Entrar, usar el baño, abrir la canilla, ponerse jabón, lavarse las manos, airearlas en el secador eléctrico, salir. El recorrido habitual por un baño público. Pero aunque uno salga sintiéndose limpio, y con las manos secas, en realidad se está llevando una carga extra de bacterias.
Eso determinó un estudio realizado por las universidades estadounidenses de Connecticut y Quinnipiac, que partían de la idea de que los secadores automáticos aspiran las bacterias del aire y las liberan sobre las manos de los usuarios.
Según un informe publicado en la revista Harvard Health Publishing, una serie de placas al aire de los baños con los secadores apagados, y luego con los secadores prendidos. En el primer caso, solo se crió una colonia de bacterias y en otros ensayos ninguna. Cuando se repitió el experimento con los secadores encendidos, se generaron entre 18 y 60 colonias casa vez. Incluso una vez se llegó a 254 colonias.
Para comprobar que los cultivos de bacterias vinieron desde adentro de los secadores y no fueron generados al prenderlos, los investigadores colocaron filtros de aire en los aparatos, que redujeron un 75% la aparición de bacterias.
El camino es el siguiente: las bacterias están presentes en los desechos humanos, y saltan al aire cuando se activa la cisterna sin bajar la tapa (o cuando el baño no la tiene). El secador las absorbe, las guarda y las expulsa cuando se prende. Si bien la mayoría de las bacterias son inofensivas, hay algunas que pueden causar infecciones, como el estafilococo dorado, según determinó el estudio. La mejor solución entonces es secarse las manos con toallas de papel.