Entre las parábolas históricas que describe la Argentina del retroceso permanente, la más triste de estos días es sin dudas la reaparición del montonero Mario “Pepe” Firmenich.
Con la desfachatez que otorga la impunidad, Firmenich grabó un video alentando a la marcha que esta semana protagonizaron en Buenos Aires un grupo de barrabravas del fútbol argentino, con la excusa de apoyar el reclamo de los jubilados contra las políticas económicas del presidente Javier Milei.
Como si apenas fuera un exiliado millonario más en Barcelona, que lo es, Pepe Firmenich grabó sus palabras y las difundió por las redes sociales para sumar su voz olvidada a la discusión del país lejano.
“Como hincha del Racing Club de Avellaneda me solidarizo con el acompañamiento de todas las hinchadas a los jubilados”, dice un Firmenich que acaba de cumplir 77 años.
Es un hombre que habla con calma del revisionismo de Montoneros como si se tratara de un debate histórico y no de la deuda impaga de los cientos de asesinatos de la organización terrorista que dirigió en las décadas sangrientas del ’70 y el ’80.
El general Pedro Eugenio Aramburu (fusilado en un sótano de un pueblo bonaerense); el gremialista peronista José Rucci; el ministro radical Arturo Mor Roig, todos ellos ejecutados, o el secuestro de los hermanos Born, por el que los Montoneros cobraron unos 60 millones de dólares.
El dinero que luego solventó algunas campañas del peronismo y también el buen pasar de la vejez del argentino en las orillas cálidas del Mediterráneo.
Aunque, quizás, ninguno de aquellos crímenes haya sido más infame que sus pases a la clandestinidad de 1974 y de 1979, que dejaron a merced de la muerte y la venganza a miles de jóvenes que creyeron ingenuamente en la mentira siniestra del camino de la violencia hacia la revolución de cartón.
La mayoría de ellos murieron o desaparecieron. Pepe Firmenich, en cambio, sonríe a cámara y graba su video para la digestión global de las redes sociales.
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El fútbol unifica, la política no
El asesino de tantos enemigos y de sus incautos admiradores en la Argentina perdida de los ´70, se envuelve ahora en la camiseta del Racing Club de Avellaneda para sumarse a la algarada contra el gobierno todavía inexperto y tumultuoso de Javier Milei.
Si en los ’70 se aprovechó del aura de los jóvenes encandilados por la quimera montonera, ahora son los jubilados el escudo con el que los violentos se protegen para profundizar el caos y el desorden prerrevolucionario.
Medio siglo después de tanta sangre, los argentinos ya sabemos bien hacia dónde se bifurcan aquellos senderos de Borges.
Con la experiencia que dan el poder y la muerte, Firmenich fue uno más de los que se escondió adentro de una camiseta de fútbol para lucrar con el reclamo de los jubilados que, en la Argentina, es legítimo desde hace décadas.
Racing, como River, Boca, Independiente o San Lorenzo, tienen hinchas de todas las banderas políticas. Ese color unifica.
La política no. La política divide. La batalla por el poder en la Argentina está gobernada por la confrontación extrema.
Bajo la pasión por Racing pueden convivir Mariano Cúneo Libarona y Máximo Kirchner. Horacio Rodríguez Larreta y Diego Bossio. Mirtha Legrand y Graciela Alfano. Nadie le pregunta si Perón, Alfonsín o Adam Smith al que abraza en la tribuna para gritar un gol. Es una ficción hermosa.
Y justo de Racing vino a aprovecharse Firmenich, que tiene como presidente a un ídolo (Diego Milito), como vice a un economista PRO (Hernán Lacunza), y como vice segundo a un dirigente peronista (Martín Ferré).
Fuera de ahí Pepe, quizás uno de los dos supuestos hinchas de la Academia a los que puede vincularse directamente con la muerte. El otro era el fallecido Leopoldo Fortunato Galtieri, responsable de la pérdida de 649 soldados en la batalla improvisada por las islas Malvinas.
País adolescente sin remedio, Firmenich no fue el único que se disfrazó de apasionado futbolístico para echar leña en la hoguera argentina. También lo imitaron políticos, gremialistas y hasta algunas celebridades del universo digital, degustadores de las canchas solo por tiktok, pero muy preocupados por sus minutos de fama y por el tesoro de sus likes.
Claro que nadie sorprendió tanto como el Pepe Firmenich. El criminal condenado a 30 años de prisión e indultado por Carlos Menem gracias al efecto amnésico de la financiación de las campañas electorales.
Su olfato para vincularse de algún modo a la violencia se mantiene intacto.
Utilizando ahora la camiseta de Racing como alguna vez usó de escudo a los jóvenes imberbes.
Aprovechando ese fervor que la Argentina atesora para caminar siempre hacia la autodestrucción. El país que nunca aprende. El país que todo lo olvida.