¿Si en vez de un bebé, llegan dos?

Un embarazo siempre cambia las cosas. La noticia de que viene un nuevo ser produce un antes y un después, sacude las emociones; ese ser es producto de la pareja y es, también, responsabilidad de la pareja.

Si ese momento cambia la vida de los futuros padres, habría que imaginarse el shock que puede provocar la noticia de que son más de uno.

La llegada de un hijo suele acompañarse de muchas fantasías. En ocasiones, la madre y el padre traen una imagen idealizada de ese hijo desde hace tiempo. Otras veces entran en tema cuando aparece el embarazo. Y ahí comienzan a imaginan y a disfrutar juntos del niño que será.

Hay una cantidad importante de temores, alegrías y muchísimas sorpresas. Pero las fantasías incluyen, usualmente, a un hijo por vez, no se piensa en dos bebés que nacerán al mismo tiempo.

Independientemente de la capacidad familiar o personal de engendrar mellizos, algunas técnicas (como la estimulación de la ovulación o la fertilización in vitro), han aumentado las posibilidades de embarazos múltiples y estos son más frecuentes en mujeres de mayor edad, que son la mayoría que recurre a los tratamientos de fertilización.

Es opinión corriente que los embarazos múltiples tienen más riesgos. También que suelen nacer antes de tiempo y que pesan menos, que son bebés más pequeños, que el material para hacer uno, debe dividirse para hacer dos. Casi todo esto es cierto, pero no constituyen los temores iniciales. La pareja que se enfrenta a un embarazo de mellizos, piensa primero en otras cosas: en lo económico, en si podrán solventar ese nuevo desafío, en la casa, el espacio, en los dormitorios, etcétera. La madre en si podrá alimentarlos, en los cuidados que tendrá que tener, en su propio trabajo y en cómo influirá este desafío en su vida. Ambos sonríen pensando en que, de una vez, ya tienen un familión.

De todas maneras, los sentimientos son ambivalentes, y eso es absolutamente normal. También lo son para los amigos y la familia: un embarazo múltiple provoca envidia y también compasión. "Ya vas a ver... cuando lloren los dos a la vez... ¿y para darles de comer?...; pero también y ya tienen el casal... vas a ver, se crían solos... cuando te quieras acordar...".

Como en cualquier embarazo, los temores e incertidumbres van cambiando a medida que avanza la gestación. Ya se mencionó lo de los mayores riesgos. Además, es frecuente que termine en una cesárea. Las preguntas de "¿cuán prematuros serán?", "¿irán a incubadora o los podré tener conmigo?", "¿podré?", recurren una y otra vez en la cabeza de la madre. Similares preocupaciones además de "¿cómo podré ayudar?", "¿cuál será mi papel?", rondan la cabeza del padre.

Otro tema es el de ponerles nombre. La tecnología actual permite identificarlos, saber cuál es el que está de cabecita, cuál de cola, cuál a la derecha o a la izquierda, quién nacerá primero... y se les puede identificar, y, por lo tanto, esperarlos. Eso es bueno. Cada uno debe tener su identidad propia. Saber quién es cada uno, hablarles diferente a cada uno, imaginar, sospechar o fantasear con lo inquieto o tranquilo que será.

Sobre el final, la madre se siente pesada, mucho más que en un embarazo único, está deseando que nazcan, mucho más que en un embarazo único, pero también está más asustada que en un embarazo único.

Asumir, entender y apoyar, sigue siendo la receta para ayudar. Deben tener el doble de paciencia, ser conscientes que deberán encarar la vida de una manera distinta, con mucho amor y más paciencia.