23 de noviembre 2024
30 de octubre 2024 - 19:38hs

El Banco Central de la República Argentina (BCRA) tomó la decisión de subastar más de 1.500 tambores de monedas antiguas, cuya validez nominal fue desplazada por su valor material. Estos tambores contienen monedas que, aunque técnicamente siguen en circulación, ya no cumplen con los requisitos de utilidad y eficiencia, y representan una carga en términos de almacenamiento. La subasta pública se realizará el 21 de noviembre de 2024, y el Banco Ciudad estará a cargo de organizar el remate, que comenzará a las 9 de la mañana en Buenos Aires.

Cada tambor en oferta tiene una capacidad aproximada de 100.000 monedas y se presenta en lotes de 10 tambores, lo que implica un total de 1.000.000 de unidades por lote. La suma de monedas en circulación para la subasta totaliza cerca de 150 millones de monedas que, en su conjunto, pesan unas 1.500 toneladas. Según especificaron desde el BCRA, “se trata de monedas que ya no tienen valor ni eficiencia para el uso”. Esta medida, en línea con los cambios en los hábitos de pago, busca descomprimir las instalaciones del Banco Central y generar ingresos aprovechando el valor del metal de las monedas, que están compuestas en parte por cobre, níquel y aluminio.

La exhibición previa de los tambores estará disponible para los interesados en la sede del Banco Central, en Reconquista 266, y en Mayor Arturo Luisoni 2545, ambas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los días 7 y 13 de noviembre en el horario de 10 a 14 horas. Los interesados deberán registrarse previamente para poder participar de la exhibición y la posterior subasta.

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Subasta orientada al reciclaje y el valor del metal

Cada lote de 10 tambores se ofrecerá a un precio base de 4.390.000 pesos. De acuerdo con la información oficial, cada tambor contiene monedas con un peso aproximado de 7.200 kilos, lo que, en términos de la subasta, representa un total cercano a los 72.000 kilos de metal en cada lote. La composición de estas monedas incluye elementos de alto interés para el sector del reciclaje y la industria metalúrgica, dado que muchas de ellas están compuestas de metales como el cobre y el níquel. Por ejemplo, en el caso de las monedas de dos pesos, el “anillo dorado” está compuesto en un 92% de cobre, 6% de aluminio y 2% de níquel, mientras que el núcleo de la moneda contiene una mezcla de 75% cobre y 25% níquel.

El interés en la subasta, desde el punto de vista de los compradores, no radica en el valor nominal de las monedas sino en la posibilidad de extraer y reutilizar estos metales. La decisión del Banco Central no solo pretende optimizar el uso del espacio físico en sus instalaciones, sino también monetizar un activo que en otros términos sería obsoleto. En este sentido, el Banco Central busca “optimizar los recursos y liberar espacio” mediante la subasta de monedas que perdieron su utilidad en las transacciones diarias.

Según las fuentes del BCRA, las monedas que serán vendidas deben ser previamente deformadas para asegurar que no se reutilicen como dinero en efectivo. Este detalle agrega un paso extra en el proceso, que tiene como objetivo claro evitar cualquier posibilidad de que las monedas vuelvan a circular en el sistema monetario formal.

Hacia una economía digital y la reducción del uso de efectivo

La decisión del Banco Central de rematar estas monedas coincide con una tendencia cada vez más marcada hacia la digitalización de los medios de pago en Argentina. La inflación en el país alcanzó niveles superiores al 200% en la comparación interanual y superó el 100% en el acumulado de 2024. Este contexto inflacionario convirtió en obsoletas muchas de las monedas y billetes de baja denominación, dado que su valor adquisitivo resulta insuficiente incluso para las transacciones cotidianas más pequeñas. La “guerra contra el efectivo”, como algunos analistas la denominaron, encuentra en este remate un nuevo capítulo en el que las monedas dejan de tener valor como medio de intercambio y pasan a ser materia prima para otros usos.

En paralelo, el BCRA tomó otras decisiones que apuntan a reducir el manejo de efectivo en el país. Por ejemplo, se optó por no emitir más billetes en la Casa de Moneda de Argentina, debido al elevado costo de producción en comparación con la impresión en el extranjero. De hecho, se interrumpieron los contratos para la producción de billetes de 1.000 y 2.000 pesos, y el personal de la Casa de Moneda fue enviado de vacaciones hasta fin de año, en una medida que podría anticipar una reducción de actividades en dicha institución. La designación del abogado Pedro Daniel Cavagnaro como interventor de la Casa de Moneda fue interpretada por algunos como un paso hacia la eventual disolución o reestructuración de esta entidad estatal.

Las denominaciones más bajas de billetes ya no serán impresas, dado que perdieron utilidad en el contexto inflacionario. En su lugar, el BCRA espera recibir los nuevos billetes de 20.000 pesos y continuar la producción de billetes de 10.000 pesos para satisfacer la demanda de efectivo. Esta estrategia se enmarca en una política de transición hacia un sistema en el que los pagos electrónicos, incluyendo el uso de códigos QR y aplicaciones bancarias, se convierten en la norma para los consumidores argentinos, quienes ya vienen adoptando estos métodos de manera creciente.

El proceso de sustitución del efectivo por medios de pago digitales no solo responde a la inflación, sino también a una estrategia de modernización económica. El BCRA sigue promoviendo el uso de alternativas al efectivo, facilitando la implementación de políticas que promuevan la eficiencia, la seguridad en las transacciones y la reducción de costos operativos asociados a la circulación de efectivo en el país.

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