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Los narcos infunden temor en un barrio de San Carlos

El barrio Rodríguez Barrios es un campo de batalla que tiene atemorizados a los vecinos
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24 de marzo de 2018 a las 05:00
La plaza Rodríguez Barrios se parece a cualquier otra plaza: tres adolescentes toman mate y comen galletitas mientras se sacan fotos, una madre pasa apurada con su cochecito en dirección a la escuela 53, y allá a lo lejos diez muchachos juegan a la pelota. Alba Rijo, la alcaldesa de San Carlos, señala la escena con su mano y suelta una frase esperada: "¿No ves? Es muy tranquilo".

Alba habla despacio y en voz baja. Cuando calla se impone un silencio estático, que solo lo interrumpe el rebote de la pelota que pica a lo lejos y las risas espontáneas de las chicas.
Pero a dos cuadras de la plaza un hombre fue asesinado de cuatro balazos hace dos días y otro fue acribillado a tres metros de donde está sentada Alba ahora, tres semanas atrás. Son las cuatro de la tarde y el sol todavía mantiene a distancia la noche, ese momento en el que los vecinos esuchan disparos a toda hora.

El narcotráfico tiene paralizado al barrio desde hace un mes y medio, afirma el jefe de Policía de Maldonado, Erode Ruiz. Pero la historia tiene más tiempo. El juez penal de San Carlos, Eduardo Vital, estima que la situación empeoró de forma gradual en los últimos dos años, pero los vecinos niegan con la cabeza esos cálculos y, aunque su primer impulso sea morderse la lengua, algunos hablan con un pedido expreso de confidencialidad.

El primer homicidio que recuerdan entre narcotraficantes data de 1972. Desde entonces cuentan una quincena de víctimas, aunque "es cierto" –admiten algunos–, solo en el último año hubo cuatro muertos por ajustes de cuentas.

San Carlos es una ciudad de 27.471 habitantes, que mantiene la típica fisonomía de pueblo del interior: 20 manzanas de ancho acompañan el trazado de una ruta –la 39– durante poco menos de cuatro kilómetros. Donde terminan las cuadras comienza el campo y en el este pasa también un arroyo, que bordea bien de cerca el barrio de la plaza.


Esa fisonomía es uno de los principales problemas para la Policía –y ventajas para el narcotráfico–, porque están dadas las condiciones geográficas que propician la huida de los delincuentes. "Ellos son grandes conocedores de la zona –lamenta Ruiz–. Por eso, cuando vamos, lo primero que hacemos es cubrir el escape hacia el arroyo, pero hay partes que incluso se cruzan caminando y luego es campo abierto".

Pero eso no es todo. "Ellos" también saben a qué hora termina el patrullaje de la Policía, la respuesta que Ruiz dio a los vecinos que desde hace tiempo le transmiten su "miedo a morir por una bala perdida".

La evidencia es que desde hace un mes el Grupo de Respuesta Táctica (GRT) patrullaba en las inmediaciones de Rodríguez Barrios hasta las tres de la mañana, pero el homicidio del martes ocurrió al amanecer. Ruiz levanta las manos sobre su escritorio. "Vaya casualidad", dice.

4 homicidios por ajuste de cuentas hubo desde enero de 2017 hasta la fecha en San Carlos, según tiene registro la Policía.

La Jefatura de Policía respondió con el Programa de Alta Dedicación Operativa, un sistema de patrullaje especializado que se trasladó al departamento el 1° de enero de este año. Desde el miércoles, un auto, dos motos y entre tres y cuatro agentes comenzaron a circular por el barrio a partir de las 17 y hasta la medianoche, que es cuando comienza el patrullaje del GRT, que ahora va hasta las seis de la mañana.

Alba se despide luego de enumerar las actividades sociales que su municipio impulsa y acompaña en el barrio –varios cursos y un comedor, el centro juvenil, una ONG que trabaja con lisiados, un cuadro de fútbol. Cuando ella se va vuelve el silencio, un aire helado que cae sobre la plaza como una manta pesada.

Ninguno de los casos han tenido resolución hasta el momento. Las investigaciones no avanzan porque los testigos no declaran y las víctimas no denuncian.

Las sillas apostadas en el frente de las casas se pliegan eneseguida, los labios se muerden, las miradas se tornan huidizas y se posan en el suelo, las cabezas niegan todo y las puertas se cierran. Se acabó la tarde.

Ese mismo miedo lleva a que cuando se coordinan reuniones con Alba para buscar soluciones a la inseguridad, no se hagan en la comisaría de San Carlos, en la calle 18 de julio, sino en la casa del municipio, a la que a la que asisten los vecinos a hacer distintas diligencias.

Las bandas

El conflicto en el barrio está signado por el enfrenamiento entre la banda del Dany y la familia de los Correa, liderado por un hombre que se hace llamar "el Pañuelo". El Dany sufrió un golpe duro en enero de 2017, cuando su tío –el "Pochita" La Luz–, quien lideraba el negocio, fue asesinado muy cerca de la casa en la que operaba, en la calle Ventura González, a pasos de la plaza. En esa casa ahora manda el Dany.

Casi ochos meses después, el 26 de octubre, un peón del Dany mató a un integrante de la banda del Kane, otro grupo de narcotraficantes que viven en el barrio Asturias, al norte de la ciudad. El Kane hoy está en prisión, procesado por un delito de privación de libertad.

Alejandro "Carretilla" Núñez, también de la banda del Kane, fue quien murió en la plaza del barrio el 1° de marzo, pero no se sabe quién lo mató, como tampoco quién mató semanas después a Héctor Anselmo Durán, vinculado a la banda del Dany, aunque se sospecha de los Correa.

Todo esto de acuerdo a las hipótesis que maneja la Policía, dado que ninguno de estos casos está resuelto. Solamente hay un procesado por el homicidio al "Carretilla", que fue capturado en la casa del Dany con $ 100.000 en su poder. Pero las autoridades creen que fue el Dany quien dio la orden, y el magistrado Eduardo Vital no da por cerrada la causa. "El problema es que los testigos no hablan porque tienen miedo, están intimidados", dice desde su despacho en el juzgado penal de la calle 25 de agosto. Pegada a la ventana cae una bandera de Uruguay con las franjas desteñidas.

"Ellos mismo no denuncian cuando son baleados, ni dicen quiénes les dispararon. Las personas no quieren hablar. Están todos amenazadas". Su secretario, sentado al lado, asiente mientras se muerde los labios.

Lo mismo señala Silvia Naupp, la fiscal penal de Maldonado que investiga los últimos dos homicidios. "Esto es muy difícil para nosotros, porque no hay nadie que aporte datos", afirma por teléfono.
Y mientras tanto el negocio continúa: las estructuras, a modo de empresas familiares, van pasando de generación en generación, como ya sucedió en la familia de Dany. "Conocemos nietos que continúan lo hecho por su abuelo y, cuando los hombres caen, son las mujeres las que se hacen cargo", dice Ruiz.

El Pablo Escobar de San Carlos

A cuadras de la plaza, detrás de una cortina que cada tanto se corre para vigilar el movimiento de la cuadra, el miedo no cede pero algunas frases se animan a susurrarse. Y cuentan.

El Dany, dicen, juega a Pablo Escobar, el paradigmático narcotraficante colombiano de la década de 1990 . Es el bueno, le da plata a quienes no tiene para comer, ayuda a los que ve durmiendo en la calle. Y por supuesto: nunca mató a nadie.

"El Dany tiene el perfil del vecino", dice Ruiz, sobre un hombre que es buscado por la Policía "todos los días" desde el homicidio de octubre, pero que "no se muestra por ningún lado, y nadie lo ha visto". Uno de los rostros detrás de la ventana guiña su ojo y sonríe: "Es cierto, no sabemos dónde está", dice.

Los Correa, en tanto, son los malos según la tipología popular. Ellos andan a toda velocidad en sus autos, son quienes "empiezan" todos los pleitos, y a quienes "la policía no busca" nunca. Los Correa, dice Ruiz, tienen el "perfil de matones".

El sentimiento es que los Correa son "intocables" y se exige saber por qué.

"Alguien les avisa cuando hacen los allanamientos, porque siempre rajan con las armas y las drogas", dice el interlocutor, y la frase se corta para abrir una rendija de la cortina pero afuera está todo bien.

La voz continúa: "Andan todo el día en la calle a 150 kilómetros por hora, no te ayudan en nada, y en frente al centro comunal hay una boca que se traga a los niños chicos, ¿y no hacen nada? ¿Por qué hablan siempre del Dany?".

Antes de abrir la puerta y salir, que será en el momento preciso indicado por el que mira por la ventana, se escucha la frase más animada de toda la tarde: "Si vemos al Dany –otra vez la guiñada–, nosotros le damos un abrazo y un beso, porque defiende a los vecinos". Un par de manos se juntan en el pecho.

Vecinos se organizan contra la inseguriad


Un centenar de vecinos de San Carlos formaron un grupo para coordinar distintas actividades en repudio a los hechos de violencia de los últimos días, ya una delincuenca que entienen que crece "día a día". Uno de los participantes, que también prefirió mantener su nombre en reserva, dijo a El Observador que "hay bocas de pasta base por todos lados: en el centro, la rambla (por el arroyo San Carlos), y en todas las calles", y aseguró que el malestar general es con los policías, "que sabe quiénes son los narcotraficantes pero dicen que no tienen herramientas para actuar".

Entre otras iniciativas, luego de una marcha este viernes entregarán una carta a la Jefatura de Policía y la Justicia para expresar el "rechazo y disconformidad con los procedimientos actuales usados para combatir la delincuencia, limitando a la Policía en su desempeño como defensor del ciudadano honesto y la ley", de acuerdo al texto. Además, este grupo de ciudadanos también tiene la idea de organizar una lecutra grupal en la plaza Artigas, punto de encuentro de jóvenes, pero también de vendedores de droga y delincuentes, sobre todo luego de las seis de la tarde. El año pasado hubo iniciativas similares pero no tuvieron éxito.


(Algunos nombres y escenas fueron cambiadas para proteger la identidad de las personas).

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