común de México y Argentina para producir la vacuna de AztraZeneca.

Los rebotes bursátiles han sido muy desiguales, según sector de actividad. Hay ganadores y perdedores, como ocurre con los países, que han encajado daños muy diferentes por el coronavirus. Muchas empresas pequeñas y medianas no resucitarán; y pasará un largo tiempo de reconstrucción y deudas.

La industria turística, que significa el 10% del producto bruto mundial, se dio un golpazo: desde las cadenas hoteleras a las aerolíneas. Países muy dependientes de los viajeros, como España, Francia o Italia (y Uruguay), han sufrido mucho y seguirán sufriendo, aunque hay señales de vida.

Por el contrario, algunas compañías tecnológicas han sido grandes ganadores en tiempos de encierros masivos. Amazon, el gigante que entrega cualquier cosa puerta a puerta, cuyas acciones se creían sobrevaluadas el año pasado, se ha valorizado un increíble 90% desde mediados de marzo. Netflix por su parte ganó alrededor de 45% en el mismo período, Microsoft trepó más de 50%, Apple 100% y la argentina MercadoLibre casi 160%.

La modernidad tiene cara de teletrabajo, compras on line y entregas a domicilio.

El oro, el refugio tradicional cuando hay miedo, o cuando las tasas de interés son demasiado bajas, superó los US$ 2.000 por onza, una subida de casi 30% desde marzo, pero luego comenzó a caer.

Otros riesgos, además del coronavirus, acechan a las economías basadas en el comercio exterior, como la de Uruguay. Las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China, que son las economías más grandes del mundo, pueden afectar los flujos comerciales. El mundo del futuro podría ser menos abierto que en las últimas tres décadas: más nacionalista y menos tolerante y global.

Un viejo adagio dice que el mercado de valores no es la economía. En otras palabras: los vaivenes en el Lower Manhattan no calcan la realidad, pues la mayoría de las empresas no cotizan allí. Eso parece quedar más claro que nunca ahora. Wall Street vuela, mientras muchísimas empresas familiares crujen en el mundo, y centenares de millones de trabajadores están en seguro o desempleados.

No necesariamente es una burbuja especulativa. Los inversores están fijando los precios de las acciones ahora en función de hacia dónde ven las ganancias corporativas en el futuro, señala un análisis de Associated Press. 

Pero, al fin de cuentas, el virus sigue siendo el comodín definitivo. Si una vacuna no llega al mercado durante el próximo año, toda la esperanza que ha ayudado a construir la recuperación de las bolsas, y de ciertas materias primas, podría desaparecer rápidamente.