26 de octubre 2024 - 10:54hs

En las vastas llanuras de la Patagonia, el incremento desmesurado de guanacos está generando un impacto significativo en la producción ovina. En la Estancia Angelina, en la provincia de Santa Cruz, la situación es crítica: una manada de 16.000 guanacos empezó a devorar pasturas, intensificando la aridez en suelos que de por sí son proclives a la desertificación.

En un esfuerzo por mitigar el problema, se autorizó la caza de 3.000 animales, pero el resultado fue modesto. Solo 370 guanacos fueron capturados, evidenciando las dificultades logísticas y la resistencia de sectores ambientalistas a las medidas de control. "Imposible frenar esto, con esto solos no podemos", expresó un productor afectado por WhatsApp, resignado ante la situación.

El biólogo John Stewart Blake, conocido como "Chacho" en la comunidad rural, fue una voz destacada en la región. Según Blake, “los guanacos se están comiendo la Patagonia”, enfatizando la presión que estas manadas ejercen sobre las pasturas, en detrimento del ganado ovino. Este fenómeno, alimentado por el cambio climático y la reducción de la caza tradicional, llevó a una explosión demográfica de la especie. La competencia por recursos con las ovejas es feroz, y según cifras oficiales, la Patagonia perdió un 32% de su stock ovino en las últimas dos décadas, pasando de casi 10 millones de cabezas a menos de 7 millones. Este declive amenaza no solo la economía local, sino también la sostenibilidad del ecosistema patagónico.

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Blake critica duramente la postura de algunos grupos ambientalistas, afirmando que “hay un ecocidio cometido por guanacos, pero la historia está tergiversada por fundamentalistas del ambiente”. Desde su perspectiva, la única solución viable es reducir drásticamente la población de guanacos, pero reconoce que “interrumpir el ciclo reproductivo es muy difícil”, sobre todo en un contexto donde las iniciativas de caza masiva enfrentan la resistencia social y legal.

Por otro lado, en 2023, las Federaciones Patagónicas de productores emitieron un comunicado solicitando una política que equilibre la protección de la fauna autóctona con la viabilidad de la producción ovina. Estas entidades insisten en que la superpoblación de guanacos es la principal amenaza para la ganadería en la región. Sin embargo, los avances en la implementación de estas políticas siguen siendo limitados, y la falta de consenso entre sectores impide que se adopten soluciones definitivas.

Invasión de jabalíes en Entre Ríos y su impacto múltiple

La situación en el Litoral argentino, especialmente en Entre Ríos, es igualmente preocupante, pero protagonizada por una especie invasora: el jabalí. Originarios de Europa y Asia, estos mamíferos fueron introducidos en Argentina a comienzos del siglo XX, y su expansión fue imparable. Según datos recientes, los jabalíes están presentes en 16 de las 24 provincias del país, y en Entre Ríos su proliferación está afectando gravemente la producción agrícola y ganadera.

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Raúl Sobredo, productor agropecuario y ex presidente de la Sociedad Rural de Gualeguaychú, advirtió sobre el aumento constante de estos animales en sus tierras. “Nos preocupa, ya que hace tiempo están entre nosotros y la proliferación se agrava día a día. La expansión es constante y el daño que generan es importante”, declaró en una entrevista radial. Según Sobredo, las manadas, que pueden superar los 50 ejemplares, destruyen pastizales, dañan infraestructuras rurales como cercas eléctricas y representan una amenaza directa para otros animales.

El impacto del jabalí no se limita a la producción rural. Según un informe del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, las pérdidas económicas anuales causadas por esta especie oscilan entre 900 y 1.400 millones de dólares. Además, la expansión de los jabalíes está poniendo en riesgo la biodiversidad local, compitiendo con especies nativas como el venado de las pampas y el pudú. Los daños en la vegetación nativa y la alteración del suelo son evidentes, favoreciendo la proliferación de plantas exóticas invasoras.

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Nicasio Tito, presidente de la Federación de Asociaciones Rurales de Entre Ríos (Farer), destacó la necesidad urgente de medidas de control y contención. En su opinión, la situación “requiere de una respuesta coordinada entre el gobierno y las asociaciones rurales”, y propuso declarar al jabalí como plaga a nivel provincial para facilitar su manejo. Las demandas de los productores incluyen la creación de una legislación específica y la implementación de estrategias de control efectivas que consideren tanto la producción como la conservación ambiental.

El desafío de encontrar soluciones efectivas

Aunque la preocupación sobre la expansión descontrolada de guanacos y jabalíes es compartida por múltiples sectores, las respuestas concretas siguen siendo escasas. En abril de 2023, el gobierno de Santa Cruz autorizó la caza deportiva de pumas, zorros y guanacos, generando controversia entre los defensores de la naturaleza y los productores rurales. Por su parte, en Entre Ríos, se implementaron estrategias de control en parques nacionales como El Palmar, donde se recurrió a cazadores deportivos supervisados para reducir la población de jabalíes.

El doctor Sebastián Ballari, investigador del Conicet, explicó que “la alta capacidad reproductiva del jabalí, junto con su adaptabilidad a diversas condiciones climáticas, ha facilitado su expansión en el territorio”. Con camadas de hasta 10 crías y una maduración sexual temprana, el jabalí pudo establecerse en vastas áreas agrícolas, generando conflictos con la producción rural. Por su parte, la doctora Fernanda Cuevas, también del Conicet, enfatizó la necesidad de una estrategia nacional para manejar la especie: “El hecho de que no haya una estrategia de manejo a nivel nacional hace imposible detener su avance”, comentó.

En el caso del guanaco, las discusiones se centran en la viabilidad de aplicar un control poblacional sin afectar la imagen de un animal que, en otros contextos, es visto como un símbolo del patrimonio natural argentino. La falta de inviernos rigurosos, que históricamente regulaban la población de guanacos en la Patagonia, contribuyó a que esta especie se convierta en un desafío para la sustentabilidad de la región. Al mismo tiempo, los pueblos originarios disminuyeron sus prácticas tradicionales de caza, lo que dejó a los productores y ambientalistas enfrentados en un debate que parece no tener fin.

La expansión de jabalíes y guanacos en distintas regiones del país pone de manifiesto la necesidad de políticas claras que equilibren la conservación ambiental con la actividad productiva. Mientras tanto, el campo argentino sigue lidiando con un problema complejo que afecta tanto a la biodiversidad como a la economía rural.

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