25 de septiembre 2024 - 14:53hs

El Estado de Israel no lucha solo por su supervivencia, sino que representa los valores de la sociedad occidental como la única democracia capitalista en el corazón de Medio Oriente. El apoyo debe ser inclaudicable.

Parece haber un consenso bastante amplio en buena parte de la sociedad occidental sobre la guerra en Gaza y el enfrentamiento contra Hamás y Hezbollah, basado en dos ideas principales. Primero, que Israel tiene derecho a defenderse y derrotar a Hamás tras los ataques del 7 de octubre. Segundo, que la forma en que Israel está llevando a cabo esa defensa es “desmedida”, según las palabras del presidente Biden.

Esto lleva a una pregunta obvia: si la estrategia militar israelí es inhumana, ¿cuál es la alternativa? ¿Existe una forma mejor de derrotar a Irán, Hamás y su proxy libanés sin una guerra?

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Respecto de Gaza, el mayor obstáculo es que esta guerra tiene una naturaleza bastante particular: el teatro de operaciones principal está bajo tierra. Antes del conflicto, Israel estimaba que Hamás había cavado unos 160 kilómetros de túneles. Los líderes de Hamás afirmaban tener una red mucho más extensa, y resultó ser cierto. Las estimaciones actuales de Israel rondan la existencia de entre 560 y 800 kilómetros de túneles. Estimaciones hechas la semana pasada (al 15 de septiembre), hablan de túneles por una extensión de hasta 100 veces el subte de Londres y 50 metros de profundidad. Esta red es donde Hamás se estableció, tuvo rehenes, almacenó armas, fabricó misiles y se desplazó. Según relevamientos israelíes, construir estos túneles costó a los palestinos unos mil millones de dólares, dinero que, por supuesto, podría haberse destinado a escuelas, hospitales e infraestructura crítica.

Sumado a esto, se libra en ese terreno una guerra inédita en cualidades de batalla urbana subterránea. En esos túneles cerrados y húmedos, con falta de oxígeno, el terrorismo plantó explosivos que afectan y generan derrumbes de los edificios sobre la superficie. Se configura un ambiente intolerable para muchos entre la humedad, las ratas y la permanente tensión de no detonar explosivos al avanzar, sabiendo que con la cantidad de entradas que hay, el enemigo aparece en cualquier momento, y que en el enfrentamiento no hay donde tomar posiciones de cobertura.

Hamás construyó muchas de sus instalaciones estratégicas bajo hospitales y escuelas. Su servidor central, por ejemplo, estaba bajo las oficinas de la ONU en Gaza, según el ejército israelí. Daphne Richemond-Barak, autora de Underground Warfare, escribe que “nunca en la historia de la guerra subterránea un defensor ha podido sobrevivir tanto tiempo en espacios tan confinados. La propia excavación, el uso de los túneles por parte de Hamás y su supervivencia bajo tierra durante tanto tiempo no tienen precedentes.”

En otras palabras, en esta guerra, Hamás está principalmente bajo tierra, los israelíes arriba, y los yihadistas posicionan civiles entre ellos. Barry Posen, profesor del MIT, describió la estrategia de Hamás como un “camuflaje humano” o, más cruelmente, “munición humana”. El objetivo de la Yihad es maximizar las bajas palestinas para aumentar la presión internacional hasta que Israel detenga la guerra antes de destruir a Hamás. La supervivencia de ellos depende del apoyo en la opinión pública internacional y en hacer esta guerra lo más sangrienta posible para los civiles.

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La naturaleza de esto es inenarrable. Hamás tiene un set de objetivos políticos particulares, a efectos de cuya consecución ha tomado de rehén al pueblo palestino, aquellos que puedan simpatizar con su causa, y los que no, y convirtió la vida de los palestinos gazatíes en un insumo de su operación político-mediática.

La respuesta israelí y las dificultades internacionales

Mientras tanto, en el Estado de Israel (excluyendo Cisjordania y la Franja de Gaza), viven alrededor de dos millones de árabes, mayoritariamente musulmanes. Representan casi el 20% de la población de Israel, y viven con todos sus derechos y libertades aseguradas, teniendo hasta sus propios partidos políticos, que participan de pleno derecho en las elecciones de un estado democrático como el judío, instrumento por el cual han logrado escaños que van desde el 5 al 10% de las bancas del knesset (parlamento).

Lo arriba mencionado sería imposible en Gaza: porque no hay judíos allí desde el año 2005, y porque no hay Parlamento. En ese territorio hay una autocracia en cabeza de una facción terrorista que asumió el poder en un golpe de estado contra su propio gobierno, la Autoridad Nacional Palestina, y que somete bajo la oscuridad del fundamentalismo religioso a la sociedad palestina en todos los ámbitos de la vida. Democracia vs autocracia.

Dada esta situación, Israel no ha encontrado una forma fácil de destruir los túneles. Actualmente, las fuerzas de defensa israelíes limpian el área alrededor de una entrada, luego envían robots, drones y perros para detectar explosivos y combatientes. Tras esto, unidades entrenadas en guerra subterránea entran en acción. El propio Richemond-Barak afirma que, para declarar victoria, Israel debe destruir al menos dos tercios de esta infraestructura.

Entonces, ¿qué podemos decir de la estrategia actual de Israel? En primer lugar, tácticamente, ha sido muy efectiva contra Hamás. Según el ejército israelí, se ha eliminado a más de 20.000 de los 30.000 combatientes terroristas, contra 340 bajas israelíes, desmantelando tres cuartas partes de sus batallones y eliminando a varios comandantes claves. En tanto, han derrotado a Hamás en Rafah también, informando la eliminación de 2.308 terroristas y la destrucción de 8 millas de túneles.

John Spencer, presidente de estudios de guerra urbana en West Point, estuvo en Gaza durante la guerra y declaró que “Israel ha hecho mucho más para proteger a los civiles en Gaza que Estados Unidos en Afganistán o Irak”. Se ha ocupado de advertir a los civiles antes de sus operaciones, publicando mapas, distribuyendo folletos, enviando mensajes y haciendo pausas diarias para permitir evacuaciones.

Pero a nivel estratégico, la situación es más compleja. La opinión pública global coquetea con la oposición a Israel, y los aliados históricos, como Biden, se permiten críticas que antes no hacían con mayor frecuencia.

Se ha vuelto natural escuchar hablar de alternativas como una campaña militar más limitada. Pero esto podría no ser suficiente para derrotar a Hamás. Las operaciones de intervención puntualizada no aseguran que se elimine a todos los combatientes, y no eliminarlos sabemos lo que significa. Otra opción vivada por algunos académicos y políticos en Estados Unidos consiste en asesinatos selectivos, como cuando Israel eliminó a los responsables del ataque en Múnich en 1972. Pero esta estrategia, aplicada a Hamás, requeriría miles de bombardeos y operativos, lo que no distaría mucho de la guerra actual.

Otra alternativa propuesta, adoptar una estrategia de contrainsurgencia, como Estados Unidos hizo en Irak, implicaría reconstruir Gaza mientras se combate a Hamás, lo cual sin un gobierno local confiable y sin terminar con las células terroristas que usan infraestructura y civiles como escudos, no es viable.

https://www.bbc.com/mundo/articles/czxgnx9kj5go
El lunes por la noche se lanzaron misiles interceptores Iron Dome desde Haifa, en el norte de Israel.
El lunes por la noche se lanzaron misiles interceptores Iron Dome desde Haifa, en el norte de Israel.

En última instancia, tampoco Israel podría haberse detenido ahí, aceptando lo logrado y evitando una incursión completa en Rafah, como sugería la administración Biden, considerando obvio que dejar a Hamás con presencia en Gaza era un desastre a largo plazo, ya que seguirían gobernando y reconstruyendo su capacidad militar. Lo mismo aplica para las áreas de operación de Hezbollah, otro de los proxies de Hamás e Irán, en la frontera norte con Israel.

La falta de estrategias alternativas viables deja a Israel con la necesidad de seguir confrontando tanto a Hamás como a Irán. La propia carta fundacional de Hamás, firmada el 18 de agosto de 1988, estipula en su preámbulo que «Israel existirá y continuará existiendo hasta que el Islam lo destruya, tal como ha borrado a otros antes», y en su artículo 13 lee que «Las llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales contradicen los principios del Movimiento de Resistencia Islámica [...]. Estas conferencias no son más que un medio para designar infieles como árbitros en las tierras del Islam. No existe ninguna solución al problema palestino que no sea la Yihad».

La única alternativa

A la luz de la historia y las manifiestas intenciones de la Yihad, el Estado de Israel no puede ofrecer otra cosa que persecución inclaudicable al terrorismo, impunidad cero para quienes atentan contra su existencia, y respuestas contundentes a las afrentas que contra su territorio, su soberanía, su libertad y su pueblo se intenten. Es, cuanto menos, curioso, como con una clara manifestación sobre el origen de la violencia, debe Israel ser el único estado al que se le pone en tela de juicio su derecho a defenderse.

Está claro, además, que Irán es la mano que impulsa el conflicto en Medio Oriente, incluyendo los ataques de los hutíes contra embarcaciones internacionales en el Mar Rojo y las agresiones a bases estadounidenses en Siria, Jordania e Irak. Sin ir más lejos, Teherán se ha posicionado de manera decidida contra los intereses occidentales en Europa al suministrar armas a Rusia para su invasión a Ucrania, y está a un paso de convertirse en un estado con capacidad nuclear.

Esto trae aparejada la necesidad de doblegar la avanzada de Hezbollah en la frontera norte, razón por la cual tiene sentido el aumento de presión en este frente, tras los exitosos ataques a sus integrantes vía pagers explosivos, para obligarlos a cesar el fuego y replegarse al norte del río Litani. A momento actual, las FDI responden a los más de 100 misiles lanzados a territorio israelí el sábado por la noche con un ataque a edificaciones donde Hezbollah esconde armamento. Nuevamente, enfrentándose a la dificultad de que utilizan construcciones civiles y casas de familia como escudo para operaciones de terrorismo.

Una vez más, previo al ataque, las Fuerzas de Defensa de Israel anunciaron a través de llamados automatizados, mensajes de texto, de radio y de radiocomando militar, a la población civil libanesa para que evite infraestructura utilizada por Hezbollah.

En este sentido, no hay que olvidar que, al igual que Hamás, Hezbollah es el proxy de Irán en la frontera norte israelí, y cuando el Estado de Israel enfrenta a estos enemigos, no solo está luchando por su propia independencia y supervivencia, sino por los valores y la forma de vida de Occidente.

Queda en nosotros saber de qué lado vamos a estar, como comentara el Rab. Alejandro Avruj alguna vez: ¿Del lado del terrorismo, o de los valores de Occidente? ¿Del lado de los que salieron el 7 de octubre a asesinar, violar y descuartizar a todo civil que encontraron en su casa, o del lado de los que dan todo por ir a buscar a su gente aún secuestrada? ¿Del lado de los terroristas que se escudan detrás de sus civiles, o de los que ponen a su ejército para defenderlos?

¿Del lado de la democracia capitalista donde podés elegir cómo vivir? ¿O del lado de la autocracia?

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