Por Aimee Verdisco
Del último post se desprenden dos preguntas: 1) ¿cómo afectan las habilidades socioemocionales al aprendizaje? , y 2) ¿cómo estas se pueden desarrollar? Un interesante artículo en el New York Times resume los hallazgos de la evidencia más reciente y ofrece algunas pistas. A continuación, algunas de las respuestas.
Primera: La escuela es una olla de presión emocional para los niños. En cada minuto de clase que pasa, los niños constantemente enfrentan diversas presiones académicas y sociales. Estas emociones van desde sentirse enojado, molesto, ridiculizado, orgulloso, entre otras, y afectan el aprendizaje porque influyen en la comunicación, la atención y la memoria, y en todo lo que necesitan para manejarlas. Las personas enojadas actúan enojadas, lo cual tiene consecuencias, sobre todo negativas, para el aprendizaje. Si una niña se siente agitada o de mal humor y no sabe cómo calmarse o reorientar sus sentimientos, le resulta más difícil concentrarse en el aprendizaje.
Segunda: Las personas no nacen con temperamentos ni agradables ni desagradables. La capacidad de un niño para afrontar situaciones no es innata; es adaptativa o entrenable, al menos en teoría. La formación específica en habilidades socio-emocionales puede establecer vías neurológicas que hacen que los niños sean menos vulnerables a la ansiedad y les permita recuperarse más rápidamente de experiencias infelices. La formación en habilidades socioemocionales puede hacer que los niños sean más inteligentes a través del desarrollo de una parte del cerebro (corteza prefrontal) que es la responsable de las habilidades académicas importantes como el control de los impulsos, el razonamiento abstracto, la planificación a largo plazo y la memoria de trabajo.
Pasar de la teoría a la práctica no es sencillo. Existen pocos datos concretos que sirvan para estructurar la formación en habilidades socioemocionales, aunque algunos programas prometedores ofrecen una idea. Por ejemplo, parece que el entrenamiento tiene que ser intencional y apropiado para la edad de los niños. Adicionalmente, es necesario canalizar y regular las emociones, no neutralizarlas. También, la interacción de alta calidad entre adultos y niños es clave porque los padres y las escuelas juegan un papel importante. En cuestiones de currículo, la formación docente y las actividades concretas en el aula, la variación es la norma. No hay receta única.
Sin embargo, las recetas no siempre son necesarias. Se puede comenzar con algunos conceptos básicos y ajustar en el camino para adaptarse a gustos y necesidades, y ofrecer una propuesta de educación en habilidades socioemocionales a los demás. Si el resultado final no deja a todos con ganas de más, por lo menos arrojará luces sobre lo que se debe cambiar en la siguiente.
Esta columna fue publicada originalmente en el Blog La Educación de calidad si es posible del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
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