Presidencia Argentina

¡Suéltame, Mercosur!

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29 de abril de 2021 a las 20:15

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Uruguay precisa aumentar el comercio pero los estatutos del Mercosur no le permiten hacerlo por su cuenta, por lo que ha venido reclamando en el bloque una flexibilidad de normas que no llega nunca. Esta semana, Brasil sumó su voz a ese reclamo de libertad para negociar, pero nada es fácil cuando se depende de la voluntad política del gobierno argentino, y de eso te quiero hablar en esta entrega de Rincón & Misiones.

Curiosa coincidencia entre un país chico, chico, y otro grande, grande. Uruguay no pasa de los tres millones y pico de personas en su territorio y Brasil supera largamente los 200 millones: uno tiene un mercado interno gigante, casi como un continente entero, y el otro tiene una plaza de consumo chica, como una familia numerosa. Pero ambos sienten una necesidad, la de no encerrarse en sus fronteras y de bajar barreras al comercio con otros sitios del planeta.

Es por eso que un gobernante brasileño ha dicho esta semana que su país no se quiere “hundir” con el Mercosur, de la misma forma que el presidente uruguayo había dicho a fin de marzo que no estaba dispuesto a que el bloque fuera un “lastre” para este país.

Brasil y Uruguay coinciden en reclamar a sus otros dos socios, el otro grande y el otro chico, que acepten facilitar el comercio mediante baja de impuestos a las importaciones y, fundamentalmente, a través de acuerdos comerciales con otros países y bloques, para bajar barreras a las exportaciones. Y que si eso no sale “en barra”, todos juntos, que se habilite a que cada uno lo haga como le parezca.

¿Por qué hay que pedir permiso?

El Mercosur es un “club” de cuatro socios, con reglas rígidas, que no son fáciles de cambiar. Creado en 1991 en Asunción como un acuerdo comercial entre los cuatro países del cono sur americano, fue primero una “zona de libre comercio” y luego una “unión aduanera”, sin poder llegar a un “mercado común”.

La “zona” implicó que los países no cobraban impuestos a la importación (aranceles) de productos vendidos por otros de los socios, aunque quedaron algunas excepciones de productos (eso funcionó bien un tiempo y luego, más o menos).

La “unión” fue un pasó más, y es lo que hoy molesta a Brasil y a Uruguay, porque implica que además de libre comercio entre socios, haya una política común respecto a otros países, o sea que cada producto extranjero pague el mismo impuesto al entrar a cualquier miembro de la zona (Arancel Externo Común-AEC). Y hay más; porque eso determina una “política comercial común”, o sea que para hacer acuerdos con otros mercados, la negociación debe ser en forma conjunta.

Leonardo Carreño
El canciller Bustillo celebró poner el tema de la flexibilización en la agenda.

A esto se suma otra restricción, lógica cuando se trata de un acuerdo entre países, de esta naturaleza: las decisiones son por consenso, no se vota y gana una mayoría, sino que se precisa que todos estén de acuerdo para cualquier resolución. Unanimidad o nada.

¿Por qué todo eso se convirtió en “un lastre” o terminó dando la sensación de “hundirse”?

Si los cuatro partidos estuvieran en sintonía política, si coincidran en lo que pretenden hacer en materia de política comercial, no habría problema en tener ese corsé. Pero Brasil y Uruguay quieren hacer acuerdos con otros países, y la Argentina se encierra con bloqueo al comercio. Paraguay … está ahí.
Uruguay viene reclamando apertura comercial desde el gobierno de Batlle, porque fue ahí cuando la Argentina comenzó a encerrarse y frenar comercio, con el peronismo de Duhalde primero y casi enseguida de Kirchner.

Ese reclamo se hizo fuerte también en gobiernos del Frente Amplio, y aunque se creyó que la afinidad política con Lula y Dilma iba a facilitar acuerdos, o al menos la “luz verde” para que Uruguay hiciera tratados, nada de eso pasó y el Mercosur se fue cerrando, sin chance alguna de apertura comercial.

Lacalle Pou quiso apretar el acelerador, vio visto bueno de Brasil y pretendió conseguir que Argentina fuera cordial y no estorbara; que si quería seguir encerrada, al menos habilitara a sus socios a seguir un camino.

Pero Alberto y Cristina tienen la llave, porque el Mercosur solo mueve por unanimidad y se planta con su decisión.

"Nosotros creemos que es el momento de unirnos más que nunca; es el momento de ir mirando con prudencia dónde podemos ayudar, no es el momento de cortarse solos”, dijo el canciller argentino Felipe Solá, un día antes de la reunión de cancilleres y ministros de Economía de esta semana, para mostrar que no quieren saber de nada con la flexibilidad. Y el cerrojo lo viste con un disfraz de “unidad” mal entendida.

Cuando Felipe dice lo de “estar unidos”, hay que leer que es estar encerrados, porque no es que quiere hacer negociación conjunta, sino que quiere evitar cualquier negociación.

“Clavarle el visto” al Uruguay pareciera tener costo diplomático bajo, pero ahora está Brasil, el “hermano” grande, pidiendo lo mismo que el socio chico.

Argentina se mantiene en su postura, no quiere negociar y no quiere dejar que los otros negocien, para lo cual hace uso del veto que cada país tiene para frenar cambios. Pero Brasil insiste y luego de la reunión del Consejo Mercado Común del lunes, el secretario especial de Comercio Exterior del Ministerio de Economía de Brasil, Roberto Fendt, dijo que su país no va “a presionar” a la Argentina “con ningún instrumento”, pero simultáneamente advirtió: “Si el Mercosur se quiere hundir, nosotros no nos queremos hundir con él”.

Para la administración Lacalle Pou esto es una luz de esperanza; que el socio grande esté de su lado, que reclame lo mismo y lo haga con esa fuerza, genera expectativa de que Alberto y Cristina puedan aceptar alguna flexibilización.

Uruguay y Brasil no piden que todos vayan en la misma dirección, sino que reclamaban libertad para moverse y hacer acuerdos para movilizar el comercio, generar mejor clima de inversión y más puestos de empleo; precisan mover ya. Es una especie de grito: ¡suéltame Mercosur!; déjanos ser un poco libres.

Esta semana se está más cerca que la anterior, porque la presión pública de Brasil no es poca cosa, pero eso no asegura nada. El peronismo K se enamora de las posiciones de poder, se entusiasma con la chance de tener una llave que abre o cierra puertas y que los otros dependan de ellos.

Nada será fácil, y Uruguay lleva 20 años sufriendo un zigzagueo que parece que sí, pero que concluye que no; y sigue esperando. Es como el camino que serpentea permanentemente, como dice la letra del paseaíto “La burrita” del colombiano Eliseo Herrera Junco: “Me pongo mi sombrero, me pongo mi sombrero / Ve cogé el sillón y pónselo a la burrita / Ve que va a llover y el camino es culebrero …”.

Habrá o no flexibilidad, pero para lograrla, el “camino es culebrero”.

Soy Nelson Fernández, periodista y analista económico, columnista de El Observador. Hasta aquí esta nueva entrega de Rincón y Misiones, la newsletter exclusiva para suscriptores Member de El Observador para entender mejor la realidad económica y los temas que tocan nuestro bolsillo, y contar con mejor información para tomar decisiones.

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