16 de marzo 2025 - 10:37hs

En las últimas dos décadas, la salud mental y física de los estadounidenses ha experimentado un deterioro alarmante. Según los datos más recientes de Gallup, las evaluaciones de los ciudadanos sobre su bienestar mental y físico son las menos positivas registradas en los 24 años de tendencias de la empresa de encuestas, lo que refleja una caída prolongada que comenzó alrededor de 2013 y se aceleró con la llegada de la pandemia de covid-19 en 2020.

Este fenómeno ha afectado a casi todos los grupos demográficos del país, pero con impactos especialmente agudos en las mujeres jóvenes y las generaciones más jóvenes en general.

Un declive general en la salud mental y física

En la última medición anual de Gallup, tres de cada cuatro adultos estadounidenses calificaron su salud mental y física como "excelente" o "buena". Sin embargo, estos porcentajes son significativamente más bajos que los valores históricos. La calificación de salud mental positiva ha caído del 89% en 2012 al 75% en 2024, mientras que la salud física, que había alcanzado un pico de 82% en 2003, también ha descendido al 76% en la medición más reciente.

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Este descenso, que refleja un claro deterioro de la calidad de vida de los estadounidenses, es el resultado de una tendencia de más de una década, que muestra cómo el bienestar de la población ha sido impactado negativamente, especialmente desde el inicio de la pandemia.

Además, los datos muestran que no solo la proporción de personas que califican su salud mental y física como "buena" ha disminuido, sino que la proporción de quienes califican su salud como "excelente" ha caído de manera aún más pronunciada. Solo el 31% de los estadounidenses reportan tener salud mental excelente, mientras que el 24% dice lo mismo sobre su salud física. Esta disminución refleja una tendencia más profunda hacia la insatisfacción con el bienestar personal y un alejamiento de los niveles altos de salud reportados en la década anterior.

El impacto de la pandemia de covid-19

"La pandemia de covid-19 parece haber supuesto un punto de inflexión en la percepción que los estadounidenses tienen de su salud mental y física, agravando los descensos que ya se estaban produciendo", dice Gallup en su informe.

Gallup identificó un aumento significativo en los diagnósticos de depresión clínica entre los estadounidenses desde 2019, lo que refleja un incremento generalizado de la ansiedad y el estrés en toda la población. "El cambio en la forma en que las personas perciben su salud mental desde la pandemia podría reflejar varias dinámicas: el aumento de la ansiedad provocado por la crisis del covid-19; la mayor atención pública y médica a la salud mental durante este período; y la disminución del estigma en torno a la admisión de los problemas de salud mental", sostuvo la encuestadora

La crisis sanitaria, que trajo consigo no solo una emergencia de salud pública, sino también una gran incertidumbre económica y social, afectó la salud mental de millones de personas. La necesidad de adaptarse a nuevas condiciones de vida, la ansiedad por la salud propia y la de los seres queridos, el aislamiento social, el miedo al futuro y las pérdidas económicas, fueron factores que contribuyeron a este aumento en las tasas de problemas de salud mental.

El 2020 marcó un punto de inflexión importante. A partir de ese año, los índices de salud mental "excelente" comenzaron a caer drásticamente, lo que también está relacionado con la mayor visibilidad que adquirió la salud mental en el discurso público. Las autoridades médicas y los medios de comunicación comenzaron a dar más espacio a la discusión sobre los trastornos psicológicos, lo que, si bien ayudó a reducir el estigma sobre los problemas de salud mental, también puso de manifiesto la magnitud de la crisis que enfrentaban muchas personas. A la vez, el sentimiento de ansiedad creció, y la percepción de la salud mental pasó a ser una preocupación central para muchos.

Gran deterioro en la salud mental de los jóvenes adultos y en particular de las mujeres

Los datos sobre salud mental y física también muestran disparidades notables según el género, la edad y otras características demográficas. Un análisis detallado de la encuestadora reveló que los jóvenes adultos y más específicamente las mujeres jóvenes fueron el grupo que mayor deterioro experimentó en su salud mental, en comparación con otros.

El porcentaje de personas de 18 a 29 años que declaran tener una salud mental excelente descendió 27 puntos, hasta el 24%, y el porcentaje entre las personas de 30 a 49 años bajó 16 puntos, hasta el 30%. Esto contrasta con los descensos de un solo dígito entre los grupos de más edad, de 50 a 64 años (seis puntos menos, hasta el 37%) y de 65 años o más (cuatro puntos menos, hasta el 40%).

El porcentaje de mujeres jóvenes que califican su salud mental como excelente cayó 33 puntos, del 48% en 2010-2014 al 15% en 2020-2024. Entre los hombres jóvenes también hubo una disminución en la salud mental, pero fue menos pronunciada. La caída fue de 20 puntos, del 53% en 2010-2014 al 33% en 2020-2024.

Este descenso refleja una tendencia más general de deterioro de la salud mental entre los jóvenes adultos en Estados Unidos. Sin embargo, el descenso más pronunciado se ha dado en las mujeres jóvenes, lo que sugiere que factores específicos de género, como las expectativas sociales y los cambios en los roles de las mujeres, pueden estar influyendo en este deterioro.

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Análisis de la percepción de la salud física según el género y la edad

En cuanto a la salud física, el descenso fue más suave, pero igualmente evidente. Las mujeres y los hombres de entre 50 y 64 años experimentaron caídas menores en sus evaluaciones de salud física, de solo seis y tres puntos, respectivamente, desde 2010. A pesar de ello, algunas tendencias interesantes han surgido entre los adultos mayores. Las mujeres mayores de 65 años han reportado un ligero aumento en su salud física "excelente", lo que podría indicar una mejora relativa en el acceso a la atención médica o un cambio en las percepciones de salud en ese grupo de edad.

El empeoramiento de la evaluación de la salud física de los estadounidenses se ha distribuido de manera más uniforme en toda la sociedad. Sin embargo, Gallup advierte que "el descenso algo mayor en las percepciones de los adultos jóvenes de que gozan de una salud excelente merece una investigación más profunda" y la encuestadora sostiene que investigará el tema en futuras actualizaciones de esta encuesta.

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El factor económico y la educación

Las disparidades en la salud mental y física también se extienden a los niveles de ingresos y educación. Históricamente, los adultos con mayores niveles educativos y de ingresos han reportado mejores estados de salud mental y física, pero estos grupos también han experimentado caídas significativas en la última década.

Los adultos con estudios universitarios, por ejemplo, mostraron un descenso más marcado en su percepción de su salud mental en comparación con aquellos con niveles educativos más bajos.

Además, aquellos de clase media y alta experimentaron mayores caídas en sus evaluaciones de salud mental, lo que podría ser un reflejo de la creciente ansiedad por las perspectivas económicas y la inseguridad financiera, a pesar de tener un mayor acceso a recursos de salud y bienestar.

Cómo juegan la religión y el estado civil en la salud mental

Un hallazgo en el análisis de Gallup es que los estadounidenses no religiosos experimentaron una disminución más pronunciada en su evaluación de su salud mental en comparación con los protestantes y católicos. En 2010-2014, los no religiosos eran tan propensos como los miembros de las principales religiones del país a calificar su salud mental como excelente, sin embargo, desde entonces han mostrado una caída significativa en esa evaluación.

Por otro lado, el estado civil también parece desempeñar un papel en las calificaciones de salud mental. Las personas casadas o que viven con una pareja han experimentado caídas más pronunciadas en su salud mental. Por su parte, las personas solteras, divorciadas o viudas también han visto un empeoramiento en sus calificaciones de salud mental, aunque no con la misma intensidad que las personas casadas.

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