Jesús Cornejo

Jorge Drexler: “Al reguetón no le encuentro nada que me guste, pero suena en todo el mundo"

A una semana de ganar tres premios Grammy, el músico uruguayo habla de tender puentes incluso ante posiciones con las que no se están de acuerdo

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23 de noviembre de 2018 a las 05:00

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En el estudio de grabación doméstico que Jorge Drexler tiene en Madrid están sus premios Grammy Latino. No son los que se llevó el 15 de noviembre en Las Vegas a Grabación del año y Canción del año por Telefonía, y a Mejor álbum de cantautor por Salvavidas de hielo. Son los que ya tenía desde 2015, por Bailar en la cueva. Los nuevos todavía no llegaron.

Drexler es el único uruguayo que puede hablar desde la experiencia. "El Oscar te lo dan en el momento. El Grammy te lo mandan por correo un tiempo después, porque le ponen el rótulo. Cuando bajás del escenario hay una señorita ahí que te hace dejarlos”, cuenta.  El cantautor de 54 años repite constantemente que está muy contento, como que también lo pone muy feliz que el mismo día que él se llevó los tres gramófonos, Ida Vitale haya sido anunciada como receptora del premio Cervantes.

“Tenemos que recordar siempre que somos 3,4 millones de personas en Uruguay. Somos muy poquitos y no tenemos lobby. Es muy difícil imponerse en un entorno tan competitivo y que está impulsado por las pertenencias nacionales”, explica por teléfono desde la capital española. Allí descansa antes de retomar su gira actual, Silente, en la que va solo con su guitarra por los escenarios, y que lo traerá a la región en marzo de 2019, cuando toque en el festival Lollapalooza en Buenos Aires (aunque ahí será con la banda completa) y en Chile. Aún faltan algunos detalles para cerrar su presentación en Montevideo.  

En los últimos días, Drexler se ha dedicado a investigar el reguetón. No es casualidad, entonces, que haya aparecido en su discurso cuando recibió el Grammy a Canción del año. “Que viva Borges, que viva Pessoa, pero que viva también la cumbia, que viva el reguetón, que viva todo”, exclamó, cerrando con un bien uruguayo “vamo’ arriba”.

Esa frase, dice ahora, es una forma de tender puentes. De reflejar la postura que sostiene de tratar de ponerse en el lugar del otro, del que piensa y vive diferente. “Hay una tendencia a la polarización, que se ve en figuras políticas de primera línea, Trump, Bolsonaro en Brasil, Maduro en Venezuela, muchos políticos muy radicales en todo el mundo, que tienden a tener una opinión completamente polarizada de la sociedad, dividida en buenos y malos –ellos son los buenos, obviamente–, y es una tendencia que se enfrenta a la otra que se ve ahora, la del aumento de la empatía, que dice ‘yo también soy tú y tú también eres yo’”.

Era fácil subir al escenario y hacer un discurso triunfalista, de golpearse el pecho y aplaudir a la canción de verdad y el compromiso artístico contra lo comercial y lo superficial. Pero eso para Drexler iba a ser igual de superficial. “Al reguetón no le puedo encontrar nada que me guste, no le veo la gracia, pero por algo está en todo el mundo, suena en todas las discotecas. Quizá el ignorante soy yo”, explica.

Cuando Drexler era niño, en la década de 1970, la murga y el candombe eran géneros marginales. Mirados con desconfianza por la clase media. Hasta que vinieron Ruben Rada, Eduardo Mateo y Jaime Roos y los transformaron.  “Llegaron a Pocitos. Los metieron en los cumpleaños de 15”, comentó con una risa. Por eso, Drexler asume como “estúpido” no pensar en que sucederá algo parecido con el reguetón. Como pasó con la cumbia. La electrónica. El rock de Elvis. El tango, que antes de Astor Piazzolla, Aníbal Troilo y Carlos Gardel, era un género marginal y machista. “El problema del reguetón creo que está en las canciones, que no están buenas, pero no en el ritmo, ni en el género, ni en la convocatoria juvenil, ni en la generación de sensualidad que tiene”.

Y agrega: “Hay algún lugar de Santo Domingo, en República Dominicana, donde una muchacha –porque si alguien lo salva al reguetón van a ser las mujeres– integra otras experiencias al género sin que pierda la convocatoria y el poder sensual que tiene”.

La mirada y la presencia femenina son importantes y benéficas para el músico, que destacó la participación de artistas mujeres en Salvavidas de hielo, el documental sobre el disco que publicó la semana pasada. “La gran revolución social de las últimas décadas ha sido el ingreso, por fin, de la mujer de forma directa y representativa en distintos ámbitos, y que estén quitándonos el timón de las cosas que venimos haciendo, más o menos, desde la política hasta la medicina.  Hoy son mayoría las estudiantes. Cuando mi madre estudió, eran minoría”, recordó.

Los mexicanos David Aguilar, Natalia Lafourcade, Julieta Venegas y la chilena radicada en ese país Mon Laferte son las voces que colaboran en Salvavidas de hielo. Algunos compitieron con él directamente en los Grammys. E integran la lista de músicos que admira y que, además, son sus amigos. Drexler incluye también allí a Marisa Monte, Paulinho Moska, Kevin Johansen, Ana Tijoux, la banda Bomba Estéreo y Fernando Cabrera. 

Con ellos disfruta, particularmente, el acto de compartir canciones y de poder tocar juntos. Como sucedió en la ceremonia, donde compartió una versión de Telefonía junto a Laferte, Aguilar y Lafourcade. “En un contexto en el que el playback es la norma, que toquen seis músicos en directo solo lo podés hacer con gente en la que confíes mucho en el nivel artístico y también en la capacidad humana de entrega. Se pusieron al servicio de mi canción. Fue un acto de generosidad con el que estaré endeudado toda la vida. Y eso refleja lo que pasó en México, en el estudio de grabación; reprodujimos ese momento”, evalúa el uruguayo. Y, con una crítica a la mentalidad de la ceremonia, dice: “Fue un voto por una relación de verdad,  de una música tocada de verdad, y una situación de verdad, en un entorno donde la verdad no es la prioridad”.

La verdad y la fantasía son también parte de las ideas del intelecual israelí Yuval Noah Harari, una de las figuras que más cautivaron a Drexler en los últimos tiempos. El autor lo atrajo por “la relativización de la experiencia humana” que hace. "Todas las visiones que tenemos del universo son fruto de nuestra imaginación.  Nos gusta decir que el dinero es fantasía, todos lo cuestionamos, pero él dice también que los derechos humanos lo son, como una creación del ser humano, y eso para nosotros es difícil, no nos gusta repetirlo, porque lo vemos como algo muy importante".

Esa relativización llegó incluso a sus canciones. En Movimiento, la canción que abre Salvavidas de hielo dice: "Buscábamos oxígeno, encontramos sueños”. Drexler lo interpreta así: “Empezamos como una especie biológica y nos convertimos en una especie consiente”. De Harari también le llamó su claridad. “Era tan claro que al principio me daba desconfianza. Pero tiene muchas cosas para decir”.

Después de los Grammys sigue la gira, porque Drexler siente que todavía tiene cosas para decir. Tras el ciclo de presentación del disco, que comprendió más de 100 shows en 20 países –“Se dice rápido pero fue duro, lindo e intenso”, concluye–, Drexler quedó entre dos opciones: volver a componer o seguir de gira. Y optó por seguir, cambiando de formato, de tono y de estética del espectáculo. “Casi siempre tengo ese movimiento pendular, primero presento con banda y después como solista. Es una necesidad interior de cambio”.

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