Lam Yik Fei/The New York Times

"Este gobierno tiene suerte": así silencia el coronavirus las protestas

De Hong Kong a India, de Quito a Bogotá, los reclamos por más democracia o mejores salarios se supeditan a la lucha contra el virus. Expertos vaticinan, sin embargo, tiempos peores para las élites cuando pase la pandemia

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27 de abril de 2020 a las 13:24

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El gas lacrimógeno ya no asfixia los rascacielos de Hong Kong, y se desmantelaron las tiendas de acampar de los manifestantes en el centro de Beirut. En Delhi, uno que otro tenedor de plástico y algunas sábanas destrozadas son todo lo que queda de la manifestación pacífica que alguna vez bloqueó una de las autopistas más concurridas de la ciudad.

En todo el mundo, la pandemia del coronavirus ha frenado las manifestaciones en contra de la élite que surgieron el año pasado, parando en seco meses de marchas, mítines y levantamientos. Ahora, como todo lo demás en el mundo, las manifestaciones enfrentan una pregunta sin respuesta: ¿qué ocurrirá a continuación?

La duración de la pandemia y la manera en que gobiernos y activistas respondan nos dirá si la interrupción representa una pausa pasajera, un momento de metamorfosis o un final sin contemplaciones para algunas de las movilizaciones masivas más generalizadas en la historia reciente.

Los desafíos son aparentes. Millones de manifestantes están encerrados en casa, limitados por las cuarentenas arrasadoras y el temor por su propia salud. La carga diaria de adquirir cubrebocas o alimentos eclipsa los debates acerca de la corrupción y el abuso del poder.

Casi todos los gobiernos han restringido las reuniones masivas, fundamentalmente para proteger la salud pública pero posiblemente también para limitar futuras movilizaciones. Algunos han aprovechado el brote para consolidar su poder o arrestar a los opositores.

DIPTENDU DUTTA / AFP

Sin embargo, el coste económico de la pandemia, así como las crisis de confianza que ha inspirado en muchos gobiernos, podría detonar más indignación. Los ciudadanos desde el estado de Washington hasta la ciudad de París han desafiado las medidas de confinamiento que, dicen, amenazan sus empleos, su vivienda y sus suministros alimentarios.

Los manifestantes también han encontrado nuevas maneras de expresar su inconformidad. Los activistas chilenos han proyectado sobre calles vacías imágenes de multitudes. En Hong Kong, un sindicato de trabajadores médicos, nacido de las manifestaciones a favor de la democracia, comenzó una huelga para criticar la respuesta al brote por parte del gobierno. En todo el mundo, la gente ha impartido talleres en línea, ha hecho cacerolazos y organizado mítines en los que se aplican medidas de distanciamiento social.

“Es un momento de pausa, pero definitivamente no es el final de movimiento”, dijo Isaac Cheng, líder estudiantil de Demosisto, un importante grupo prodemocrático de Hong Kong.

Las manifestaciones de Hong Kong fueron algunas de las primeras en resentir los efectos espeluznantes del virus.

Las manifestaciones comenzaron en junio, con el fin de oponerse a un proyecto de ley que habría permitido extradiciones de Hong Kong a China continental. Poco después se convirtieron en las más grandes en la historia de Hong Kong, con millones de manifestantes que marcharon para denunciar la brutalidad de la policía y la creciente influencia de Pekín en la ciudad.

Sin embargo, en enero, conforme se divulgaba la noticia de un misterioso virus en China, muchos comenzaron a sentirse inseguros ante las multitudes. La pausa se volvió oficial en marzo, cuando los funcionarios prohibieron las reuniones públicas de más de cuatro personas. Desde entonces, la policía ha arrestado a los asistentes de manifestaciones esporádicas.

“¿Qué podemos hacer?”, dijo Max Chung, un activista que fue arrestado en julio pasado tras organizar una manifestación de miles de personas. “Cuando el momento sea el adecuado, desde luego que organizaré otra manifestación. Pero ahora mismo es imposible”.

Una combinación de mandatos descendentes y vacilación comunitaria ha paralizado las manifestaciones en otros lugares del mundo.

En Argelia, las manifestaciones en las calles que se organizaban en el país dos veces a la semana durante más de un año se acabaron en marzo, pues los manifestantes acordaron enfocarse en combatir el virus, una decisión consolidada debido a la nueva prohibición de organizar manifestaciones públicas en el país.

Conforme se daba a conocer información sobre el virus en Beirut, los manifestantes al principio usaban cubrebocas para lanzar consignas en contra de la corrupción y el sectarismo religioso. Sin embargo, se dispersaron ante un confinamiento nacional y, el mes pasado, las fuerzas de seguridad desmantelaron campamentos donde los manifestantes habían dormido, organizado conferencias informales y bailado al son de himnos revolucionarios.

Los intentos de desafiar las restricciones han sido criticados no solo por el gobierno sino también por aliados. Después de que los opositores de una ley antimusulmana en India dijeron que seguirían manifestándose durante el confinamiento, incluso sus simpatizantes los tacharon de imprudentes.

SAFIN HAMED / AFP

Las restricciones a las reuniones no se limitan a países que habían estado enfrentando movimientos masivos, dijo Clément Voule, relator especial de la ONU en materia de libertad de asamblea y asociación.

“No he sabido de ningún país en este momento donde las personas puedan ejercer totalmente ese derecho”, comentó.

Aunque es necesario ser precavidos, el comprensible temor que sienten los manifestantes debido al virus podría provocar que acepten o incluso adopten las restricciones con consecuencias trascendentales, comentó.

Conforme se han vaciado las calles y plazas públicas, los gobiernos ya han comenzado a reintroducir algunas de las mismas medidas que desataron manifestaciones anteriores.

La violencia había estallado en Ecuador en octubre, cuando el presidente, Lenín Moreno, anunció la eliminación de un subsidio a la gasolina de hace tiempo. Murieron por lo menos diez personas, y Moreno se retractó. Sin embargo, el lunes, el ministro de energía del país volvió a hacer un llamado a favor de revocarla.

El sábado en Hong Kong, la policía arrestó de manera abrupta a quince prominentes activistas prodemocráticos, la redada más grande de líderes de la oposición en la historia reciente. Los arrestos siguieron varias semanas de una retórica inusualmente agresiva por parte del Partido Comunista Chino, lo cual reivindicó su control sobre Hong Kong, un territorio semiautónomo con su propia constitución.

Algunos hongkoneses han estado especialmente preocupados por los nuevos llamados de Pekín a favor de que la ciudad promulgue leyes en contra de la traición y la subversión. Una iniciativa anterior para lograrlo en 2003 fracasó tras la organización de manifestaciones masivas.

“Ese es el plan del gobierno: hacer que la gente esté asustada, y, cuando llegue el momento de reiniciar el movimiento, habrá cada vez menos gente que salga a la calle”, comentó Cheng, el activista estudiantil.

Samia Khan, una activista en India, dijo que ya ha visto fracturas en las coaliciones amplias que apoyaban las manifestaciones allá. Cientos de miles de indios, de todas las religiones, se habían manifestado en contra de una ley que discriminaba de manera descarada a la población musulmana.

Raul ARBOLEDA / AFP

Sin embargo, durante el brote, han surgido las tensiones entre musulmanes e hindúes, atizadas por el gobierno del primer ministro Narendra Modi. Los funcionarios han culpado el brote en una mezquita de Delhi de haber propagado el coronavirus en el país, y algunos han insinuado que los musulmanes transmitieron el virus a propósito.

“El gobierno tiene suerte”, dijo Khan, que ayudó a organizar una manifestación pacífica con la que se bloqueó una autopista principal de Delhi. “Ha acabado con el desafío más grande que enfrentó desde que resultó electo, al usar la excusa de una pandemia”.

Sin embargo, unas restricciones agresivas del gobierno conllevan sus propios riesgos, por ejemplo, traer de regreso agravios persistentes y crear otros nuevos.

Miles de personas en todo el mundo ya han desafiado las órdenes de confinamiento para manifestarse en contra de la respuesta de sus gobiernos.

Comenzaron enfrentamientos violentos en los suburbios de bajos recursos y llenos de inmigrantes de París esta semana, pues los residentes denunciaban lo que describieron como una observancia del confinamiento excesiva y racialmente sesgada en Francia. Cientos de peruanos de bajos recursos trataron de irse de Lima el lunes para llegar a sus ciudades de origen en zonas rurales, y la policía les arrojó gas lacrimógeno.

Los iraquíes han regresado a las calles para denunciar la escasez de trabajos e ingresos que se ha visto agravada debido a las órdenes de confinamiento. Algunos manifestantes de la clase trabajadora, cuyos salarios han desaparecido, regresaron a llenar las calles a lo largo de la última semana en una ciudad libanesa, mientr as que los manifestantes protestaron en sus autos y a pie en varias ciudades en todo el país.

En todo Estados Unidos, los activistas conservadores, azuzados por el presidente Donald Trump, se han manifestado en contra de las órdenes de confinamiento, a pesar de las súplicas de los expertos en salud pública y los trabajadores médicos.

Otros han encontrado maneras nuevas y creativas de manifestarse. En Colombia, donde grandes huelgas el año pasado exigieron salarios más altos y mayor financiamiento público, las familias más pobres han colgado camisetas rojas y trapos en sus ventanas como señal de que necesitan comida y también como símbolo de protesta. En Hong Kong, el videojuego Animal Crossing, que permite a los jugadores reunirse con amigos, se ha convertido en el frente de protesta más reciente, pues los adolescentes encerrados en casa comparten consignas virtuales.

China ha ofrecido un vistazo a la inconformidad económica que podría generar la pandemia después de que se acaben los confinamientos: aunque el gobierno central rápidamente sofoca cualquier disturbio, los informes de las redes sociales han mostrado que los trabajadores exigen reducciones a la renta y otros apoyos.

“El fracaso del gobierno además de una crisis económica… ¡por Dios!”, comentó Thomas Carothers, un experto en democracia que se encarga de un rastreador de manifestaciones en todo el mundo en el Carnegie Endowment for International Peace, un grupo de expertos en Washington. “Vendrán tiempos difíciles para las personas que están en el poder”.

(Por Vivian Wang, Maria Abi-Habib y Vivian Yee)

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